La literatura como arma política
Por César Alen.
La literatura no siempre es inocente. Fueron muchos los movimientos políticos que utilizaron la teoría literaria para sus propios fines. Eso demuestra el poder que alberga el hecho literario. Puede ser un perfecto medio para alcanzar cualquier fin. Sobre este uso de la literatura ha habido infinidad de teorías, de estudios, todo tipo de enfoques.
La misma existencia de la teoría literaria pone de manifiesto la necesidad de una explicación al hecho en sí mismo. Con la peculiaridad añadida de que el medio utilizado para analizar el discurso literario es el propio lenguaje, es decir el metalenguaje, la metaliteratura. Esta metodología es única en la teoría del conocimiento. En este sentido todos los movimientos socio políticos, desde el primer acercamiento de Aristóteles, a través de su Poética, las teorías clasicistas, pasando por los formalistas rusos, el estructuralismo genético, o las teorías marxistas han visto en la obra literaria un medio privilegiado para verter las teorías políticas, para intercalar las nuevas ideas diluidas en el aparente adanismo del arte. Aunque recordemos que ya Platón veía un poder subversivo en la literatura “debido a la influencia que tiene sobre las almas”. Esta idea no pasó desapercibida para muchos ideólogos, para los teóricos que pretendían cambiar la sociedad, unas veces en el interés general y otras en el suyo propio. La historia finalmente nos desvelaría las posibles intenciones ocultas. Lenin fue uno de los que desarrolló teoría a este respecto en un artículo titulado La organización del Partido y la literatura de partido.
Consideraba que el proletariado debería tener muy en cuenta la literatura. Pero prefería no hacer una literatura exclusivamente proletaria, porque esa diferenciación mantendría viva la división de clases. Para Lenin: “los obreros debían aprender a comprender cada vez mejor la literatura para todos”. Para Trotski, por el contrario, los obreros deberían tener la posibilidad de desarrollar su propio arte, ya que históricamente las clases dominantes crearon su propia cultura y su propio arte. Pero para el autor ruso la etapa donde el proletariado llegara a sustentar la supremacía sería relativamente corta, por lo tanto lo interesante sería llegar a una idílica sociedad sin clases, en la que: “El proletariado finalmente conquistará el poder para acabar para siempre con la cultura de clase y abrir paso a una cultura humana”.
El alemán Bertolt Brecht consideraba como ningún otro a la literatura como un “arma” política en la lucha revolucionaria. Por eso abogaba por una literatura realista, pero un realismo activo, crítico sobre esa misma realidad. El teórico alemán añade además la decisiva intervención de la forma, de la estética. Efectivamente si algo convierte en arte a la realidad es la utilización de un lenguaje autotélico, donde los recursos literarios se hagan patentes.
Pero quizá donde más claramente se puede ver la utilización política de la literatura es en los textos de Mao Tse-Tung. En 1942 en un foro de arte y literatura, ya otorgaba preponderancia al aspecto político sobre el artístico y opinaba que: “el arte y la literatura deberían encajar en el mecanismo general de la revolución y convertirse en un arma poderosa para unir y educar al pueblo y para atacar y aniquilar al enemigo”. En Mao no hay lugar a la duda, su intención desde el primer momento era disponer de todas las herramientas posibles para su famosa “revolución cultural”, sin plantearse la naturaleza del arte, la consideración de su valor intrínseco. El propósito revolucionario necesitaba toda estructura cultural a su alcance, sin entrar en otras consideraciones. A este respecto opinaba abiertamente: “No existe, en realidad, arte por arte, ni arte que esté por encima de las clases, ni arte que se desarrolle al margen de la política”, e iba más lejos: “cuanto más elevada sea la calidad artística, tanto más puede envenenar al pueblo”.
Estas demoledoras convicciones nos retrotraen a la opinión de Platón que mencionamos más arriba, en las que veía en la literatura un poder subversivo, al que había que controlar. Quizá en esas declaraciones del filósofo griego representaron los cimientos de la censura como fuerza de control político. En este sentido y observando lo que la historia nos reveló de la China de Mao, creo que debemos reivindicar el valor crítico del arte, como apuntaba Brecht, o en toda caso concederle la autonomía necesaria para que se baste a sí mismo, para que se autorregule y no claudique ante ningún poder.
En una posible contextualización seguramente Mao creyó que en aquel momento la prioridad era acabar con el feudalismo y sí para ello tenía que utilizar la literatura como cualquier otro medio revolucionario no debería dudarlo. En realidad, es un viejo planteamiento marxista. El propio Sartre debatía sobre el papel que debía desempeñar el artista en la sociedad. Por eso dio tanta importancia a la palabra dentro de la prosa a la que veía de mucha utilidad. Por el contrario creía que la poesía consideraba a las palabras como cosas y no como signos. Sartre pensaba que: “Escribir es descubrir un aspecto del mundo, con la posibilidad de cambiarlo”. Para ello la palabra, la fuerza de la palabra es imprescindible, así como cierto esteticismo. Aunque deja claro que lo fundamental es el tema. También opinaba que la creación artística se basa en “la necesidad de hacernos sentir esenciales ante el mundo”.
Pensamiento que se repite en Harold Bloom. Sartre al igual que Bhartes añade al lector como ente necesario para completar la obra, para atestiguar la intención inequívoca del autor: “escribir es, pues, a la vez desvelar el mundo y proponerlo como una tarea al lector. Es recurrir a la concienciade otro para hacerse reconocer como esencial”. Lo interesante e ineluctable de la teoría literaria es el reconocimiento de todas las generaciones del poder de la literatura, de las posibilidades que ofrece en todos los sentidos, desde el espiritual, estético, hasta el político y social. En cierto modo me da la impresión de que el hecho de escribir teoría literaria parece legitimar, normalizar hasta despenalizar cualquier acto por cruento que parezca. El hecho literario nos hace más humanos, nos identifica, nos propulsa más allá de cualquier segmentación, de cualquier posible fragmentación. El hecho literario nos hace más humanos que la propia vida. Refrenda nuestra posición, nuestra existencia, nos coloca en un lugar de privilegio, nos da la posibilidad de reconocernos en el espejo, aunque esos del espejo finalmente no seamos nosotros.
A este respecto me vienen a la memoria unas providenciales palabras de Thomas Mann en La montaña mágica, que me parecen definitivas, alentadoras y muy reveladoras. Palabras que escenifican a la perfección el papel de la literatura en la humanidad: “Toda la civilización y todoperfeccionamiento moral parten del espíritu de la literatura, que es el alma de la dignidad humana”.
“El proletariado finalmente conquistará el poder para acabar para siempre con la cultura de clase y abrir paso a una cultura humana”.
Cierto, el compi Stalin, el satánico Stalin, acabó para siempre con el bueno de Trosky con un piolet a distancia, manejado el tal adminiculo por un comunista español. Asi se hacia politica en los tiempos «heroicos»
Genial articulo . Gracias por seguir enseñandonos