Undercurrent, de Tetsuya Toyoda
Por Owen L. Black
El grifo sigue abierto, el agua que cae va llenando, poco a poco, las bañeras del sentô, pero Kanae no está allí. Aunque sus ojos miran la escena, su expresión está vacía y tiene la cabeza en otros asuntos.
De esta forma tan cotidiana y aparentemente anodina, nos presenta Tetsuya Toyoda (1967) a su protagonista, Kanae. Una mujer que regenta un sentô. Típico baño tradicional japonés, donde los habitantes de los barrios tienen la costumbre de acudir para socializar y descansar el cuerpo. Así transcurren sus días junto a su marido, llevando una vida normal, hasta que un buen día desaparece sin motivo aparente. Entonces, Kanae se hunde entre sus dudas, miedos y recuerdos de un pasado que creía conocer de una forma clara y definida, pero que quizás estaba más enturbiado de lo que pensaba. Al igual que el agua de sus bañeras, uno puede ver la superficie sin demasiados problemas, pero cuando se abren los grifos, ¿qué es lo que hay debajo, cuando se agita la corriente y se llega hasta el fondo de baldosas?
Este manga nos presenta un universo de sutilidad, donde lo que se observa a simple vista no es lo más importante, sino solo lo que se quiere mostrar para aparentar que todo va bien.
Toyoda nos presenta a Kanae y a Hori, el ayudante del sentô, que llega tras la desaparición del marido de esta. Dos personas que están rotas por dentro y tienen que encontrarse a sí mismas, en un mundo real y cotidiano. Sin artificios, ni imposturas de ningún tipo.
Aquí el lector no va a encontrar acción, ni grandes escenas dramáticas, ni magia o fantasía japonesa. Y eso es justo lo mejor que puede pasar, ya que el autor nos enfrenta a algo mucho más a mano, pero que nos negamos a ver normalmente. La cotidianeidad, el día a día. Y como su paso, lento y sin pausa, puede ser lo más devastador de nuestra existencia. No hay grandes, ni épicos momentos, pero nuestra vida diaria es lo único que tenemos.
Así aparecen las preguntas, ¿sabemos quiénes somos, lo que hacemos con nuestra vida, conocemos nuestro entorno y a las personas que nos rodean? Toyoda va planteando estas cuestiones transcendentales en la vida de cualquier ser humano, a través de un dibujo firme y preciso que crea escenas de gran lirismo y belleza, con elementos tan sencillos como una habitación o la limpieza diaria del sentô.
Medias verdades, dolores que nunca se confiesan, opiniones de todos sobre los asuntos de los demás cuando no reflexionamos ni sobre nuestra propia vida. Todo eso se entremezcla en este manga que emociona y se hace corto, ya que se compone de un único tomo.
Para llegar hasta Kanae y Hori, hay que estar mentalmente tranquilo, sino quizás nos arrastre la corriente. Conocer su mundo, ese barrio tan normal, con ganas de saber todo acerca de estos personajes que hundidos en su vida diaria, no dejan de buscar el camino para salir a flote. Esto nos puede dejar más de una cicratiz pero, aunque duela, como dice el abuelo Sabu al final:
«Hablar no garantiza acabar entendiéndose, pero por lo menos no te pudres por dentro».
Una joya muy recomendable de este otro tipo de manga menos comercial, pero muy especial que se hace imprescindible.
Vídeo de la reseña de Owen L. Black.
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