La espía que se convirtió en la primera escritora de éxito de Inglaterra
Por Alejandro Gamero (@alexsisifo)
Corría el año 1666. Carlos II llevaba seis años en el poder, después de que Inglaterra estuviera once años sin rey, durante el periodo conocido como Commonwealth, en el que Oliver Cromwell persiguió con crueldad a los católicos y dejó que fueran torturados por blasfemos, a pesar de que en teoría se permitía la libertad de culto. Fanático seguidor del protestantismo, Cromwell fue especialmente brutal en la conquista de Irlanda y Escocia, llevado por la convicción de que luchaba contra herejes. Frente a ello, el reinado de Carlos II dio paso a la Restautación, una época de enorme agitación política en la que la nación acabó en guerra con los Países Bajos. Como consecuencia, ambas potencias se llenaron de espías, muchos de ellos con la misión de urdir conspiraciones en las sombras para derrocar los gobiernos de los respectivos países rivales.
En este contexto surge Aphra Behn, la espía que se convirtió en la primera escritora de éxito de Inglaterra. Convertida en la agente 160 y bajo el nombre falso de Astrea, el gobierno inglés asignó a Aphra Behn una misión: viajar a Amberes y encontrar a un soldado llamado William Scot para convencerlo de que se convirtiera en espía para la causa. El problema era que el gobierno estaba casi en bancarrota y el espionaje no era una actividad bien remunerada. Las 50 libras que Behn recibió como pago adelantado por su trabajo apenas le llegó para cubrir los gastos del viaje, e incluso llegó a pasar una temporada en prisión por deudas. Así que Behn decidió dedicarse a una actividad todavía más azarosa que el espionaje: se convirtió en escritora.
Poco se sabe en realidad de la vida de Aphra Behn antes de su comienzo en el mundo de las letras. Se supone que nació en 1640 en el seno de una familia muy humilde. Durante su niñez viajó a una plantación colonial de la Guayana holandesa, en Surinam, donde asistió a varias rebeliones de esclavos, vivencias que luego plasmaría en novelas como Oroonoko o El esclavo real, considerada esta última como la primera novela que abogaba por la abolición de la esclavitud y que la ha llevado a ser considerada la madre de la novela inglesa. En 1664 se casó con un acaudalado comerciante alemán, pero este murió poco tiempo después, quizá debido a la gran plaza que azotó Londres entre 1665 y 1666. Arruinada, y después de haber probado suerte con el espionaje, Behn descubrió que la pluma era una forma de ganarse la vida que no se le daba nada mal.
El momento histórico era el propicio para que surgiera una personalidad como Aphra Behn. Después de que las autoridades puritanas hubieran prohibido las representaciones públicas durante 18 años, en 1660 se produce la reapertura de los teatros, y con ella el renacimiento de la dramaturgia inglesa. La conocida como comedia de la Restauración se caracterizó sobre todo por su carácter libertino, una cualidad alentada por el rey Carlos II ‒de los innumerables hijos ilegítimos que tuvo llegó a reconocer a catorce‒ y por su corte. En este ambiente Behn llegó a alcanzar casi tanta fama por lo que escribía como por sus conquistas amorosas, entre las que se menciona al mismísimo Carlos II.
Con una veintena de comedias, poemas y varias novelas, Aphra Behn fue una de las primeras escritoras profesionales de la literatura inglesa, consiguiendo un éxito casi a la altura de su amigo el poeta John Dryden. Incluso llegó a contar entre sus mecenas a personalidades como el duque de York, el duque de Buckingham o el rey Jacobo II. Y todo eso teniendo en cuenta lo más importante de todo: Aphra Behn fue una mujer en un mundo de hombres. Behn, que era consciente de esta situación, escribe en el prefacio de una de sus obras: «Esta obra no tiene otra desgracia que la de salir de una mujer. Si hubiera sido propiedad de un hombre, aunque fuera el más aburrido, habría sido una obra muy admirable». No solo la convertía en adelantada a su tiempo su determinación de triunfar en un territorio de hombres. Muchas de sus obras tenían un mensaje tremendamente moderno. Además de sus novelas antiesclavistas, muchas de sus piezas teatrales, como El Matrimonio Forzoso o Golpe de suerte, atacan la costumbre del matrimonio por conveniencia en defensa de la mujer.
Su actitud independiente y desenvuelta, impropia de una mujer, hizo que a partir de su muerte en 1689 fuera menospreciada por los críticos, todos ellos hombres, y tachada de personaje controvertido y libertino. En el siglo XVIII Alexander Pope la despreció por el tratamiento excesivamente explícito que hacía del sexo y de las relaciones.
Así fue hasta que en el siglo XIX, doscientos años después de su muerte, Virginia Woolf reivindicara su memoria en Una habitación propia, dedicándole estas palabras: «Todas las mujeres juntas deberían ir a lanzar flores sobre la tumba de Aphra Behn, pues fue ella quien les enseñó que tenían derecho a permitir que sus mentes hablasen». A partir de la alabanza de Woolf, cada vez más estudiosos se han unido en la reivindicación de la figura de Aphra Behn como una de las precursoras del feminismo. A través de sus obras, Behn consigue dejar constancia de la injusta existencia de las mujeres en una sociedad misógina, así como reflejar de un modo irónico y crítico sus relaciones con los hombres.