¿Simbolizan Wonder Woman o Daenerys Targaryen un cambio de modelo para una cultura audiovisual más igualitaria?
Por David Blanco.
Como periodista siempre he defendido que, junto a la foto fija, para explicar una realidad es necesario observar también la tendencia. La situación actual en cualquier sociedad occidental (y suponiendo que Occidente está “desarrollado”) es la de una profunda desigualdad entre hombres y mujeres: en salarios, en violencia de género, en representación en puestos directivos y cargos políticos… Y también en industrias teóricamente progresistas como son el cine o la ficción televisiva.
Mas esa pésima realidad que necesita ser modificada con urgencia puede encontrar una visión más positiva si analizamos la tendencia durante los últimos años. Porque, a pesar de todos los pasos atrás que damos, la dirección es la correcta y los roles de género, la brecha salarial y, en general, todo tipo de discriminación, van desapareciendo, aunque no al ritmo que deberían. Y en este sentido este verano se están produciendo una serie de pasos, más simbólicos que reales, pero que resultan muy significativos y que muestran un cierto cambio de paradigma en la industria de la cultura audiovisual.
Uno de los fenómenos más destacados ha sido el estreno de la película Wonder Woman, la superheroína de DC Comics. Dirigida por Patty Jenkins y protagonizada por Gal Gadot, ha cosechado un éxito muy importante de crítica y público. Más allá de su consideración como icono feminista, lo que ha despertado importantes discusiones, el hecho de dar visibilidad a una superheroína que nada tiene que envidiar a sus colegas masculinos y que sirve como ejemplo de empoderamiento para niñas y mujeres es muy necesario. También lo es, por supuesto, que la dirección y el protagonismo tengan nombres de mujer y que el film, aunque sea por motivaciones comerciales, ponga la cuestión feminista sobre la mesa.
Ese argumento ha servido a su vez para que algunos espectadores se hayan mostrado poco interesados en el largometraje porque “una superheroína, como que meh…”. Pero precisamente ese prejuicio solo se derribará si los personajes femeninos poderosos van ganando espacio en la gran pantalla y se va haciendo cada vez más habitual que las mujeres protagonicen historias hasta ahora reservadas a los hombres.
Un ejemplo de esto sería el Agente 007, de quien en mayo de 2016 la actriz Gillian Anderson opinaba que podría ser interpretado por una mujer. No hay necesidad de que Bond sea un personaje femenino, pues el cine no está obligado a luchar por la igualdad, sino a ser artísticamente lo mejor posible y –nos guste o no, y sobre todo– a ser rentable para sus productoras. Pero por ese mismo motivo tampoco hay excusa para que Bond no pueda ser una mujer. Y si alguien piensa que una actriz no puede hacer lo mismo que Daniel Craig o Sean Connery es porque todavía nos parece raro que una mujer sea aficionada a los Martinis, a los coches caros o conquiste a hombres para poder frenar a un científico loco; ese es, exactamente, el rol que debe desaparecer en una sociedad moderna, y considerar la posibilidad de una Jane Bond es ya un primer paso en esta dirección.
Menos polémico, pues la práctica totalidad de la sociedad británica se ha mostrado favorable al cambio, ha sido el anuncio de la BBC de que la decimotercera identidad del Doctor Who será una mujer. Jodie Whitaker será la primera actriz que dé vida, desde su aparición en 1963, a uno de los personajes más míticos de la cultura popular británica. Han pasado 54 años para que una mujer llegara a interpretar al popular viajero en el tiempo, pero ese paso que hoy es noticia dentro de unos años será visto como algo normal.
También en televisión, y sin intención de desvelar nada de lo ocurrido en la nueva temporada de Juego de Tronos, sí parece acertado destacar el rol de las mujeres en el éxito de HBO. Es poco habitual que en una ficción fantástica, o simplemente no dirigida al público femenino, existan mujeres tan poderosas y con tanto peso en la trama. El hecho de tratarse además de una serie tan popular, que proviene además de la literatura y de combatir esos roles de género con total normalidad y sin grandes aspavientos, contribuye en pro de la igualdad de una forma menos directa o visible, pero quizás más útil y efectiva.
Porque el feminismo combativo y la lucha por la igualdad en la esfera política, social y académica son esenciales, pero a menudo son los productos mainstream sin grandes aspiraciones igualitarias los que más participan en el cambio de modelo. Porque el hecho de dar un rol dominante o tradicionalmente masculino a una mujer o que sea una directora quien esté detrás de las cámaras en uno de los blockbusters del año suponen, a veces sin pretenderlo, avances muy notables y demuestran que algo está cambiando.
Y a pesar de ello, lo anterior resulta insuficiente, sobre todo porque siguen siendo excepciones. Y sí, la tendencia es positiva y aparentemente imparable, pero la foto fija sigue reflejando una enorme falta de igualdad. Tanto dentro como fuera de la pantalla.
No es más que la moda actual de que salgan mujeres vestidas de putonas y fecalistas-gays como algo normal. Lo mismo que en los 1980 estaba de moda el cine punk-asqueroso, en los 1970 el cine petulante-guerra fría, en los 1960 el cine jipi-pacifista, en los 1950 el cine negro-post guerra…
Todas estas porno-puti-actrices, porno-puti-cantantes (Beyoncé, Rihanna, Katy Perry, Miley Cyrus, Taylor Swift…) y porno-puti-artistas en general (con excepción de Los Guardianes de la Galaxia, cosa rara) en la vida real son tal que asín:
https://www.youtube.com/watch?v=U9EF5D9lJYQ