'Yo misma, supongo', de Natalia Carrero

Por Ricardo Martínez Llorca

@rimllorca

Yo misma, supongo

Natalia Carrero

Rata Books
Barcelona,
160 páginas
 

Viaje al supermercado

Autoficción. Esa es la palabra que ha venido a salvar a este tipo de literatura, que la constituye en un género literario. Uno no puede dejar de recordar la anécdota de la conversación entre Juan Carlos Onetti y Eduardo Galeano. El primero le dijo al segundo que escribía para sí mismo. Galeano le contestó que entonces se enviara a sí mismo los manuscritos por correo para poderlos leer. Sabemos que lo que Onetti practicaba no era autoficción. Pero da la sensación de que la respuesta de Galeano se podría aplicar a esa literatura que, hasta la fecha, los más desconsiderados calificaban como onanismo mental. No seamos groseros. Ni desconsideremos el valor de esta literatura. Está bien que se catalogue como un género o subgénero, porque nos ayuda a ubicarla, pero el valor intrínseco de una obra se desprende de la lectura, no de un catálogo o un juego de imaginación entre amigos.

Yo misma, supongo, es algo así como un viaje al supermercado. Existe todo un mundo, cotidiano y hasta vulgar, que podríamos sonsacar si tomamos ese viaje como una metonimia. Estamos leyendo una novela de situación, repartida a lo largo de los años, pero en la que la narradora no parece avanzar hacia ningún lugar, como no parece avanzar la vida. Se plantea preguntas, pero no encuentra respuestas. De hecho, solo ocasionalmente las busca. Sin respuestas, es complicado modificarse. A pesar de la prostitución juvenil que practica para independizarse de la familia. ¡Ah! Sí, claro. La familia. Es algo inherente al viaje a un supermercado. Las relaciones filiales están presente en el carrito de la compra, como lo están eso que se conoce como leyendas urbanas. Un ejemplo de leyenda urbana: la música de Mecano sonando en los altavoces de ambiente del supermercado. Da la sensación de que son leyendas con propósitos muy pequeños.

En ese ambiente, lo normal es la asfixia. Así es como escribe Natalia Carrero, y como comenta sus pactos de pareja o la resistencia a hacerse mayor. Por momentos, utiliza la literatura para flagelarse. Eso es algo que nos recuerda, sin remedio, a Juan Goytisolo. Pero, a diferencia de este, Carrero no quiere equivocarse. Su intención es otra. Pretende que todos seamos ella, o la narradora. Si uno se pone estupendo con el análisis, ahora tendríamos que hablar de rizomas literarios y metatextos. Pero no. Se trata de un ama de casa que piensa como un ama de casa y escribe como un ama de casa. La literatura es otra cosa. No pretender hacer literatura, es la mejor forma de llegar a ella. Carrero escribe con la intuición, pues con eso debería ser suficiente para hablar de un viaje al supermercado. Aunque no le queda más remedio que sentirse sometida y desquitarse escribiendo. ¿Para quién? Para desahogarse. Pero desahogarse no es un lector. Es una inercia. La narradora misma reconoce estar lejos de la novela clásica, con conocimientos útiles para la convivencia. Eso es lo que hace interesante este libro: alejarse de la novela clásica. Viajar al supermercado.

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