Entrevistas de cuento: Elena Alonso Frayle
Entrevistas de cuento: Elena Alonso Frayle
¿Recuerdas cuál fue el primer relato que terminaste, cuándo fue, y si se lo enseñaste a alguien?
Ya de pequeña escribía cuentos para los concursos de Navidad del colegio, mejor dicho, amagos de cuentos, que no sé si merecen el nombre de relato, pero yo los encuadernaba cuidadosamente y después se los vendía a mis padres con absoluta desfachatez; debía de estar muy orgullosa de ellos (por supuesto, jamás gané ninguna de las convocatorias del colegio). Más adelante —mucho más adelante— fue en un taller de Buenos Aires donde terminé lo que acaso sea mi primer relato de verdad, hace quince años. Partía de cero; lo ignoraba casi todo sobre el oficio de escribir. Lo único que sabía es que quería escribir, y que quería escribir ficción. El coordinador del taller nos pidió, como trabajo inicial, que escribiéramos sobre nuestro primer recuerdo. Aquello me decepcionó, pues yo no quería escribir sobre mis propias experiencias, ya que eso no me parecía escribir «de verdad». Pero acaté la consigna y me puse a escribir; y casi sin darme cuenta, por intuición, fui añadiendo a mi texto elementos que lo separaban de la realidad, le conferían algo parecido a una estructura narrativa y, lo más importante, le otorgaban esa vocación de universalidad que creo que debe animar cualquier texto literario. Se lo enseñé al coordinador, claro, quien, como buen pedagogo, no empezó señalándome la cantidad de errores catastróficos que acumulaba el texto —eso vino después—, sino que me hizo ver que, para bien o para mal, había escrito mi primer relato. La felicidad que ello me procuró, ahora me doy cuenta, tuvo mucho de momento inaugural.
¿Qué te impulsa a escribir un relato? ¿Es la forma natural en la que crece tu escritura cuando te sientas a hacerlo? También has escrito novela, pero ¿te sientes cuentista, narradora en general, o prefieres pasar de las etiquetas?
En la mayoría de mis relatos siempre hay un chispazo de realidad, con frecuencia de carácter anecdótico, que, por la razón que sea, se me queda dando vueltas, porque intuyo que encierra la capacidad de revelar algo que trasciende al detalle, una valiosa información sobre mí misma y sobre el ser humano en general. A partir de ahí voy construyendo eso que yo llamo el «edificio narrativo», y, precisamente esa búsqueda interna, el indagar qué tiene de relevante lo que en principio no es más que una anécdota llamativa, es lo que me parece más difícil a la hora de sentarme a escribir.
En cuanto al género en el que me muevo, pues, como dices, he escrito cuento y novela, en tal sentido cabe calificarme por igual como cuentista y como novelista. De todas formas, no sé si las etiquetas aportan demasiado. Como mucho, puedo decirte que, si bien como lectora me interesan ambos géneros por igual, como autora disfruto más con los cuentos, tal vez porque el desafío de escribirlos me parece mayor: de orden cualitativo antes que cuantitativo. Y lo que más me interesa a la hora de escribir, esos momentos de catártica revelación a partir de un detalle fugaz, se adapta mejor al formato del cuento, a esa vocación que tiene el cuento de convertirse en una instantánea de la realidad, como decía Cortázar.
El nombre de Elena Alonso Frayle está en el palmarés de los certámenes de relato más importantes de España. ¿Qué te han aportado los premios? ¿Recuerdas el primero que ganaste y lo que sentiste? ¿Qué buscas en ellos?
Los premios me han aportado una cierta confianza en mi trabajo, además de la posibilidad de ver mi obra publicada. Todas mis novelas han sido editadas como consecuencia de un premio, y de mis tres volúmenes de relatos, dos de ellos aparecieron igualmente tras la obtención de un premio que llevaba aparejada la publicación, al que pronto se sumará un tercero, como comentaré después.
En cuanto al primer premio que obtuve, fue uno de los accésit en el NH Vargas Llosa, en el año 2008. Yo por entonces acababa de vivir una temporada en Buenos Aires, donde, como explicaba antes, había empezado a escribir y había asistido regularmente a un taller literario en el que leía mis obras. De regreso en Berlín, de pronto me faltó aquello, el tener un público que justificara el que me pasara semanas escribiendo un cuento. No sabía qué hacer con mis textos, y se me ocurrió que el mandarlos a concursos literarios podría ser la manera de cerrar el círculo: al menos, habría un jurado que leería mis cuentos. Me bastaba con eso y no concebía —pero vamos, ni en mis mejores sueños— que pudiera ganar nada.
Imagina la sorpresa cuando me llegó un correo diciendo que mi cuento era uno de los ganadores de un accésit del NH, que me invitaban a un viaje a Madrid para la entrega del premio, que compartiría un almuerzo con Vargas Llosa, junto a los otros ganadores. Lo mejor fue que, apenas dos días después de aquel correo, recibía la llamada de Víctor García de la Concha para anunciarme que había ganado la convocatoria de «Cuentos sobre Ruedas» con otro de mis textos… De pronto vi que aquello iba en serio.
Después, los premios se sucedieron y uno se va acostumbrando, con lo que pierden algo de su magia. ¿Qué busco en ellos? Aparte de una nada despreciable compensación financiera y una satisfacción personal que no voy a ocultar, creo que en el fondo sigo buscando lo mismo: que el círculo se cierre. Que haya alguien que lea lo que hago.
Vives actualmente en Mongolia. No has vivido en España en estos últimos años, mientras tus cuentos iban conquistando los rincones del país. ¿Crees que eso ha dificultado que seas más conocida? ¿Te sientes fuera del llamado mundillo literario? ¿Eso te preocupa, o al revés, te da libertad?
Efectivamente, vivo lejos de España y, puesto que apenas uso las redes sociales, bastante desconectada del mundillo literario. Creo que ello me ha privado de algunas de las ventajas que ofrece el pertenecer a clanes, capillas o, simplemente, a círculos de amigos escritores. Pero, como apuntas, ello también me ofrece una impagable sensación de libertad, de no deber nada a nadie. Me agrada saber, por ejemplo, que si alguien decide reseñar alguno de mis libros, lo habrá hecho porque la propia lectura le ha empujado a ello, no por amistad o por consideraciones personales o —lo que es peor— esperando que a la próxima ocasión sea yo quien comente públicamente su libro en los mismos términos elogiosos. Me temo que gran parte de la crítica literaria, en las redes y en la prensa escrita, obedece a este tipo de intercambios, y, la verdad, me alegro de poder permitirme el lujo de permanecer al margen.
Nuestra entrevistada junto a la estatua de Natsagdorj, el considerado poeta nacional mongol.
Relacionándolo con la anterior pregunta. Acabas de ganar (por segunda vez además), el Premio Sor Juana Inés de la Cruz al libro de relatos inédito. Es uno de los premios más importantes del mundo en el género. ¿Por qué acaban tus cuentos en México? ¿Puedes contarnos algo de ese libro y si crees que llegará a España en algún momento?
Sí, ha sido una gran alegría volver a ganar este premio que, ya en su momento, cuando lo obtuve en el 2011, me reportó una inmensa satisfacción, no solo por la atractiva dotación, sino también por la altura del jurado y por la garantía de independencia del mismo, ya que no se trata de un premio comercial y se concursa estrictamente bajo plica; también quedé muy contenta con el esmerado proceso de edición del libro que lleva a cabo el Consejo Editorial de Estado de México.
México es, con gran diferencia, el país del mundo con mayor número de hispanohablantes, por lo que creo que a cualquier autor que escriba en español debería interesarle estar presente allá. Ten en cuenta, además, que a pesar de tener pasaporte español (junto con el alemán), mi vinculación con España no es la misma que la de alguien que vive y trabaja allí; de hecho, es muy probable que dentro de un par de años esté residiendo de nuevo en Latinoamérica, por lo que me interesa mucho ser conocida en esas tierras. Este será mi tercer libro editado en México, a los que se suman publicaciones en otros países de la zona, como Argentina o Ecuador.
De todas maneras, es obvio que me gustaría que este libro ahora premiado apareciera algún día también en España, pues reúne los cuentos en los que he estado trabajando últimamente, en los que quiero pensar que es reconocible una cierta madurez en la escritura que voy adquiriendo con los años.
Estamos intentando reflexionar sobre por qué el cuento no acaba de enganchar nunca a los lectores en general. En los últimos años se está produciendo una importante incorporación de lectores adolescentes a la poesía. Una poesía sobre cuya calidad se puede discutir pero que se está vendiendo y leyendo. ¿Por qué crees que el relato no logra un público así? ¿Es un problema de lo que ofrecen los escritores, de cómo lo mueven las editoriales, de cultura y educación respecto al género?
Creo que básicamente, como dices, es un problema de educación. Yo recuerdo que en el colegio nos enseñaban que había tres géneros: narrativa, poesía y teatro, y nos hacían leer textos de cada uno. Bajo el epígrafe de narrativa se leían novelas, y, al menos en mi caso —y creo que lo mismo le ocurrió a la mayoría de los de mi generación—, no nos entrenaron para leer cuentos; nadie nos confrontó con el cuento como un subgénero de la narrativa, hasta el punto de que, al día de hoy, aún tengo que explicar demasiado a menudo que escribir cuentos no tiene nada que ver con el género infantil. Muy poca gente ha adquirido en su juventud el hábito de leer cuentos, mucho menos de disfrutarlos, de entender qué es lo que los convierte en un género tan especial, y me temo que sigue ocurriendo lo mismo con las generaciones actuales. Si el cuento no se lee ni se compra, está claro que tampoco va a haber un interés editorial en publicarlo ni fomentarlo. Es un círculo vicioso. Y es una lástima, porque el que más pierde, más aún que el cuentista, es el lector, a quien se priva del disfrute de la lectura de buenos cuentos.
Recomiéndanos tres relatos, o tres autores, a los que debería acercarse alguien que está iniciándose en la escritura de este género.
Prescindamos, si no te importa, de ese «debería» de la frase, pues me parece que en esto no hay catecismos ni obligaciones ni decálogos. Puedo mencionar, eso sí, algunos autores cuyos cuentos me enseñaron mucho en su momento —y lo siguen haciendo, por eso regreso a ellos una y otra vez—, antes que nada, porque me entusiasmaron tanto que espolearon mi ansia de escribir. Por ejemplo los «Nueve Cuentos» de Salinger, que habré leído unas quince veces, y siempre descubro algo nuevo en ellos que me ayuda como cuentista. Por ejemplo, los «Cuentos Completos» de Nabokov. Por ejemplo, por mencionar a un autor hispano, los relatos del argentino Abelardo Castillo.
Por último, Elena, ¿nos regalas un cuento para nuestros lectores? ¿Nos lo presentas?
Por supuesto. Se trata del cuento «Something in the air», que fue finalista en el certamen NH Vargas Llosa de Relatos y que más tarde apareció en el volumen «El hilo conductor», premiado con el «Manuel Llano» del Gobierno de Cantabria. La trama parte, como ocurre en la mayoría de mis relatos, de un elemento autobiográfico: hace muchos años, cuando vivía en Senegal, conocí a un español con ciertos rasgos comunes con el personaje de mi cuento, que también se llamaba Fernando y que también presumía de que la canción de Abba había sido compuesta en su honor. Nunca supe si aquello era cierto o no; la cuestión no tenía demasiada importancia, pero lo que más me interesaba era la incertidumbre en sí misma, la imposibilidad de recuperar ciertos aspectos del pasado y de incorporarlos a la realidad del presente, algo que tiene mucho que ver con la narrativa de Proust, como también se comenta en el texto. A partir de ahí es cuando tuve que trabajar para levantar el edificio de la ficción, entrecruzando esas dos historias que, según Hemingway o Piglia, debe tener siempre un cuento: la historia visible (el encuentro de los protagonistas con Fernando y la anécdota de su relación con la cantante de Abba) y la historia secreta, que es la que en realidad justifica el cuento. La historia secreta es la de Berta, su verdad oculta bajo la opacidad cotidiana de su vida, que el cuento ilumina, apelando a una experiencia que trasciende los propios límites del relato y que creo que tiene esa vocación de universalidad de la que hablaba al principio de la entrevista.
Muchas gracias, Elena
Los Relatos de Culturamas
Puedes descargar el relato aquí
Something in the air
Y si quieres saber más de Elena Alonso Frayle y sus escritos, puedes visitar su web personal
http://www.elenaalonsofrayle.com/