Fuente Ovejuna vuelve a levantarse contra la tiranía de la falocracia

Por Horacio Otheguy Riveira

El abuso de poder se presenta como un excitante espectáculo de aventuras, que no omite su ramalazo de terror ante la tiranía sobre las mujeres, seres indefensos, como de otro planeta, con los que sacian sus apetitos los vencedores, enarbolando un fálico autoritarismo de ilimitadas consecuencias. Pero cuando ya no aguanta más, la tragedia se torna vulnerable ante la unión de un pueblo desaforado, capaz de unirse para un asesinato tan justo como necesario.

Varios centenares serán torturados en busca de un culpable, pero el pueblo de Fuente Ovejuna se enorgullece de haber liquidado al violador, y la respuesta no tiembla en sus labios: «Fuente Ovejuna lo hizo». La unión hace la fuerza y la proclama popular alcanza a los reyes Fernando e Isabel, quienes los exculparán de todo castigo. Otra vuelta de tuerca trágica, porque si esta autoridad benevolente no hubiera así decidido, el pueblo sería destruido por completo como ha sucedido y sucede a menudo (ejemplos abundaron a lo largo de la historia por parte de autoritarismos evidentes y otros emboscados en falsas democracias, hasta hoy). Aunque aún vivimos en un mundo de falócratas, no es verdad que todo siga igual, que haya puro círculo de eterno retorno. Si miramos hacia atrás y alrededor veremos que hoy millones de mujeres se debaten con más y mejores armas reconstruyendo, entre bárbaros envites, la esperanza de un mundo mejor en compañía de hombres justos. Tal el objetivo de este trabajo bien provisto de brío e imaginación.

Lo que ya estaba en el Lope de 1619, la versión de Alberto Conejero lo enriquece sobre coordenadas del teatro de hoy. Así como el genial autor del Siglo de Oro veía las bondades de la Monarquía Absoluta de su tiempo como salvoconducto de los Reyes Católicos hacia una deriva más justa contra el abuso eclesiástico-militar de cierta aristocracia, y aprovechaba hechos reales ocurridos siglo y medio atrás, aquí y ahora Alberto Conejero (La piedra oscura, Odisea —Proyecto Homero—, Ushuaia) incorpora su propia mirada dando realce a la comunidad como ente complejo y felizmente contradictorio, pues sin fuerzas opuestas en un mismo ser o colectivo no hay teatro, no hay vida, algo profundamente hermoso en toda la obra de Lope de Vega, quien siempre lucha consigo mismo en pos de un ser limpio de impurezas, justiciero en las peores circunstancias.

La puesta en escena de Javier Hernández-Simón resuelve bien estética y coreográficamente apoyándose en la pujante interpretación de La Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico en un gran esfuerzo por dominar el difícil arte de la tragedia del Siglo de Oro. Un joven director que cuenta con la incomparable experiencia de Pepa Pedroche como ayudante de dirección.  El resultado es de una gran riqueza coral con muy pocas interpretaciones que destaquen sobre el conjunto. La animalidad fascinante de los personajes se traspasa con fluidez a un elenco que se entrega con plenitud de poderes en voz, verso y expresión corporal.

La pasada temporada cerraron con una comedia formidable, La villana de Getafe, también de Lope, felizmente adaptada a los tiempos modernos. En esta Fuente Ovejuna  se enfrentan a situaciones mucho más hostiles, personajes y situaciones distantes en tiempo y espacio, volcados en una recreación humanista singular, adecuadamente resuelta a través de una dirección en la que resultan prioritarios sus movimientos físicos en una plaza de toros tan realista como simbólica por la que los personajes huyen de la ferocidad de los soldados, o disfrutan de la libertad conseguida a golpe de sacrificios y coraje.

En síntesis, un espectáculo que conmueve con las justas armas de un tema terriblemente actual, tanto en la vida cotidiana como en las guerras: la mujer como un objeto deseado por hombres que las desean, consumen y desprecian. Aún hoy hay numerosos territorios donde una vez violada la presa es marginada por su propia familia cuando no apedreada hasta morir. Este panorama sin duda angustioso e incluso terrorífico está muy bien planteado en el texto de Conejero y en la interpretación general, con algunas escenas de notable aporte contemporáneo, como cuando Jacinta (Loreto Mauleón, cautivadora presencia, conmovedora tonalidad) reclama su derecho al resentimiento, ya que fue violada sin que nadie la defendiera, ni protestara después, mientras que sí hierve la sangre de todos al tratarse de Laurencia, la hija del alcalde (Paula Iwasaki, vulnerable, cobarde y osada en una tríada de perfiles bien dominados).

En el centro, Loreto Mauleón (Jacinta), y detrás, de blanco, Paula Iwasaki (Laurencia): víctimas de diferente condición social.

PASCUALA ¿Qué es esto? ¿De qué das voces?
LAURENCIA ¿No veis cómo todos van
a matar a Fernán Gómez,
y hombres, mozos y muchachos
furiosos, al hecho corren?
PASCUALA Di, pues, ¿qué es lo que pretendes?
LAURENCIA Que, todas puestas en orden,
acometamos un hecho
que dé espanto a todo el orbe.
Jacinta, tu grande agravio 
que sea cabo.
JACINTA Responde
Fuenteovejuna muy tarde
y solo a importantes voces,
que cuando a mí me llevaron
no hubo mujer, no hubo hombre,
que por mi honor batallara.
¿Son mis agravios menores?
Cuando mi cuerpo injuriaban
del Comendador los hombres 
vosotros ricos manteles
colocabais cien en donde
vuestras bodas celebrar
olvidados de dolores.
No me pidas que te siga 
ni banderas enarbole.
Que no hay justicia ninguna
cuando a pocos corresponde.

Por su parte, el temible Comendador sobre el que gira toda la historia queda en manos de la veteranía bien medida de Jacobo Dicentaquien dosifica de manera muy notable la capacidad de crueldad y de soberbia de quien está convencido del poder incuestionable de su rango para cualquier cosa que se le antoje, sea entre muslos de jóvenes apetecibles, como sobre los azotes a un pueblo desobediente, siempre al borde de la muerte. Y también es capaz de emocionar cuando no entiende que todos se eleven sobre su perdida, humillada autoridad.

Es esta una versión limpia de ataduras atávicas, que vuela con fuerza propia, acompañada por un enérgico director que hace de la doliente animalidad de la tierra trabajada un canto de esperanza, especialmente compuesto en un fresco muy interesante en el que las mujeres huyen y se espantan ante la ferocidad de los machos, pero son dulces y sensuales en plena aceptación de sus deseos y amores consagrados por ellas mismas: texto y espacio escénico brindan pasión, muerte y resurrección de una obra maestra no por antigua menos contemporánea.

 

La condición de clásico de esta obra de Lope de Vega radica en la capacidad que tiene de resultar contemporánea, viva, como recién creada, a lo largo de los siglos.  Porque todo lo que está vivo es frágil y a la vez amenazante. Siguiendo la premisa de Brecht, procuré la intimidad y no la intimidación ante esta luminaria en verso de la experiencia humana.

He visitado el texto desprendiéndome de los parapetos del estudio y de la tradición para descubrirla como un viajero desnudo de certezas. Se trata de encontrar lo que Fuente Ovejuna sabe de nosotros y no lo que nosotros creemos saber de ella.

Creo de este modo haber sido absolutamente leal a la Fuente Ovejuna que descubría y no tanto a aquella que cierta tradición me había relatado. Porque más allá de la visión heredada —ésa en la que un pueblo heroico se levanta contra el tirano—, el texto es una radiografía feroz y punzante de las bondades y miserias de cualquier comunidad social. Un retrato contradictorio de lo que somos como sociedad. De cómo reaccionamos según nuestros propios intereses ante la cadena imantada del Poder. De cómo en ocasiones todo parece cambiar para que todo pueda seguir igual. De quiénes propician y amparan la violencia como una voladura controlada. De la colisión permanente entre los intereses individuales y los colectivos. En definitiva: de la condición humana capaz de los actos más generosos y esforzados pero también de los más míseros y atroces. (Alberto Conejero)

Versión: Alberto Conejero
Dirección: Javier Hernández-Simón
Ayudante de dirección: Pepa Pedroche

Reparto (por orden de aparición): Jacobo Dicenta, Marçal Bayona, Miker Aróstegui, Alejandro Pau, Paula Iwasaki, Ariana Martínez, Loreto Mauleón, Pablo Béjar, Almagro San Miguel, Carlos Serrano, Kev de la Rosa, Aleix Melé, David Soto Giganto, Raquel Varela, Miguel Ángel Amor, Daniel Alonso de Santos, Sara Sánchez, Marina Mulet, Nieves Soria, Silvana Navas, José Fernández, Carolina Herrera, Cristina Arias

Lope de Vega, 1562-1635.

Coreografías: Marta Gómez
Asesora de verso: Chelo García
Iluminación: David Hortelano
Espacio sonoro y música original: Álvaro Renedo
Vestuario: Beatriz Robledo
Escenografía: Bengoa Vázquez
Teatro de la Comedia. Del 19 de mayo al 11 de junio 2017.
Gira:
Festival de teatro Clásico de Cáceres (16 de junio), Centro Niemeyer, Avilés (8 de julio),  Festival Olmedo Clásico (14 de julio) y Festival de Almagro (19 a 23 de julio).
 
 

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