Los esclavos de mis esclavos: una aventura apasionante
Por Horacio Otheguy Riveira
Dos hombres y una mujer secuestrados en Afganistán,sobreviven encadenados al calor de sus carencias y pasiones personales. Los esclavos de mis esclavos, de Julio Salvatierra, es una gran experiencia de teatro-periodístico, a través de la cual el espectador recibe una información bien documentada acerca de un fenómeno político militar sobre el que pesa una interesada desinformación. Mientras Estados Unidos enarbola con sus aliados la bandera del «mundo libre», el fanatismo musulmán despliega sus fauces en conflicto con la voracidad Occidental y el afán pacificador de otros creyentes.
En escena, personajes muy interesantes abren el corazón de gente de dentro y de fuera: un afgano escritor de éxito en Estados Unidos, un español cooperante en busca de su propia existencia, entre el afán de ayudar a los más necesitados y ayudarse a sí mismo a encontrar un camino posible; y una mujer de carácter, ex-asesora militar, en busca de verdades que hagan factible un camino redentor para su propia vida alejada de un hijo de 7 años y en vías de divorcio. Lo personal y lo social se entrelazan en una dinámica de teatro apasionante que fluye con poético dinamismo, con mucha acción dramática entre personajes cuyas cadenas arraigadas al suelo no les impiden volar con la imaginación, sin separarse del conocimiento de causa de seres lúcidos dispuestos a reír y soñar en medio de una cautividad de difícil alternativa.
Julio Salvatierra ha desarrollado su texto con firme base en hechos reales (fundamentalmente: An evil cradling, de Brian Keenan, profesor irlandés cuatro años y medio en poder de integristas chíies en Líbano; y Captive , de Jere Van Dyk, periodista estadounidense cautivo dos meses en una prisión talibán de las montañas). Con gran conocimiento de las peculiaridades escénicas, no hay aquí discursos sino diversas perspectivas que confluyen en la común necesidad de una mayor Justicia en un mundo marcado a fuego por el bárbaro colonialismo que imponen intereses políticos blindados que impulsan un terrible tráfico de armas.
Rober, Ismail y Anik, europeos ligados al mundo de la cooperación, junto a Amina, mujer talibán convencida de su situación, conforman una historia de gran actualidad desarrollando escenas donde el humor se codea con la emoción más intensa (se produce uno de los abrazos más intensos y originales del teatro español de los últimos años, entre una prisionera y su carcelera que al fin libera su burka). Aristas y circunvalaciones son planteadas con gran poder de síntesis en una función que da pena que termine. Con un final tal vez precipitado, se llega a un puerto con varias salidas. Epílogo que nos deja sin fáciles remates, bien armados de información para debatir en torno a un tema en que millones de personas de diferentes lenguas y culturas están involucrados.
¿Cómo superar la inactividad, el encierro, el aburrimiento, la falta absoluta de información, las diferencias políticas y personales, encerrados en una situación límite? Los prisioneros van superando las crisis diarias gracias a una mezcla inestable de decisión, sentido común, locura, humor, rabia, secretos, comunicación, ternura y suerte. Y a la vez dejándonos entrever la trama de la gruesa tela geopolítica en la cual están, y estamos todos envueltos. (Meridional Producciones)
LOS ESCLAVOS DE MIS ESCLAVOS
Texto Julio Salvatierra
Dirección Álvaro Lavín
Intérpretes Elvira Cuadrupani, Inés Sánchez, Álvaro Lavín, Fran Cantos
Espacio escénico Meridional Producciones
Espacio sonoro Alberto Granados
Iluminación Luis Perdiguero
Vestuario Lupe Valero
Diseño gráfico Marianna Obregón
Vídeo y Dirección técnica Julio Salvatierra
Realización técnica Ignacio de los Ríos
Producción: Meridional Producciones
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