Teatro para leer: Teatro Caníbal Completo, de Francisco Morales Lomas
Por Miguel Ángel Jiménez Aguilar
Título: Teatro Caníbal Completo (Vols. I, II y III)
Editorial: Ediciones Carena, Barcelona, 2014, 2015 y 2017
Los tres volúmenes que conforman hasta la fecha Teatro Caníbal Completo, de Francisco Morales Lomas (el Vol. I reúne las obras Vaffanculo y Los monstruos de la razón; el Vol. II, Los ídolos, El hombre de hierro, El buen salvaje y su prima de Verona y Cumpleaños feliz, papá; y el Vol. III, La farmacopea; El encuentro; El pordiosero; El poeta caníbal; El hombre de color; El descubrimiento; El ascensor y la cabra; El mecánico; La prima; Los inmigrantes y La casa) son la expresión de una dramaturgia precisa para un mundo voraz e insaciable. Cualquier constante cultural o ideológica, cualquier lugar común que nuestra tradición o historia nos hayan legado puede servir de ingrediente para el festín y ser cocinado y servido por el dramaturgo en forma de plato frío ante el lector/espectador/caníbal.
Con influencias reconocibles y reconocidas, como las de Valle-Inclán, Miguel Mihura o el teatro del absurdo, Morales Lomas, profesor de Universidad, presidente de
la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios, y autor de más de treinta títulos, entre otros méritos, adereza en cada pieza un cóctel no siempre fácil de digerir, que, bien en crudo, bien macerado, deja un indefectible sabor agridulce, según el aderezo con que prepare cada una de sus criaturas. Lo añejo de obras como Los monstruos de la razón o Los ídolos forman una combinación explosiva con los platos más tradicionales de una sabrosa cocina familiar, como en El hombre de hierro o Cumpleaños feliz, papá. Por ello, Teatro Caníbal Completo se presenta como un menú crudo, en su conjunto, que ahora podemos volver a oler y degustar en toda su amplitud y con todos sus matices.
Con la publicación del tercer volumen, pues, Morales Lomas quiere incidir de nuevo en las heridas y desmenuzar sobre el texto/escenario/bandeja no solo la naturaleza y la (sin)razón del ser humano del siglo XXI, sino incluso al propio lector/espectador/caníbal, a quien pretende desvelarle y desmigajar ante él las entrañas de nuestra sociedad y nuestra cosmovisión, hasta saciar convenientemente su apetito. Y para ello, como si de un ritual atávico se tratase, manipula con precisión cada sustancia, en ocasiones con suntuosidad, en otras con presteza, hasta reelaborar la (re)presentación última y definitiva del plato, para que el osado comensal lo pruebe y lo devore desde su cómodo sofá o butaca. Porque el Teatro Caníbal requiere la presencia de los invitados para darle forma a la ceremonia, una especie de sangría condimentada con las especias más diversas: desde el chiste culturalista, hasta la descontextualización y deconstrucción de nuestro concepto ancestral de la comedia y el drama. Solo así se comprende que Jesucristo se encuentre y dialogue con Don Quijote, o Manuel Azaña con Francisco Franco, para hablarnos, eso sí, de lo que más nos atañe e importa: quiénes somos, en qué nos hemos convertido y hasta qué punto estamos dispuestos a darnos el atracón.