'Knockemstiff', de Donald Ray Pollock
Por Ricardo Martínez Llorca @rimllorca
Knockemstiff
Donald Ray Pollock
Traducción de Javier Calvo
Literatura Random House
Barcelona, 207
210 páginas
Un ejemplo: un chico de doce años se masturba en el granero y es descubierto por su padre; en lugar de una revista porno, utiliza la muñeca de su hermana de cuatro años, tipo Nancy; el padre le grita que pare, pero el chico está en un momento que decide no parar y termina salpicando la cara y el pelo de la muñeca de su hermana delante de su padre. Y el cuento sigue, pues esto es solo el comienzo las dos primeras páginas. Pero sin la objetividad de este párrafo, sino con un lenguaje bronco y en ciertos momentos con hallazgos que sorprenden. Y así una página tras otra. De no ser porque detrás de cada relato se esconde una reinvención de un clásico, en este caso es el mito de Pigmalión, recomendaría a los de vísceras delicadas que no se tomen la molestia de seguir leyendo. Donald Ray Pollock, (Knockemstiff, Ohio, 1954) da un paso hacia el más duro todavía del realismo sucio.
La Hondonada es el condado cuya capital es Knockemstiff, en medio de ninguna parte, o, como sugería el título de la excelente obra de William H. Gass, en el corazón del corazón del país. Es el Yoktapanawpha de Pollock, pero es regresar con la fantasía a su origen, viajar en el espacio-tiempo para interpretar un lugar grotesco, repulsivo. Son relatos que podrían ser crónicas, si uno acepta el pacto narrativo. No es fácil y no nos atrevemos a pronunciarnos sobre hasta qué punto merece la pena pronunciarse. Por nuestra parte, enunciamos ya aquí, al menos hasta el de seguir leyendo su obra para despejar dudas. Pollock escribe un libro sobre la cartografía humana de la América profunda donde lo ridículo es lo pintoresco que es esa América despegada del resto de la humanidad, sobre gente que necesitan el cine, aunque crean lo contrario, porque están convencidos de que la vida real no tiene nada de malo. El ejemplo con el que iniciamos esta reseña, es la vida real que no tiene nada de malo, pero es uno de los ejemplos más ingenuos que encontraremos. Esa cartografía, en la que se establecen puentes entre personajes de los relatos, se cruzan las historias y el narrador cambia el punto de vista como en un plano/contraplano, está llena de gente fetichista y de feísmo. Es de suponer que el libro le ha servido a Pollock para saldar deudas, aunque sea echando sal a la herida.
La vida real, título de la primera crónica, pretende ser una denuncia de la violencia, pero es, Pollock lo sabe, una apología de la misma. Es como si el verdadero Hommer Simpson se armara con una metralleta y matara a nuestros vecinos. Los Simpson no son el único tipo de referente. Hemos mencionado a Pigmalión. También a Huckleberry Finn, sanguinario, voyeur, que asiste al show de unos hermanos adolescentes que follan junto al río para buscar la redención. También al personaje clásico americano del vendedor a domicilio es capaz de darle la vuelta, porque Pollock se atreve con cualquier mito o leyenda o clásico narrativo. También con las pesadillas freudianas y con un road movie en el que los protagonistas, giren por donde giren, terminan volviendo a La Hondonada, y son violados por la mujer a la que pretenden violar. O con eso de ser buen samaritano, que te obliguen a ser amigo de lo peor, sin que te expliquen, a los nueve años, en qué consiste ser lo peor en Knockemstiff. Este es un libro que será querido por unos y denostado, por desagradable, por otros. Pero que nos dejará con la intriga de saber si realmente hay pus donde debería haber sangre.
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