El hombre de hojalata está inspirado en el pasado profesional de L. Frank Baum

El hombre de hojalata

Por Alejandro Gamero (@alexsisifo)

Muchos de los detalles de El maravilloso mago de Oz están basados en aspectos intrascendentes de la vida de L. Frank Baum. Alguna vez he hablado de cómo inventó el nombre de la tierra de Oz: lo que tenía a mano, una vez terminada la historia y a falta de un buen título, eran dos archivadores, uno de la A a la N y otro de la O a la Z, y se basó en el segundo para darle nombre al mundo de fantasía de su libro –que igualmente podría haberse llamado An en lugar de Oz–. El personaje principal del libro, Dorothy Gale, tiene el nombre de una sobrina que falleció mientras el autor trabajaba en el libro. Y Glinda, La Bruja Buena del Sur, está inspirado en la suegra de Baum, según palabras del propio autor.

El hombre de hojalata –que, por cierto, en la historia original se llama el leñador de hojalata– no podía ser menos, teniendo en cuenta que Baum fue hijo de un próspero hombre de negocios que hizo fortuna en los campos petrolíferos de Pennsylvania, y que él mismo fundó una compañía de aceites, lubricantes y grasa en Sicarusa asociándose con su hermano, Benjamin Baum. Durante cuatro años, Baum fue el vendedor principal de la compañía, pero en 1888 decide venderla porque no veía futuro en ese negocio y porque sentía que estaba desperdiciando su vida con algo que no le llenaba. Según escribe en un artículo la American Oil & Gas Historical Society, parece evidente que el hombre de hojalata se basa en esas experiencias personales.

Baum había trabajado con su padre en su compañía petrolífera, pero el gusanillo de la escritura le había vencido desde muy joven sentía que tenía que dedicarse a ello –algo que, por otra parte, podía hacer gracias al dinero de su padre–.

Si como escritor Baum era un portento, como hombre de negocios dejaba mucho que desear, embarcándose en proyectos cada vez menos prósperos. Pasó por los trabajos más variopintos: desde vendedor de aceites y lubricantes hasta productor de cine, pasando por periodista, criador de aves, dueño de una tienda –que tuvo que cerrar por vender a crédito–, o director de una revista destinada a agencias de publicidad enfocada en vitrinas de almacenes comerciales. De hecho, la insolvencia estaba pisándole los talones cuando en 1899, a los 44 años de edad, publicó El maravilloso mago de Oz, lo que le haría razonablemente rico y famoso y le llevaría a escribir hasta trece novelas más basadas en los escenarios y personajes de la tierra de Oz.

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