CríticaCuento

Un regalo para Julia, cuento de Francisco Massiani

Por Fernando Chelle

 
Cuando la inseguridad y el temor ganan
la partida el final siempre
es triste

 
Un joven enamorado debe elegir un regalo de cumpleaños muy especial para la chica de sus sueños. Con pocos recursos económicos, tendrá que sorprenderla, seducirla, enamorarla. Luego de ver diferentes opciones, se decide a regalarle un pollo, pero al final, el temor le juega una mala pasada.   
 
Un regalo para Julia, es un cuento del escritor venezolano Francisco Massiani (Caracas, 1944), registrado al nacer como François Massiani Antonietti, y conocido popularmente como Pancho Massiani. El relato forma parte del libro Las primeras hojas de la noche (1970), publicado en la ciudad de Caracas por Monte Ávila Editores. Este libro, lo mismo que su otra obra de relatos, la titulada El llanero solitario tiene la cabeza pelada como un cepillo de dientes (1975), ha gozado de gran popularidad en su país, desde su publicación. Quizás este hecho radique en que sus relatos, además de estar muy bien escritos, llegan a un amplio margen de lectores. La mayor parte de los cuentos presentan protagonistas adolescentes que se enfrentan por primera vez a los aspectos importantes de la existencia. Por lo general, Massiani, elige como voz narrativa la primera persona, como es el caso del cuento elegido para el estudio, lo que le permite mostrarnos ese lenguaje coloquial, cotidiano, emotivo y por momentos humorístico, del mundo adolescente. Y son precisamente las vivencias de ese mundo, las primeras alegrías y tristezas vitales, las que conforman el material narrativo de sus relatos.
El tema central del cuento es la inseguridad, encarnada en las acciones que lleva adelante el personaje protagonista. En pocas palabras, el argumento es el siguiente: Juan, un joven por demás indeciso y vacilante, se enfrenta a la dificultad de elegir un regalo de cumpleaños para su amiga Julia, de quien está enamorado, aunque no se lo exprese de forma explícita. Su inexperiencia e improvisación lo llevan a elegir como regalo un pollo que al final no se anima a entregar.
Juan, que además de ser el protagonista es el narrador de la historia, elige de los sucesos que vivió en el pasado los elementos que nos va a referir a los lectores. Comienza el relato con una breve reflexión acerca del motivo que va a desencadenar la acción, la elección del regalo para Julia. Luego, en lo que podríamos catalogar como un segundo momento de una estructura interna del relato, refiere la visita que hace a la casa de la chica, una visita previa al día de su cumpleaños, que nos servirá a los lectores para ir conociendo las características de los dos personajes centrales y también las características de Carlos, un personaje únicamente referido en la narración. Este momento se cierra con el acuerdo al que llega la pareja de amigos, de encontrarse al otro día a las tres y media en la fuente de soda. El tercer momento de la estructura interna va a tener lugar al otro día de la visita, o sea, en el día en que se dará el encuentro. Cuenta el periplo de Juan por diferentes sitios y también sus reflexiones, en busca del regalo adecuado. Es aquí donde ve un conejo y de forma inverosímil se le ocurre que el regalo ideal para Julia sería un pollo. Una vez que Juan ya tiene en sus manos el regalo indicado, pasamos al cuarto y último momento de la narración, el más extenso y el de mayor tensión del relato, el momento de la cita en la fuente de soda.
El motivo que va a desencadenar la acción del cuento, y que ocupa las reflexiones del protagonista en los primeros dos párrafos del texto, está presente desde el mismo título de la obra. “Un regalo para Julia”, es un título emblemático, que adelanta la temática central de la narración y que muestra cual será el cometido del protagonista, porque si bien en el título aparece el nombre de la chica, en el relato lo que conoceremos en profundidad serán los procesos psicológicos, el universo personal del joven protagonista. Ni siquiera es necesario que terminemos de leer el primer párrafo del cuento, para darnos cuenta de que está narrado con profunda naturalidad. La voz narrativa, en primera persona, es la del adolescente, que lejos de todo esteticismo elige para expresarse el lenguaje coloquial y cotidiano de los jóvenes venezolanos. Luego de hacer una breve reflexión y consideración acerca de qué sería bueno regalarle a Julia, Juan hace referencia a Carlos, un joven que funcionará en la narración como antagonista, pero que solo aparecerá referido, en ningún momento formará parte de la acción del relato. De todas maneras, Carlos es descrito, a grandes rasgos, como un joven grosero, algo más experimentado que Juan, pero quizá lo fundamental del personaje, lo que más lo caracteriza, es que también pretende ser novio de Julia. No hay una descripción física de este personaje ausente, pero tampoco la hay de Juan ni de Julia, este es un cuento donde hay una prevalencia de los rasgos etopéyicos (psicológicos) de los personajes sobre los rasgos grafopéyicos (físicos).
En la elección de los sucesos que nos va a contar, Juan opta por referirse a la visita que hace a la casa de Julia. Allí los lectores iremos conociendo la personalidad, tanto de Juan, como de Julia. La de él la conoceremos más en profundidad, porque como narrador se irá encargando de mostrarnos cómo es el desarrollo de su pensamiento frente a los acontecimientos. Es un narrador muy directo con el lector, continuamente lo tiene presente y hay momentos en que hasta le explica por qué elige referir determinado hecho, por ejemplo, cuando dice: “Y yo seguía con el tambor. Eso lo cuento para que vean”. Julia se muestra como una muchacha desentendida, pero para nada ingenua, le gusta mostrarse, luciendo poses seductoras ensayadas de antemano. Carlos, el chico antagonista, quien también pretende el amor de Julia, es una gran sombra en los pensamientos de Juan y también como una gran sombra se proyecta en el relato, ya que nunca estará presente en la acción, solo aparecerá referido. Si bien Juan a lo largo del relato nunca dice explícitamente estar enamorado de Julia, hay momentos de la narración que así lo muestran; por ejemplo, este:
Cuando eso pasa, cuando me sonríe, entonces yo aprovecho para verle la boquita, esos dos gajitos de naranja, porque es así: tiene dos gajitos de naranja, y sé por ejemplo que el labio de arriba, cuando se separa del de abajo, parece que le diera miedo dejarlo solo, y entonces tiembla un poquito, no mucho, un poquito solamente y entonces se le acerca y lo acompaña un poco y entonces entre los dos gajitos sale como un juguito que le mancha un poco las arruguitas de los labios y entonces yo siento un mareo y algo como un chicle entre las muelas y ella se me queda mirando y me dice:
 -¿Qué te pasa?
Y despierto. Sé que nunca sería capaz de agarrarle la mano, nunca”.
Ese pasaje, además de agregarle lirismo a la narración, muestra la característica principal de Juan, el temor, la falta de atrevimiento para afrontar las situaciones y llevar a cabo sus deseos.
Como la mayoría de los jóvenes, Juan cuenta únicamente con el dinero que le da su mamá para satisfacer sus necesidades. Con lo que esta le da, sale a buscar el regalo para la muchacha y le termina comprando un pollo, como ya se dijo, algo inverosímil. Quizá la elección radique en que, como Julia pertenece a una familia de buena posición económica, lo sabemos por la cantidad de personal de servicio que tiene en su casa, Juan quiera seducirla con un regalo que no se caracterice por el valor material, sino emotivo. En fin, quizá por eso, por inexperiencia, o por un impulso que le hizo pensar que ese sería un regalo único y especial, es que termina eligiendo el pollo.
Luego de tener en sus manos el regalo deseado, se dirige al lugar donde estaba estipulado el encuentro con Julia a las tres y media de la tarde, a la fuente de soda. Allí pide una merengada de chocolate y se fastidia con el mozo del lugar, quien no deja de mirar cómo se mueve la caja con el pollo. Como son casi las cuatro y la muchacha no hace acto de presencia, decide llamarla por teléfono a la casa. No la encuentra, la mamá de la chica, con quien tiene una breve conversación, le dice que ha salido. Tras fastidiarse nuevamente con el mozo, quien de forma chismosa le pregunta directamente para quien es el regalo, o sea, para quien es el pollo, llega Julia. La llegada de la muchacha es casi cinematográfica, baja de un impresionante Buick negro con un vestido de pepas y se gana todas las miradas de los hombres que estaban en la fuente de soda. El impacto de esa llegada, los celos que siente por las miradas ajenas y los nervios del momento, hacen que a Juan le dé una “vaina”, saque el pollo de la caja y lo esconda en el bolsillo de su chaqueta. Lo primero que le pregunta Julia es si lleva mucho tiempo allí, pero Juan, temeroso, se siente intimidado y miente diciendo que acaba de llegar. De aquí en más, asistiremos a la lucha psicológica, y también física, del protagonista, al verse obligado a enfrentar la situación con el pollo en el bolsillo. Los nervios, el verse forzado a mantener el brazo en la misma posición para que el pollo no fuera a gritar, el tener que contestar al interrogatorio de Julia sobre la caja vacía, son factores que se conjugan y hacen que Juan se termine descompensando. De todas maneras, también en este momento de la narración, Massiani se las ingenia para introducir uno de esos pasajes, casi líricos, con que logra mostrar el enamoramiento del adolescente:
Después se pasó la lengua por la boca, se limpió la manchita de Cocacola que tenía en los labios, y se me quedó mirando sonreída. Inmediatamente comencé a sentirme como perdido. Como levantado del suelo. Lejos y al mismo tiempo muy cerca, tanto, que podía contarle los lunares que tiene en la nariz, esos punticos como marroncitos, como rosados que tiene juntados en la nariz, y mientras más la miraba, ella más se sonreía y yo volaba más lejos de ella, con la sonrisa, sin ella, con la sonrisa sola, flotando en el aire, con su sonrisa de espuma roja, y después que había volado con la sonrisa, la sonrisa regresaba a su cara, le cubría toda su cara y yo me daba cuenta que estaba ahí, frente a ella, y me entraba en el vientre un miedito dulce. Era un miedito como cuando vamos en un auto y de golpe el auto llega a una subida, y cae, y a ti te entra algo, se te abre algo en la barriga, y se te llena la barriga de ese miedo dulce que después sientes que se te escapa y te lo deja como vacío, como con un hambre raro”.
Luego, cuando Julia pregunta insistentemente a Juan qué le sucede, porque nota su descompensación física, éste se fastidia y cambia emocionalmente de forma radical. A partir de ese momento, ya no defenderá a la indefensa Julia, ante el “bocón” de Carlos, sino todo lo contrario. Juan, al sentir que sus sueños se esfuman, piensa en servir en bandeja a la muchacha a su antagonista para que él haga con ella, incluso peores cosas de las que se le habían ocurrido.
La salida de Julia de la fuente de soda es muy similar a como fue su entrada, se va captando todas las miradas con sus movimientos provocadores, se sube al Buick negro y se pierde de vista en la esquina del lugar. Juan no tiene tiempo ni siquiera de reflexionar sobre por qué suceden esas cosas en la vida, porque se le acerca nuevamente el mozo a su mesa para preguntarle si le había dado miedo regalarle el pollo a la chica. No sabe qué hacer, solo atina a meter la cabeza entre los brazos. El mozo se aleja y junto a un gordo que estaba en el lugar comienzan a burlarse de Juan, lo que lleva a que el protagonista de esta historia comience a llorar, al sentir que ya todo está perdido y nada importa. El relato se cierra cuando el muchacho saca el pollo del bolsillo y luego de unas confusas impresiones primarias, descubre aterrado que el animal ha muerto.
UNA ANÉCDOTA, CONTADA POR EL PROPIO MASSIANI, QUE, CREO, VIENE AL CASO
Hace un tiempo, mirando en YouTube algunos videos de, y sobre, Francisco Massiani, me encontré con un testimonio del propio autor, por demás interesante. El video, subido por Juan Carlos Carrano Henríquez, titulado «El día que no conocí a Cortázar«, es una grabación que se le hace al autor venezolano en su casa en La Florida (Caracas), donde este cuenta sobre el día en que se fue a encontrar con Cortázar. Allí Massiani refiere que, en marzo de 1969, cuando vivía en París, en el Hotel Wepper, recibió una llamada telefónica del fotógrafo Antonio Gálvez quien le refirió que Julio Cortázar quería conocerlo, porque había leído un artículo suyo en la “Revista Imagen”, titulado “Después de Gálvez”, que le había encantado.
El encuentro se llevaría a cabo un día viernes a las cuatro de la tarde en el apartamento de Antonio Gálvez. Hasta allí se dirigió Massiani, pero, de forma similar a lo que le acontece al personaje de su ficción, no se decide a dar el paso definitivo, no llama a la puerta de la casa y termina volviéndose para su hotel y el encuentro con Cortázar no se da. Me parece muy significativa la anécdota porque es un hecho prácticamente contemporáneo a la ficción de “Un regalo para Julia”, texto publicado apenas un año después de ese acontecimiento. El miedo que embarga a Juan en la ficción es el mismo que embargó a su creador en la realidad.
 
Este artículo forma parte del libro El cuento latinoamericano en el siglo XX, del mismo autor.
[1] Blog del autor: PALABRA ESCRITA

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