Joaquín Sabina homenajea a la música en su segundo concierto en Madrid
Por: Pilar Martínez
El flaco de Úbeda concedió el pasado jueves su segundo concierto en la capital española. Joaquín Sabina deslumbró a un público entregado desde el primer momento. Recibido entre vítores y aplausos, el cantante utilizó la primera parte de su actuación para presentar su último trabajo discográfico Lo niego todo, justamente con el single que da título a esta obra abrió la puerta a las dos horas y media de música y poesía que brindó al público de Madrid.
Las expectativas eran altas, no solo para el ubetense, sino también para el público de la capital, siempre agradecido, pero también de los más exigente. Los asistentes cantaron desde el primer momento sus últimas melodías, siempre con el deseo de dar comienzo a los grandes clásicos. La primera media hora sirvió como calentamiento ante el gran espectáculo que fueron las dos horas posteriores. La actuación fue ganando intensidad con el paso del tiempo con un Joaquín eufórico, fuerte sobre el escenario, sin síntomas de agotamiento y con claros signos de emoción.
Superviviente si, maldita sea, resonaba en el Wizinck Center cuándo Sabina comenzó a entonar Lágrimas de Mármol. Tras el éxtasis de la canción más rítmica de su último álbum, llegó Quién más quién menos, melodía sutil, un sentido recordatorio de su estilo en los años noventa, con letra marcada y metáforas grecolatinas. Con su última ranchera Posdata, el cantante ponía fin a la primera parte del concierto, un tiempo menos vibrante que el que acontecería posteriormente.
A esas alturas del concierto, Sabina había cumplido, Pero el público quería más, quería aquellas canciones que crearon la leyenda de este artista. El público explotó en júbilo con la llegada de Pongamos que hablo de Madrid. Si todavía quedaba algún corazón despistado sin conquistar, con su pequeño homenaje a la ciudad que tanto le ha dado, Sabina lo enamoró. El cantante no se olvidó de su gran amiga Chavela Vargas, la emoción de Por el Boulevard de los sueños rotos invadió el antiguo Palacio de los Deportes.
Mención aparte merece la banda que siempre acompaña al cantante en sus actuaciones. Si algo siempre ha caracterizado a Joaquín es el amor por sus músicos, aquellos a los define como su familia. Una cariñosa presentación de cada uno de ellos llegó a mitad de concierto, sin embargo, fue Pancho Varona, que entonó en solitario La del pirata cojo quien se llevó la mayor parte de los aplausos de los asistentes.
Tras este breve paréntesis Sabina volvía al escenario para seguir derrochando música. Con su voz rasgada, su bombín y su alma abierta al público de Madrid entonó Tan joven y tan viejo, se acordó de su querida Magdalena y compartió un pedacito de su adorado México con Noches de boda y Nos dieron las diez.
El concierto contó con una actuación muy especial, para sorpresa de todos los asistentes Leiva compartió escenario con Joaquín Sabina al son de Princesa y Por Delicadeza. Con la actuación en su punto más álgido, Pastillas para no soñar fue el broche de oro para un concierto que recordó al público de Madrid la causa de que Joaquín Sabina siga en la cumbre del panorama musical.
¿Tiempos pasados fueron mejores? Puede que haya quien piense así. Pero hay algo que no se puede negar, a sus casi 70 años Joaquín Sabina sigue pisando con fuerza cada escenario, emocionando a sus seguidores dando lecciones de música. El público lo dejó claro, volvería a vivir esa mágica actuación 19 días y 500 noches más.