Una gran amistad al calor de la prostitución en los 80 del destape

Por Horacio Otheguy Riveira

En una casa señorial venida a menos un hombre sigue las páginas del diario de su madre. Sólo sabe que en ese lecho que ocupa casi todo el escenario convivieron dos mujeres: una joven prostituta y un hombre trans que se alquila. Ambos tienen éxito en sus especialidades con hombres casados de buena posición que disfrutan de la briosa juventud de la chica o de la virilidad de quien solo quiere ser mujer. En este ambiente, una tierna historia donde el morbo está fuera de escena, dando lugar a una amistad intensa, y luego a un amor incondicional. Lo que antiguamente se retrataba como miseria de bajos fondos, En el nombre de Cristo es elevado a impecable categoría de un drama cálido con personajes muy bien entrenados en el difícil arte de amar.

 

 
 

De izquierda a derecha: Ángel Ferrero, Alejandro Marzal y Lucía Martínez Villar.

 

Las situaciones se deslizan con buen ritmo, el pasado y el presente se entrelazan a gusto y la historia se desarrolla con una delicadeza tan bien compuesta que hasta podría convencer, a fuerza de emoción, a quienes persiguen con saña todo el doloroso asunto de la transexualidad, y el no menos peliagudo de la prostitución atacado por todas partes. Aquí no hay proxenetas ni seres desquiciados por el oficio más antiguo del mundo, hay soledades, chispas de buen humor, y necesidad de trabajar con sus cuerpos como una de las bellas artes un tanto heridas de frustración: Adela ama a un político hipócrita con una ingenuidad conmovedora, lanzándose a soñar después de dichosos encuentros sexuales por los que no cobra a quien podría pagarle el doble. Pero es que ella es un personaje de novela francesa, más pura y noble que cualquiera de sus clientes y que incluso las damas de la buena e intachable sociedad (Lucía Martínez Villar deambula con la naturalidad de una niña-grande que busca abrazos-para-siempre como si jugara con peluches que jamás conoció). A su lado, su gran amiga es un hombre fortachón con maneras de mujer, un trans empeñado en cumplir con los señores de pelo en pecho que hurgan en la noche en busca de mujeres con enérgicos penes (Alejandro Marzal convence sin estridencias al interpretar a una persona íntegra, capaz de un amor y una entrega heroicas).

Ambos son observados pasiva y activamente —pues se introduce en muchas escenas de manera libre y teatralmente muy interesante— por un hombre que viene en busca del pasado para poder conformar su presente (Ángel Ferrero en el difícil papel de escuchar y mirar y de pronto participar. Desde el comienzo hasta la frase final que cierra la obra, su actuación tiene una sobriedad encomiable, así como una actitud física muy controlada ante la obligación de permanecer inmóvil y callado en muchas situaciones).

Sin necesidad de desarrollar una intriga convencional, En el nombre de cristo (no desvelo el sentido del título porque resulta clave) varias escenas transcurren con entradas y salidas bien articuladas que aportan una permanente acción dramática para que seamos espectadores de unas vidas que bien pueden enamorarnos sin aspavientos, por la mera creación de tres personajes de gran bondad en un ambiente ferozmente maltratado por mezquinos intereses sociales.

CONCEPCIÓN.-… No puedo ver cómo te destruyes a base de alcohol y droga.

ADELA.- (sentada en la cama, se va durmiendo mientras sigue hablando) Tienes razón. Cada día me digo que es el último, que una cosa es ser puta y otra borracha y drogata. Pero luego salgo a la calle, y cada coche que para pienso que es él y qué bonito sería montarme y no bajar nunca, y dormir todas las noches en sus brazos… o en los brazos de alguien ¿sabes? Pero sólo de un hombre, uno que me cuide y me respete y me quiera así, con mis cosas, que yo no sé de números ni de letras ni de casi ná… pero soy buena… y le querría tanto… pero todos los hombres que beso se vuelven ranas, y la bruja del cuento me ofrece vino y un pico, y entonces me voy a cualquier rincón oscuro, donde no pueda alcanzarme el lobo feroz… (Cae en la cama como un tronco. Concepción, a duras penas consigue meterla bajo la sábana). 

 
 

EN EL NOMBRE DE CRISTO

Texto: Juanse Rodríguez y Paco Sáenz
Dirección: Paco Sáenz
Intérpretes: Ángel Ferrero, Alejandro Marzal
y Lucía Martínez Villar
Ayudante de dirección: Esteban Cappi
Escenografía: La Encina Teatro
Luz y Sonido: La Encina Teatro
Técnico audiovisual: Marcelo Costas
Diseño: Ángel Odemonio

El proyecto de La Encina se fragua en Montevideo. Nace la idea de crear un espacio que sirva de puente con la escena uruguaya y de toda Latinoamérica. De hecho los intérpretes tienen distinto origen, algunos de los cuales estrenaron esta misma obra en Montevideo. Lucía Martínez Villar nació en Uruguay, Ángel Ferrero en España, Alejandro Marzal en Venezuela.

La Encina Teatro. Calle Ercilla 15, Madrid. Jueves a domingo a las 19,30 horas.
 

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