Dragonfly Eyes (2017), de Xu Bing
Por Jaime Fa de Lucas.
La obra de Xu Bing, Dragonfly Eyes (Qing Ting Zhi Yan), se pudo ver en la sección oficial del Festival de Locarno. Se trata de una película compuesta únicamente por grabaciones de cámaras de vigilancia y cámaras de coches. El director intenta crear una historia con ese material. Este recurso no es algo tan innovador como podría parecer, ya que hay dos referentes relativamente cercanos cuyas ideas son similares –y cuyos resultados son bastante mejores–: Mary Is Happy, Mary Is Happy (2013), del tailandés Nawapol Thamrongrattanarit, que genera una historia basándose en los tweets de una joven, y The Road Movie (2016), del bielorruso Dmitrii Kalashnikov, que recopila imágenes impactantes sacadas de cámaras de coches. No se puede cuestionar la ambición de Dragonfly Eyes en su intento por ser original y buscar una nueva forma de hacer cine, con un acercamiento digno de los ready-made de Duchamp. Presenciamos una sucesión de imágenes aleatorias a las que una voz en off y varios textos dan orden. Desgraciadamente, y como era previsible, funciona a ratos.
No sé hasta qué punto es acertada la decisión de incrustar una historia a una serie de imágenes cuyo valor principal es su realismo, su aleatoriedad y su anonimidad. No creo que sea apropiado forzar una ficción a algo que por naturaleza grita realidad. Lo original de la propuesta es a su vez lo que genera más dudas. El proceso creativo habitual se invierte: no se intenta conseguir que algo ficcional resulte real, sino al revés, que algo real resulte ficcional, lo cual, tras ver la película, no tiene justificación, porque no aspira a trascender o a dar con algo relevante. Se queda en gesto curioso relativamente innovador. Más que una obra cinematográfica satisfactoria parece un ejemplo de cómo el ser humano, a través del lenguaje y la edición, puede dar cierto orden a cualquier agrupación azarosa de elementos audiovisuales.
Pasando por alto la escasa efectividad de Dragonfly Eyes, la historia en sí misma es excesivamente convencional y no está a la altura del apartado formal. No tiene sentido que el proceso creativo se apoye en un recurso formal tan marcado y tan poco convencional y que luego la historia sea de chico-conoce-chica y se desarrolle de manera tan rudimentaria. En realidad, Xu Bing tampoco tiene del todo claro qué quiere conseguir, pues ocasionalmente introduce imágenes que nada tienen que ver con la historia central, como si buscara el efecto, aprovechando así al máximo el impacto de ciertas imágenes que ha encontrado y que no quiere desechar precisamente por eso, porque causan efecto. Esas decisiones caprichosas diluyen la poca fuerza que ya de por sí tiene la historia y demuestran que el verdadero impacto de la película está justo en el lugar opuesto, lejos de lo ficcional. Lo que conmociona es la realidad, la anonimidad, la tragedia aleatoria y casual, no la ficción.