Eugene Schieffelin y las aves de Shakespeare
Por Silvia Pato (@SilviaP3)
El neoyorkino Eugene Schieffelin (1827-1906) era un fanático de William Shakespeare, además de formar parte de la American Acclimatization Society. Solo así se explica por qué hizo lo que hizo: introducir los estorninos (Sturnus vulgaris) en América del Norte.
La fijación de Schieffelin era simple, pero una verdadera locura para estos tiempos en los que combatimos con tanto ahínco la proliferación de las especies invasoras. Él se proponía introducir en su país todas las aves que Shakespeare menciona en sus obras, en una especie de homenaje a su idolatrado autor. Así que, en 1890, liberó sesenta estorninos que había importado de Inglaterra en pleno Central Park de Nueva York. Un año después, soltó cuarenta pájaros más, y aquello terminó siendo una espectacular bandada. Intentó hacer lo mismo con ruiseñores y alondras, entre otros, pero no logró tal éxito.
Aquellas sociedades del siglo XIX todavía desconocían los peligros que corren los ecosistemas con la introducción de especies foráneas, por lo que a nadie le pareció una barbaridad tal hecho, como puede resultarnos ahora. La American Acclimatization Society pretendía importar plantas y animales europeos a territorio estadounidense, y Schieffelin era uno más de sus miembros. Eso sí, inspirarse en la obras del bardo inglés le daba a su proyecto un aire literario que difícilmente se podía igualar.
Se da la paradoja de que, entre todos los pájaros de Shakespeare, introdujo aquellos que solo se mencionan una vez. Los estorninos aparecen en una única ocasión en toda su obra, en Henry IV.
Nay, I’ll have a starling shall be taught to speak nothing but Mortimer, and give it to him to keep his anger still in motion
En 1900, el gobierno de los Estados Unidos empezó a decretar leyes encaminadas a controlar la introducción de especies extranjeras en el país. Los estorninos fueron prohibidos, aunque ya era demasiado tarde. Los expertos calculan que, en la actualidad, la cifra de los descendientes directos de esos ejemplares decimonónicos que se soltaron en honor a Shakespeare alcanzan los doscientos millones en toda Norteámerica.
FUENTE: Pacific Standard
MÁS INFORMACIÓN: Scientific American
Pingback: Bitacoras.com