De Alan Moore a Warren Ellis, cultura popular mediante
Por José María Galindo
Como por obra del destino, dos hechos aparentemente inconexos se dieron cita en septiembre de 2016. Por un lado, el anuncio de la retirada de Alan Moore del mundo del cómic. Por otro lado, el comienzo de la publicación por parte de Norma Editoral de la serie Inyección, escrita por Warren Ellis. El azar reunió, por lo tanto, a dos de los principales escritores de cómics de los últimos treinta años. Aprovechando esa coyuntura, planteo desde aquí la siguiente hipótesis: Moore no solo se retiró, sino que entregó a Ellis un significativo testigo. En otras palabras: la indagación sobre la cultura popular en forma de cómic pasó del autor de Watchmen al responsable de Planetary.
La cultura popular, entendida como el conjunto de formas sociotextuales que violentan los tradicionales productos de la llamada alta cultura, ha tenido en Alan Moore a uno de sus grandes alquimistas. Por supuesto, la revisión crítica del imaginario superheroico planteada en la citada Watchmen es una referencia ineludible, pero creo que si hay una obra que aborde con potencia el concepto de cultura popular es La liga de los hombres extraordinarios. En ella, Moore no solo juguetea con la idea del equipo de elite formado por personajes populares de la literatura decimonónica (lo cual ya sería un entretenimiento de primer nivel).
Sin embargo, el autor diseña todo un cronotopo (basado tanto en una construcción geográfica como en una temporal), en el que los marcos de referencia están completamente fundamentados en mitos de la cultura popular, comenzando por ilustres como Allan Quatermain, Mina Murray o el capitán Nemo, y acabando en una relectura de una saludable e insolente ironía a propósito de Harry Potter. El tríptico se constituye así como una caja de resonancia fantástica del zeitgeist cultural de la tan trillada posmodernidad, sugiriendo numerosas vías de utilización y reinterpretación de los mitos populares. Un festín intertextual en el que tanto los lectores de historietas como los estudiosos de los fenómenos culturales pueden deleitarse.
Moore tiene un peligro: su maestría es tal que amenaza con eclipsar otras propuestas, llegando incluso a naturalizar sus planteamientos (la deconstrucción del superhéroe es un ejemplo palmario de lo que afirmo). Sin embargo, Warren Ellis consigue recoger el guante lanzado al aire por los hombres extraordinarios de Moore, y a través de una brillante vuelta de tuerca, avanza en esa apropiación de la cultura popular de una manera personalísima.
En primer lugar, Ellis propone en Inyección una nueva amalgama de temas propios de los géneros populares: desde la trama de conspiración al espionaje de alto nivel, pasando por las visiones proféticas de la tecnociencia o los asesinatos sangrientos. Que semejante compota resulte narrativamente plausible es algo que Ellis ha logrado con frecuencia, por lo que ahí no radica la importancia del guionista británico como claro heredero de Moore en la revisitación de la cultura popular a través del cómic.
La clave está en la síntesis de arquetipos culturales que lleva a cabo. Allí donde Moore se valía de celebridades como el Hombre Invisible, el doctor Jeckyll y míster Hyde, o Arsène Lupin, Ellis sintetiza tipos genéricos, llevando la tipificación un paso más allá. El ejemplo es claro: el equipo protagonista de Inyección lo conforman una científica desequilibrada, un mago, un agente secreto, un detective brillante y una experta en informática. Algo así como si Ellis hubiera destilado en su matraz características provenientes de caracteres como James Bond, Sherlock Holmes o Lisbeth Salander, entre muchísimos otros, para conjugar unas preocupaciones estéticas y narrativas propias de nuestro tiempo.
Así pues, la cultura popular se manifiesta como el eje vertebrador de una valiosa parte del trabajo de dos de los guionistas punteros de la historieta. Y al mismo tiempo, se pone de relieve cómo el juego entre formas expresivas es un acicate creativo explosivo. Puede que todas las historias ya estén inventadas, pero cada lector tiene algo que decir al respecto.