La tragedia de Toscanini
Por Silvia Pato (@SilviaP3)
El músico italiano Arturo Toscanini (1867-1957) ha sido considerado uno de los más importantes directores de orquesta del siglo XX. Este violoncelista comenzó su carrera como tal cuando, de gira con una compañía de ópera por Sudamérica, el 30 de junio de 1886, en Río de Janeiro, el director de orquesta, en una función en la que se representaba Aida, fue abucheado de tal forma que se vio obligado a abandonar el escenario. Toscanini, animado por sus compañeros, tomó la batuta y debutó en el puesto con éxito. Tenía diecinueve años.
A principios del siglo XX, ocupó el cargo de director residente de La Scala de Milán. Por aquel entonces viajó a Argentina y, en Buenos Aires, fue contratado en el Teatro de la Ópera para una temporada de tres meses, por la que cobró 10.000 liras mensuales. Su acogida fue tal que cada año se repitió su contratación y, en 1906, la tragedia se abatió sobre la vida del músico.
Aquel año falleció su padre y por primera vez las críticas cayeron sobre él. Fue tras la puesta en escena de Don Giovanni, cuando se le acusó de haber dirigido muy mal la obra, además de haber fallado en la elección del elenco. Poco después, perdió la vida su hijo pequeño de cinco años, a causa de la difteria, justo en la temporada en la que había debutado sobre las tablas interpretando el papel de hijo de Madame Butterfly en la ópera del mismo nombre. La noche en la que lo enterraron no se suspendió la función y Toscanini, obsesionado por su trabajo, dirigió igual a la orquesta. Sin embargo, en el instante en el que el niño hacía su aparición en escena, al ver al muchacho que lo sustituía, rompió a llorar. Las crónicas dicen que siguió dirigiendo con la misma maestría que le caracterizaba.
Unos años más ejerció su labor en aquel país hasta que Toscanini decidió no volver a tocar en Argentina. Los rumores afirman que tal decisión se produjo después de que un auditorio, sobrecogido por la interpretación de un aria, pidiera un bis al cantante. El italiano lanzó por el aire su batuta, enojado, pues aquello le molestaba especialmente, y le hizo un corte de mangas al público antes de retirarse sin finalizar la función. Desde entonces, durante casi tres décadas se le envió por correo cada año el contrato con los honorarios, el repertorio y la fecha en blanco, pero siempre se negó. No volvería hasta 1940.
Durante aquel intervalo, además de realizar numerosas giras, Toscanini volvió a dirigir La Scala de Milán, el Metropolitan Opera de Nueva York, la Orquesta Filarmónica de Nueva York y la Orquesta Sinfónica de la NBC. Con esta última actuó repetidamente en la Radio Nacional, por lo que alcanzó la fama entre el gran público.
Toscanini se ganó el apelativo de El Maestro y su influencia sobre la música fue tal que todavía podemos sentirla sin saberlo. Él fue quien estableció la costumbre de sumir en la oscuridad las plateas y el patio de butacas de los teatros y auditorios, así que cada vez que se apagan las luces es inevitable acordarse de él.
FUENTE: La Nación
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