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Belleza, moda y sociedad: un triángulo defectuoso

Desde muy pequeños nos enseñan que es el éxito, pero rara vez nos educan para saber digerir el fracaso. Quizás, más de un adulto haya pensado en reprochar sus miedos, inseguridades, o incluso problemas de autoestima a sus padres. Sin embargo, la gran mayoría de nosotros sabemos que educar a un niño no es una tarea nada sencilla, sobre todo, en un mundo cargado de violencia.

Ya en nuestra difícil y efervescente adolescencia, comprendemos que para alcanzar ‘el preciado éxito’ es necesario gustar, y si no lo sabemos aún, pronto llegarán los cánones de belleza y moda para recordarnos insistentemente el patrón estético que deberemos seguir. El problema reside cuando la tiranía de la belleza se convierte en un problema educativo y nos persigue con ímpetu durante toda nuestra vida.

El catedrático de Filosofía de la Educación en la Universidad de Granada, Enrique Gervilla Castillo, nos lo explica en este artículo publicado por la prestigiosa Fundación Dialnet: “La obsesión por el cuerpo perfecto ha conducido, especialmente a grupos de jóvenes, a una tiranía de la belleza. Ello dificulta en unos casos, e impide en otros, la coexistencia de otros valores de mayor urgencia y necesidad en nuestra vida”.

A la pregunta de cómo el consumismo afecta a los hogares españoles, según los últimos datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística, y recogidos aquí por el diario digital ELDIA.es señalan que: “Cada unidad familiar destinó 1.396 euros de media a comprar ropa y complementos en el presupuesto familiar del 2016. Convirtiéndose la moda así en la séptima partida presupuestaria para las familias españolas, por detrás de la alimentación y los transportes”.

La importancia de un espíritu crítico

Por otra parte, el filósofo y sociólogo francés, Gilles Lipovetsky, intenta explicarnos en una entrevista para la revista femenina Mujer Hoy, realizada por el periodista Juan Peces, como el consumismo no es tan malo siempre que se disfrute en su justa medida: “A veces sentimos la necesidad de vaciar la cabeza, y eso no es forzosamente una manipulación. Que a la gente le gusten las cosas superficiales no es un drama. Es importante adoptar un espíritu crítico. No ser una sociedad de meros consumidores”. Según afirma Lipovetsky, nos hemos convertido en una sociedad esclava del ideal de belleza, delgadez, y eterna juventud. Una tiranía de belleza que carga psicológicamente a muchas mujeres, haciéndolas más débiles y vulnerables a consecuencia de una baja autoestima.

No es posible que esta sociedad condenada al culto a la belleza crea que el éxito de sus relaciones profesionales, o personales dependerá principalmente de su aspecto físico. Por esta razón, si tienes alguna idea de cómo ayudar a la sociedad en este aspecto, o eres un profesional especializado en algunos de estos ámbitos, tal vez puedas empezar aportando tu granito de arena desde la creación de tu espacio propio a través de la Red, ya que como afirmaba uno de los pensadores más influyentes del siglo XXI, Zygmunt Bauman: “El futuro es, en principio al menos, moldeable, pero el pasado es sólido, macizo e inapelablemente fijo”.

Es decir, siempre podemos hacer algo más por las generaciones futuras. Empezando por ofrecerles unos valores más sólidos. Así al menos, nuestros jóvenes crecerán más ‘sanos emocionalmente’ en este mundo tan caótico, construido únicamente por adultos.

La escritora estadounidense Amanda Filipacchi describe en su libro titulado ‘La dichosa importancia de la belleza’ como los adultos juzgamos a diario sin darnos cuenta: “Creemos que conocemos a las personas. Creemos que lo que vemos es lo que hay. Casi nunca nos preguntamos qué pasa detrás del telón”. Al fin y al cabo, más de uno hubiéramos reaccionado igual que el personaje de la Bestia de la película ‘La Bella y la Bestia’ cuando la vieja pordiosera con bastón en mano le pidió cobijo, y éste se lo negó dejándose llevar exclusivamente por las apariencias. Ahora más que nunca, deberíamos recordar que la belleza está en el interior, y por fin, cambiar las reglas del juego.

 

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