El otro lado de la esperanza (2017), de Aki Kaurismäki
Por Jaime Fa de Lucas.
Hasta el momento he visto cuatro películas de Aki Kaurismäki y esta es, sin ninguna duda, la más floja de todas. Es cierto que El otro lado de la esperanza aborda un tema de actualidad que atrae y tiene cierto interés, pero el desarrollo es tan frío, superficial y simplista que en ningún momento satisface las expectativas. Ni funciona como reflexión o análisis de la situación que viven los inmigrantes en Europa, ni como el chiste de humor negro que quiere ser. Ambas dimensiones apenas muestran profundidad o algún destello que las eleve por encima de la mediocridad.
El principal problema es que Kaurismäki no ha hecho un esfuerzo por empatizar con el extranjero, por entender lo que sucede en el interior de un refugiado, simplemente ha puesto sobre la mesa una serie de sketches de humor y listo. Parece que se da más importancia al gag humorístico que al conjunto narrativo, de ahí que haya escenas que perfectamente podrían existir de manera independiente respecto a la obra. En esencia, lo que falta es saber equilibrar el lado amargo con el dulce, mezclar el conflicto y la broma con maestría para que por lo menos el espectador perciba algo consistente.
Si analizamos la calidad humorística, El otro lado de la esperanza presenta un nivel bastante bajo. No se trata de humor inteligente, elaborado, sutil, más bien parecen las gracietas que se le han ocurrido a un adolescente en una noche de borrachera en la que sus padres no miraban. Y es que a una película que esquiva toda emotividad y toda reflexión lo único que se le puede pedir es que sus chistes sean graciosos. Pues me temo que ni siquiera eso. Incluso el acercamiento al absurdo es tan infantil que da vergüenza ajena –en el restaurante presumen de la rapidez de su cocina y le ponen a un cliente unas sardinas sin sacarlas de la lata… –. También cabría mencionar el cliché de los cabezas rapadas que persiguen al protagonista.
Kaurismäki siempre se ha caracterizado por una artificiosidad muy peculiar, con actuaciones algo asépticas y una fotografía y una puesta en escena que rozan lo teatral. Eso está presente y sí que se puede apreciar, aunque los actores podrían haber puesto más de su parte –o quizás el casting podría haber sido mejor–. El actor protagonista deja mucho que desear y sus secuaces más de lo mismo. Entiendo que se busca cierta teatralidad, sello distintivo del director, pero no hasta esos extremos en los que las actuaciones pierden eficacia.
Entrando más en materia –aviso de spoiler–, la parte final es un despropósito. La hermana y el hermano se encuentran por primera vez después de mucho tiempo –siendo ésta la motivación principal del protagonista– y apenas se emocionan, como si en lugar de árabes fueran finlandeses, algo que ejemplifica a la perfección esa falta de empatía con los personajes de la que adolece Kaurismäki. Continuando el sinsentido: si el objetivo del chaval durante toda la película es ver a su hermana, ¿cómo es posible que nada más verla le diga que vaya a pedir asilo, si sabe que eso conlleva la deportación? Hay una serie de decisiones narrativas que no son realistas y que además resultan algo anticlimáticas, de hecho, no hay más que ver la escena final, que estoy seguro que habrá dejado indiferente a más de uno.
Por último, remarcar que el director está tan desconectado emocionalmente de su película que la escena más conmovedora de todo el metraje se acaba antes de tiempo: cuando el protagonista se pone a tocar una canción que evoca la cultura de todos los inmigrantes que están recluidos en el centro y se les ve concentrados, sintiendo la canción y recordando su tierra, justo en ese momento mágico Kaurismäki corta la escena, dejando la canción sin terminar. Algo que no demuestra demasiada sensibilidad.
En definitiva, El otro lado de la esperanza resulta decepcionante, tanto por su insustancialidad como por el deplorable nivel cómico. Es el caso del tirador experto que se dispara en el pie, o peor, que a la hora de disparar se da cuenta de que sus balas son de fogueo.
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