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Entrevistas de cuento: Miguel Ángel González

Entrevistas de cuento: Miguel Ángel González
 
Podríamos empezar diciendo que Miguel Ángel González es un reconocido novelista, cuentista, poeta y dramaturgo. No obstante, en tu página web www.miguelangelgonzalez.es  te presentas como cuentista. ¿Por qué te quedas con esa etiqueta?
Porque es la etiqueta que mejor me va.
Escribo novelas, poesías, guiones u obras de teatro. Pero el género en el que mejor me desenvuelvo, en el que me siento más cómodo y en el que creo que más se puede apreciar mi forma de contar historias, es el relato.
Soy cuentista por vocación. Cuando realizo un trabajo diferente, cuando paso meses escribiendo una obra de teatro o una novela, siempre tengo la necesidad de regresar de forma inminente al cuento.
Además creo que históricamente el relato, en España, no ha sido valorado en su justa medida. A veces siento que el cuento ha terminado siendo un paso previo a la novela, y no un destino. Y presentarme como cuentista es mi humilde manera de protestar contra esa tendencia.
 
¿Recuerdas cuál fue el primer relato que terminaste, cuándo fue, y si se lo enseñaste a alguien?
Recuerdo la primera vez que intenté escribir una colección de relatos. Mi primer proyecto ambicioso. Demasiado ambicioso, visto ahora con perspectiva. Quise juntar varias ideas sueltas que tenía en mi cabeza y darles forma para hacérselas llegar a una editorial.
El libro tenía un título horrible: Cuentos de una vida.
Y dentro había de todo. En su mayoría textos inmaduros que vomitaba y que apenas revisaba o corregía, pero de algunas de aquellas premisas salieron posteriormente cuentos de los que me siento muy orgulloso.
Lo curioso es que lo terminé y lo envié a una decena de editoriales. Solo contestó una y me envió una carta en la que declinaban la publicación citando mal el título de mi obra.
Curiosidades del destino, entre aquellas diez editoriales se encontraba Siruela, con la que muchos años después publicaría Todos los miedos.
 
¿Qué te impulsa a escribir un relato? ¿Es la forma natural en la que crece tu escritura cuando te sientas a hacerlo, o cada vez que vas a trabajar te dices a ti mismo: hoy estoy en este género o en este otro?
Me gusta pensar que cada historia tiene su formato propio, su género. Y que es la historia, sus personajes, los que me indican la manera en la que tengo que plasmarla.
Cuando he escrito teatro lo he hecho porque antes de sentarme delante del folio en blanco ya he visualizado los diálogos, la música, la escenografía. Lo mismo me ocurre antes de escribir un relato o el guion de un cortometraje.
 
¿Llevas la cuenta de cuántos premios has ganado en la última década? ¿Qué te han aportado? ¿Recuerdas el primero que ganaste y lo que sentiste? ¿Podrías destacar uno que por algún motivo sea especial?
Podría decir que no y aparentar ser un escritor al que los reconocimientos no le afectan, pero lo cierto es que sí. No solo llevo la cuenta de los premios que he ganado, sino que tengo un Excel en el que detallo cada certamen en el que participo, la obra con la que me presento…
Pero no lo hago por un ejercicio de egocentrismo. Es simplemente una forma de vida. También tengo listados con los libros que leo y la opinión que me merecen, las películas que he visto y la fecha exacta en la que las vi, las obras de teatro o las temporadas de cada serie de televisión que sigo, por ejemplo.
Recuerdo perfectamente el primer premio que obtuve. Me lo entregaron en el salón de actos de una biblioteca pública y cuando me nombraron y tuve que bajar a recoger mi galardón me sentí como Meryl Streep recogiendo un Oscar.
 
Tengo entendido que has sido profesor de talleres literarios, ¿qué crees que pueden aportar a quienes empiezan? ¿Consideras que son recomendables para todo el mundo? ¿Hay que pasar por ellos? ¿Hay que saber cuándo ha llegado el momento de abandonarlos?
Siempre que me preguntan por los talleres literarios, en concreto por la utilidad de ellos, respondo con un chiste recurrente de Woody Allen:
Un  boxeador  está recibiendo  una  tremenda  paliza,  su entrenador,  desesperado,  se gira hacia el público y descubre a un cura entre los asistentes, así que se acerca a él y le dice: “Padre, rece para que mi pupilo gane”. Y el cura le responde: “Ya lo hago, hijo, pero sería más sencillo si el chico supiera boxear”
Nuestro entrevistado, en el Café Gijón, con su novela premiada en el Certamen que toma el nombre del emblemático establecimiento madrileño.
 
¿En qué estás trabajando actualmente? 
Acabo de terminar una nueva novela y creo que puedo decir que se trata de mi proyecto más ambicioso. Cuando hablo de ambición, no me refiero a sus posibles resultados comerciales, sino más bien al esfuerzo y al tiempo invertido.
Creo que es mi trabajo más completo, la obra más extensa que he escrito hasta ahora, la que más tiempo me ha llevado, la que más preparación previa y trabajo de documentación ha tenido… estoy contento con el resultado y también con mi capacidad para no desfallecer y lograr alcanzar la meta.
Y ahora, tras un año completo con el libro, estoy en plena transición. Regresaré al cuento, seguro, y quizá me embarque en algún proyecto teatral que tengo en la cabeza desde hace algún tiempo.
 
Estamos intentando reflexionar sobre por qué el cuento no acaba de enganchar nunca a los lectores en general. En los últimos años se está produciendo una importante incorporación de lectores adolescentes a la poesía. Una poesía sobre cuya calidad se puede discutir pero que se está vendiendo y leyendo. ¿Por qué crees que el relato no logra un público así? ¿Es un problema de lo que ofrecen los escritores, de cómo lo mueven las editoriales, de cultura y educación respecto al género?
Quizá habría que analizar el éxito de esta nueva poesía dentro de su contexto. Hay editoriales como Frida, que han logrado captar a un lector joven y vender decenas de ejemplares de sus libros con aparente facilidad. Pero habría que aclarar que muchos de esos autores que se han convertido en poetas de éxito ya traían un público con ellos antes de comenzar a publicar sus versos.
Autores como Marwan, Diego Ojeda, Ismael Serrano, Luis Ramiro o Rayden, que ya arrastraban muchos seguidores en sus carreras musicales. O personas con gran calado dentro de las redes sociales, como Isasaweis, son claros ejemplos de un movimiento poético muy concreto que, bajo mi punto de vista, basa en gran medida su éxito en el reconocimiento previo de sus autores.
En el relato, en cambio, no se dan ese tipo de situaciones. Además arrastra desde hace tiempo ese estigma del que hablaba al principio que parece condenarle a ser eternamente un género menor. Y esa losa pesa demasiado.
Hace poco tiempo Sara Mesa publicó una colección de relatos titulada Mala letra, y varias veces tuvo que quejarse porque las preguntas que le hacían siempre parecían insinuar que se trataba de un libro menor, sacado rápidamente al calor del éxito de su anterior novela, Cicatriz, mientras escribía su nueva obra. Mientras que ella intentaba defender la dignidad y la categoría de su colección de relatos.
 
Recomiéndanos tres relatos, o tres autores, a los que debería acercarse alguien que está iniciándose en la escritura de este género.
Aquí van los tres primeros relatos en los que he pensado tras leer la pregunta:
La autopista del sur de Julio Cortázar.
Ataúdes tallados a mano de Truman Capote
La chica más guapa de la ciudad de Charles Bukowski
 
Por último, Miguel Ángel, ¿nos regalas un cuento para nuestros lectores? ¿Nos lo presentas?
El relato que aquí presento lleva por título EL CHICO DE LOS GUANTES AZULES. Un texto al que tengo un cariño especial por diferentes motivos; uno de ellos es que fue uno de esos cuentos que se escriben del tirón. En uno de esos extraños momentos de inspiración en los que el viento parece soplar constantemente a tu favor.
Con este texto, además, obtuve le Premio Pedro de Atarrabia, un certamen en el que ya había participado más veces y que me hacía una especial ilusión ganarlo.
Y, por último, esta historia ahora se ha convertido en una obra de Microteatro que desde hace algunos meses está recorriendo mundo y que ya se ha estrenado en México DF, Monterrey, Miami…
La historia podría resumirse como una cuenta atrás. La de un chico; el chico de los guantes azules, que en la soledad del vestuario espera el inicio de la contienda.   
 
Muchas gracias, Miguel Ángel
 
Puedes descargar el relato aquí El chico de los guantes azules, de Miguel Ángel González
 

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