“Ya no me siento a gusto en este mundo” y “Todo o nada” (Netflix)

 
Por Jaime Fa de Lucas.
Netflix está revolucionando el panorama cinematográfico. Estamos de acuerdo. Pero lo está revolucionando más por cantidad que por calidad. Su plataforma de visionado tiene miles de usuarios y precios asequibles, pero a nivel audiovisual deja mucho que desear, por lo menos en España. Además, como productora es un verdadero despropósito, muy pocas producciones de la casa merecen verdaderamente la pena. Y lo que es peor: las películas que en un principio parecen prometedoras acaban decepcionando. Es el caso de dos de sus más recientes producciones, los largometrajes Ya no me siento a gusto en este mundo, dirigido por Macon Blair, y Todo o nada, de Joe Swanberg. Me deshago en bostezos ante la penosa calidad de ambas.
 
Ya no me siento a gusto en este mundo es una película que empieza con buen pie, introduciendo a la protagonista con un toque indie, cool, agradable, a través de situaciones que a más de uno nos han ocurrido y que nos permiten empatizar fácilmente con ella, al mismo tiempo que nos sitúan del lado de los buenos de corazón. La fotografía está muy cuidada y el tono acompaña. No obstante, al poco tiempo, todo empieza a inclinarse hacia lo estereotipado, desarrollando una serie de clichés acompañados por un bombardeo de música extradiegética que rompen toda armonía y toda dirección aparentemente distintiva. La historia de una chica que sufre en su día a día la desfachatez del resto se convierte en la historia de dos inadaptados sociales que unen sus fuerzas para luchar contra una injusticia cotidiana, puesto que la policía, como ya hemos visto cientos de veces, es incompetente.
Queda claro que Macon Blair, que también es el guionista, desarrolla su historia como le parece, centrando su mirada en entretener más que en completar una obra coherente. En este sentido, cabe destacar la inverosimilitud de los giros finales, especialmente el que lleva a nuestra amiga a involucrarse en una situación incómoda tras un suceso tan desafortunado como rocambolesco, arbitrario, inverosímil… se acaban los adjetivos. Más adelante, los caprichos del guion obligan a que se produzca un baile de armas arrojadizas y pistolas que da vergüenza ajena, seguido de un juego del gato y el ratón con desenlace fortuito, injustificado, azaroso… siguiendo la misma línea de adjetivos. Hay que mencionar que Ya no me siento a gusto en este mundo se llevó el Gran Permio del Jurado en el último Festival de Sundance, un festival que aparentemente apuesta por el cine más independiente pero que, al parecer, debe estar en horas bajas.
 
Todo o nada resulta desagradable desde el elemento más básico: la imagen. Se presenta una imagen hipergranulada –grabada con una cámara de 16mm– que por momentos resulta borrosa e incluso molesta. Quizás en ese momento a Netflix no le daba el presupuesto para nada mejor… A nivel narrativo se produce un solapamiento de clichés: el hombre que no tiene trabajo estable que de repente tiene que cuidar una bolsa con dinero y aparece la tentación, con el único añadido de que esta vez el protagonista es un ludópata. A esto le sumamos la historia de chico conoce chica, con especial atención para la metáfora, que salta a la vista, de que ella es enfermera y él necesita que alguien le cuide, sazonada de forma tontorrona con el destino y blablabla. La previsibilidad del arco narrativo es infame: se ve que al principio le pasa algo bueno y que tarde o temprano le pasará algo malo. Un desarrollo a modo de valles y crestas, nivel parvulitos. Es más, Joe Swanberg es incapaz de camuflar su torpeza, pues al principio añade el símbolo “+” delante de los números para reflejar la cantidad de dinero que tiene el protagonista y, desafortunadamente, como no es un elemento natural, se hace evidente que tarde o temprano aparecerá el símbolo “–“. Dos o tres tropos y tropezones más tarde resulta que el protagonista vive solo en un piso, pero la pareja tiene que esperar a que se despeje la casa de ella para intercambiar fluidos… ¿Que se necesita más tensión?, pues el protagonista recibe una llamada de un tío, del que nada se sabía anteriormente, al que le debe dinero y que en breve va a salir de la cárcel. Nos quitamos el sombrero y seguimos sumando: la lógica de algunos personajes cambia según lo designa el guion, véase el asistente social que al principio le niega toda ayuda relacionada con el juego y que más adelante le cuela en una partida. Seguimos añadiendo: el sorpresivo clímax final –que ya nos desvela el título–, esto es, tiene que jugárselo a “todo o nada” y si pierde tiene que huir y dejarlo todo atrás. Parafraseando a la película: +17 clichés. Lo peor es que más allá de todo esto no hay profundidad psicológica ni análisis. Tras la conclusión, parece que la moraleja es que hay que arriesgar, apostar a todo trapo y al final la suerte te recompensará. No da ejemplo, no reflexiona ni cuestiona la conducta del protagonista. Swanberg señala con el dedo y en lugar de ir más allá, él mismo se queda anonadado mirando el dedo.

2 thoughts on ““Ya no me siento a gusto en este mundo” y “Todo o nada” (Netflix)

  • el 19 abril, 2017 a las 5:19 pm
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    Estoy de acuerdo con el artículo en cuanto a películas, aunque las dos que nombras, no las he visto.
    En realidad ya casi no veo films, pero sí, muchas series. Y en eso no coincido, la mayoría son muy buenas, y sobre todo las que produce Netflix, tiene algunas malas, pero son las menos.
    Claro, tengo entendido que la programación de España es diferente de la que vemos acá en Argentina.
    Ahora sí, o eligen las peores películas argentinas para dar, o nuestro cine se está cayendo, porque he comenzado a ver unas cuantas, y no consigo llegar a más de la mitad.Las actuaciones suelen ser buenas, es más, a veces las miro no por lo que dice la reseña sino por sus actores conocidos. Pero al final el sonido tan malo que suelen tener, la música que no coincide con lo que se siente al ver las escenas, y que hay actores a los que no se les escucha o no se les entiende claramente lo que dicen, jamás las termino.
    Gracias. Saludos.

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