Los meses de diciembre y enero están cargados de una energía muy particular: el aire y las conversaciones se espesan con planes y perspectivas futuras, así como de todo aquello que comenzamos en el año que termina y no hemos concretado. Una inteligencia tan sensible como la del filósofo Friedrich Nietzsche no era del todo ajena a estos movimientos de la psique común.Ante el peligro de banalizar el pensamiento de Nietzsche cabe recordar que su obra siempre tuvo un pie en la vida del hombre común, de sus preocupaciones, y de la suerte de esclavitud voluntaria a la que se entrega por obra de la sumisión a la moral de su época. Cambian las épocas, pero las perspectivas de Nietzsche siguen siendo frescas y poderosas, como recién escritas.
Incluido en el libro La gaya ciencia de 1882, esta breve anotación del filósofo hace las veces de una bienvenida a lo desconocido. El “amor fati” no es otra cosa que la aceptación del propio destino, sea cual sea. Así, en vez de hacer la guerra contra lo que lo perturba, Nietzsche comprende que en la necesidad de las cosas reside su belleza, y dice “sí” a todo lo que se le presenta todavía como ajeno: sólo ahí recae la avidez del aprendizaje.
Con motivo del año nuevo. —Todavía vivo, todavía pienso: tengo que seguir viviendo, porque tengo que seguir pensando. Sum, ergo cogito: cogito, ergo sum. Hoy en día todo el mundo se permite expresar su deseo y su más querido pensamiento; pues bien, también yo quiero decir lo que hoy desearía para mí mismo y que fue el pensamiento que primero corrió este año por mi corazón, ¡un pensamiento que será para mí fundamento, aval y dulzura de toda la vida ulterior! Quiero aprender cada vez más a ver lo necesario de las cosas como bello: así seré uno de los que hacen bellas las cosas. Amor fati: ¡sea éste a partir de ahora mi amor! No quiero hacerle la guerra a lo feo. No quiero acusar, no quiero acusar ni siquiera a los acusadores. ¡Mirar a otro lado sea mi única negación! Y, en general y en definitiva: ¡quiero, algún día, ser alguien que sólo dice sí!