Decepcionante versión de Lluís Pasqual sobre "La quinta del biberón"
Por Horacio Otheguy Riveira
Un hombre de teatro de gran talento como Lluís Pasqual se mete a dramaturgo parcialmente documentado para poner en escena, con jóvenes intérpretes del Lliure de Barcelona, In Memoriam. La quinta del biberón. Seis actores interpretan a chicos de 17 años que fueron obligados a ir al frente en la Batalla del Ebro, último bastión en defensa de la República frente a los golpistas comandados por Franco. El resultado es penoso por maniqueo, elemental y claramente adscrito a la corriente actual de demonización de la izquierda republicana. Y en lo puramente teatral todo se desarrolla como en una fiesta de fin de curso con mensajes subrayados siempre en una misma línea de discurso tendencioso, empeñado en demostrar que toda guerra es absurda, cuando no hay nada más lógico. Es regla de tres. La inician intereses económicos poderosos, y la continúan quienes necesitan defenderse del monstruo.
Existe una enorme documentación de aquel heroico empeño que acabó en desastre, la última victoria de las tropas franquistas con ayuda de los italianos y alemanes, pero Pasqual ha preferido seleccionar lo más desesperante en la crítica al ejército rojo y sus muchas torpezas, ensañándose durante toda la representación con un envión de chicos sufrientes atropellados por malos malísimos de la muerte (al estilo de una película americana de serie B) entre los que no queda un solo oficial decente: todos conformaban una plaga de malnacidos contra los pobres muchachos que sufrían y morían en vano cuando lo que querían era burlarse de Pasionaria y vivir arrodillados tan ricamente («Es mejor morir de pie que vivir de rodillas»).
Hasta los últimos 15 minutos esta «ejecución sumarísima» parece producida por la Fundación Francisco Franco y otros muchos simpatizantes que podrían jalear la representación. Es tan intensa como absoluta la crítica a los comunistas que dirigieron la operación, que incluso en los estupendos audiovisuales de la época es el único nombre que aparece como fuerza política.
De las muchas, y muy justas, críticas que se han hecho a aquella organización por sus modos y maneras, y la durísima experiencia de chicos inexpertos que ni siquiera tenían la mínima formación militar, aquí hay una verborrea incontenible de la que no se salva ni un solo miembro entre suboficiales ni oficiales, como si todos fueran monstruos predilectos de la Rusia feroz con que el Movimiento nacionalcatólico le ha comido la sesera a millones de ciudadanos durante ya más de 80 años, pues aún están en el poder, adaptados a las reglas de una democracia por ellos mismos inventada y coordinada.
Sólo en la recta final se ve la crueldad de los nacionales fugazmente, pero no sin antes proyectar la cara de Franco y su feliz victoria, y la del primer ministro socialista Juan Negrín pidiendo resistencia, y se hace como dos caras de una misma moneda de indiferencia política hacia el sufrimiento de la gente, llegando a asegurar que «todos» los oficiales dejaron el país como señoritos.
Se dicen medias verdades y completas falsedades sin el menor interés en profundizar en las contradicciones del contexto, pero con una decidida animadversión al bando republicano, inscribiéndose toda la obra en la ya vergonzante letanía de que tanto los de izquierdas como los de derechas fueron crueles por igual, sin marcar ninguna diferencia.
Además de pueril, el conjunto resulta penoso porque Pasqual no es un autor con suficiente experiencia y entonces desarrolla toda la pieza de manera discursiva: la soldadesca habla, informa y de tanto en tanto representa situaciones. Un informe tedioso que los actores cubren con relativas cualidades, pues en pocas secuencias se rompe el ambiente de un fin de curso de escuela de teatro, y detrás de ellos está todo el tiempo un grupo de excelentes músicos que se ocupan de una partitura monocorde, como de fondo de funeral de iglesia, desaprovechando el vigor histórico de la música popular de entonces.
Curiosamente el propio Pasqual dirigió recientemente (hasta el 26 de febrero en el Teatro Español) un monólogo sensacional escrito por Stefano Massino: Mujer no reeducable, donde la grandísima Míriam Iscla nos habla todo el tiempo como una periodista que cuenta su experiencia, y una actriz que asume a una madre de familia, activa periodista en la guerra chechena, pero lo hace mordiendo el corazón de su personaje con un texto que nunca pierde la palpitación dramática, es decir, la acción que han de tener las palabras mientras circulan en torno a los espectadores. Este es un gran ejemplo que hubiera beneficiado mucho al espectáculo In Memoriam, aunque no se esté de acuerdo con el planteamiento.
Por otro lado, aquí y ahora, se representa en la Sala Montacargas una función escrita y dirigida por Ramón Paso: Terror y ceniza (de la Iglesia Católica en la Guerra civil española) que es otro modelo de dramaturgia que se echa de menos en esta Quinta del biberón tan monótona como previsible y mitinera. En Terror y ceniza nadie explica nada, salvo brevísimos monólogos finales. Durante toda la función se suceden escenas de la época que se quiere retratar en un vibrato apasionante.
Mientras este cronista padecía In Memoriam. La quinta del biberón, procuró relajarse e imaginar qué pasaría si todo se representara escena por escena, en lugar de comentarse. ¿Que los seis actores son demasiado jóvenes? Pues en Terror y ceniza son sólo cinco jóvenes actrices que componen mujeres de todas las edades. Una comparación de factores técnicos que en realidad está por debajo de la mala voluntad intrínseca de un espectáculo ciego ante la objetividad histórica, empecinado en la demonización del comunismo sin ambages ni claroscuros que es algo que está muy de moda en todos los frentes, pero que no parecía posible por parte de un grande del teatro español como Lluís Pasqual que se enfrenta con débiles argumentos a un acontecimiento histórico político-bélico que marcó a fuego la historia de la democracia española.
Se ha forjado un espectáculo sentimental bajo la égida de la Teoría del distanciamiento, y a través de él se tiene la sensación de que en la Batalla del Ebro sólo actuaron estos pobres imberbes ferozmente maltratados, cuando tras su llegada ya llevaban tiempo veteranos de un total de 100,000 hombres que llegaron a estar bien pertrechados con armas de Checoslovaquia, dirigidos por nobles oficiales, aunque indefectiblemente fallaron ayudas del Este y el poderío de los golpistas, con su fértil ayuda exterior, arrasó con todo. Cien mil hombres entre los cuales hubo alrededor de 25 mil «biberones» que nunca debieron haber ido, pero que se les reclamó como imperiosa necesidad de una guerra justa frente a la barbarie fascista. En otras lides sucedió lo mismo. Así en zonas del Imperio Británico durante la primera gran guerra (terrible carnicería de la Batalla de Gallipolli), como en la decadencia del Imperio Otomano (iban a las casas a buscar varones desde 15 años), y desde luego, en la Rusia soviética cuya bárbara imposición militar permitió la victoria frente a la poderosa invasión alemana, para nombrar sólo tres casos.
En la Batalla del Ebro se cantaron canciones que hicieron historia. Ninguna se tiene en cuenta, como no sea para ridiculizarla. Una de las menos conocidas es esta (Si me quieres escribir):
- Si me quieres escribir,
Ya sabes mi paradero: - Tercera Brigada Mixta,
- Primera línea de fuego.
- Aunque me tiren el puente
- Y también la pasarela
- Me verás pasar el Ebro
- En un barquito de vela.
- Diez mil veces que los tiren
- Diez mil veces pasaremos
- Que para eso nos ayudan
- Los del Cuerpo de Ingenieros.
- En la venta de Gandesa
- Hay un moro Mojamé
- Que te dice: «Pasa, «paisa»
- ¿Qué quieres para comer?»
- El primer plato que dan
- Son granadas rompedoras,
- Y el segundo de metralla
- Para recobrar memoria.
In memoriam. La quinta del biberón
Texto, dirección y escenografía: Lluís Pasqual
Cía. La Kompanyia Lliure
Intérpretes: Joan Amargós, Enric Auquer, Quim Ávila, Eduardo Lloveras, Lluís Marqués, Joan Solé
Músicos: Oriol Algueró/Isaac Bachs/Ricard Renart, violines; Guillermo Martínez/Joan Palet, violonchelo; Dani Espasa, Marc Díaz, clave y órgano; Robert González, voz.
Dirección musical: Dani Espasa
Iluminación: Pascal Merat
Vestuario: Alejandro Andújar
Caracterización: Eva Fernández
Vídeo: Franc Aleu
Teatro María Guerrero. Del 22 de febrero al 12 de marzo de 2017.
Encuentro con el público: martes 7 de marzo. Sala Margarita Xirgu. Antes de la función, a las 19 horas.
La historia es una cosa y lo k retrata es otra: el absurdo de la guerra, lo mires por donde de lo mires.
No estoy de acuerdo con su crítica. La representación pretende un homenaje a esos chicos. La brutalidad de la Guerra Civil fue cruel por ambos bandos, no hay ninguna guerra razonable, ni por los que la comienzan, ni por los que la continúan…..
Excelente crítica. Lluis Pascual define esta obra suya como teatro documental, por lo tanto se debe respetar el contexto histórico en el que plantea la acción. La equidistancia entre el ejercito franquista y la República que representaba Negrín no es posible. No son dos caras de la misma moneda, de igual forma que no lo fueron la resistencia francesa y los ocupantes nazis, ni los partisanos italianos y el ejercito italo-alemán. Triste país este que no tiene claras cosas tal elementales… y es que aún la sombra del franquismo es muy alargada.
Todavía el humanismo de «qué absurda es la guerra» oculta los intereses y las circunstancias principales: quiénes las inician y para qué. Si borramos el contexto histórico queda un vacío sentimental sin dirección. Día a día aumenta la demonización de la izquierda en el apogeo retro del nacionalcatolicismo, impresiona este volver hacia atrás. Cuesta mucho plantear un esfuerzo crítico. Lo más fácil es el pensamiento único para insistir en que todo es lo mismo, todo es igual, no pienses, no te muevas, no respires. Muchas gracias.
Es una crítica interesante. A mi La quinta del biberón me impresionó como una crítica de guerra, no sólo de la Guerra Civil, sino de cada guerra que destruye las vidas, en el caso concreto de una generación joven.
Yo no lo miraría estrictamente como una descripción del desastre del Ebro. Aquella batalla si duda tenia también muchos otros aspectos.
¿Todas las guerras son injustas?. ¿los potencias aliadas en septiembre de 1939 tendrían que haber permitido la invasión de Polonia sin declarar la guerra a Hitler? ¿La República hizo mal en defenderse contra la agresión fascista de los militares golpistas?.
Sinceramente si Lluis Pasqual quería hacer un alegato antibelicista solo ha conseguido que los espectadores nos marchemos impresionados por la actuación de los actores y la música en directo pero salgamos todavía mas confundidos con los hechos históricos que nos cuenta.
La batalla del Ebro fue el último intento de la República por ganar la guerra. En esta batalla se dedicaron lo mejores efectivos del ejército republicano, los mandos mas experimentados, los soldados mas disciplinados y los mejores oficiales. Es una infamia decir que estos se marcharon al extranjero mientras ellos, los jóvenes, se estaban pudriendo en el matadero. Y por cierto, se movilizó a toda la quinta del 41 fueran o no catalanes.
Muchas gracias, Carmen, por tu aporte.
Parece que sólo lucharon en el bando republicano los catalanes.
Qué vergüenza..,.y la gente aplaude?
Fue una guerra civil de republicanos contra Franco, no de cataluña contra contra España.