"Por orden de desaparición"
El nuevo libro de David Torres es un viaje. Un auténtico viaje, pero en el que el protagonista no es un territorio, sino sus vehemencias. Escritores, músicos, cineastas, deportistas… Viajar a la vida de todos ellos, de una manera que a lo que más nos recuerda es a los daguerrotipos de Manuel Vicent. Una buena lectura.
POR ORDEN DE DESAPARICIÓN David Torres
Sloper
222 páginas.
El presente volumen es un festín. Dudo que haya media docena de escritores en España con el bagaje para haber llegado a escribir páginas como estas. David maneja una información exquisita, abrumadora, pero que no utiliza para abrumarnos sino para embelesarnos y desde luego seducirnos e invitarnos a meternos de cabeza en libros, películas, vidas, obras. David ha podido escribir estos textos sobre músicos, artistas, escritores, deportistas, gente del cine y otros genios porque durante años, en una paciente y fértil inversión, se empapó del arte y las vidas de todos ellos. No se escribe sobre García Márquez, Charles Mingus, Burgess o Gandolfini de un modo tan lúcido, con tantos recursos, sin tener conocimiento de causa. Imposible improvisar así. David Torres es un Nexus 6 cruzado con una enciclopedia, es un sabio al que le han implantado la sensibilidad de un replicante, más humana que la de un hombre.
Envidio a David Torres por tres razones: su cultura (en especial sus conocimientos literarios y musicales), lo bien que titula (este libro es un ejemplo) y que es todo un intelectual, claro que como le llames intelectual te manda a la mierda. Pero la verdad es que, aunque le pese, lo es. Lo que pasa es que no es un intelectual de chaqueta de pana, gafas de pasta, tertulia y cafetín. Todo lo contrario: con David quedas en un bar de vino peleón y cáscaras de cacahuete en el suelo y te recibe vestido con camiseta, forro polar y botas de travesía. Parece un montañero que acaba de bajar de una arboleda y al que le apetece una larga ronda.
A David, como a Luis Dédalo, el periodista veterano que protagoniza mi novela Liquidación, se le dan de maravilla los obituarios. En este libro hay unos cuantos ejemplos de fabulosos homenajes. Por ejemplo los de Ernest Borgnine, James Gandolfini, Peter O’Toole o Pedro Reyes. Magníficos. En ellos a David se le ve en su salsa, disfrutando de la despedida cuando se trata de un genio.
Para escribir estos retratos unidos en Por orden de desaparición, varios de ellos publicados en cuartopoder.es, hay que conocer, recordar y sobre todo reconocer. Y a reconocer me refiero al talento. Torres, como bien dice el editor Román Piña en el prólogo, es un apasionado del talento, y este libro es el ejemplo perfecto. No sólo por los tipos que desfilan por sus páginas, sino porque nos recuerda, de forma brillante y muchas veces con un gran sentido del humor, a los gigantes que han pululado por este mundo en que gana siempre la mediocridad.
David nos recuerda, por ejemplo, que a Poe lo engañaron (a cambio de bebercio gratis) para votar en diferentes colegios electorales y fue emborrachado hasta la muerte. O que la gran tragedia de Oscar Wilde es que puso todo su genio en su vida y sólo su talento en sus obras. O que Tolstoi era un ser despreciable como persona y que podía llegar a ser, como le pasa a muchos grandes artistas, un perfecto imbécil. Aunque Torres recuerda con gran tino un pensamiento de su admirado (yo diría adorado) Anthony Burgess: quizás no resulte aconsejable a un novelista ser demasiado inteligente. Tal vez por eso se la pegaron en la novela tipos inteligentísimos como Bertrand Russell…
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