Un hombre muerto a puntapiés, cuento de Pablo Palacio
Por Fernando Chelle
Cuando la intolerancia hacia lo diferente se vuelve violencia
A partir de la lectura de una noticia en la crónica roja del Diario de la Tarde, un ciudadano, que dice interesarse por la justicia, emprenderá una investigación que lo llevará a obtener algunas respuestas. Desde la primera lectura en la prensa, hasta la reconstrucción final de los hechos basada en las especulaciones del ciudadano investigador, el relato irá mostrando diversos temas, por ejemplo, la manipulación mediática, el deseo, la vergüenza y los miedos de una sociedad intolerante y violenta con lo diferente.
Un hombre muerto a puntapiés, es un cuento del escritor ecuatoriano Pablo Palacio (Loja, Ecuador, 25 de enero de 1906 – Guayaquil, Ecuador, 7 de enero de 1947). Este relato, que da nombre al libro publicado en el año 1927 por la imprenta de la Universidad Central en la ciudad de Quito, además de ser el texto más emblemático de Palacio, es uno de los cuentos más representativos de la literatura ecuatoriana del siglo XX.
Un hombre muerto a puntapiés (el libro), está compuesto de nueve relatos, la mayoría de ellos giran en torno a aspectos relacionados con el mundo jurídico. Esta primera obra del joven Pablo Palacio, que la escribe con apenas 20 años, después de graduarse de abogado, está muy influenciada por su formación académica. Son textos con los que Palacio, mediante un buen manejo del material narrativo, pretende provocar, a veces con cinismo, a veces con humor negro, las costumbres pacatas y provincianas de la sociedad de su época, dejando al desnudo las miserias de la cotidianeidad.
El relato que analizaré en profundidad tiene como tema central la agresión, las conductas violentas y las problemáticas sociales que derivaban de la intolerancia a la aceptación de opciones sexuales diferentes, en el Quito que le tocó vivir a Pablo Palacio. El cuento transcurre en una época histórica, donde en Ecuador, la homosexualidad estaba calificada como un delito, de este detalle se desprenden algunos otros temas secundarios presentes en el relato, como, por ejemplo, la vergüenza, el ocultamiento y lo tendencioso de los medios de comunicación.
En líneas generales el argumento es el siguiente: el personaje-narrador lee en el periódico que un hombre ha muerto a puntapiés. No hay detalles del incidente, sin embargo, la noticia hace referencia a que la víctima era “vicioso”. El narrador se obsesiona en investigar los hechos que llevaron al homicidio, pero solo contará para su investigación, con el dato de que el hombre era “vicioso” y con dos fotografías que le facilita el Comisario. La investigación comienza por establecer cuál era el vicio que llevó a Octavio Ramírez (el hombre muerto a puntapiés) a ese trágico fin. Al final, el narrador-personaje, después de considerar el método investigativo que utilizaría, especula y se deja llevar por la imaginación, concluyendo que Octavio Ramírez era homosexual y que el padre de un joven quiteño, lo había matado de esa manera, porque Ramírez había acosado a su hijo de 14 años.
Internamente, podríamos dividir el relato en ocho pequeños momentos, donde cada uno de ellos tiene un centro de interés específico del cual se ocupa.
1) Información de la crónica roja del Diario de la Tarde. 2) Decisión de investigar. 3) Metodología a utilizar en la investigación. 4) El vicio. 5) Las fotografías. 6) El estudio investigativo. 7) Conclusiones a las que llega el personaje-narrador. 8) La reconstrucción de los hechos sucedidos.
El cuento comienza con la reproducción de una noticia periodística. El narrador-personaje nos muestra a los lectores la noticia tal cual él la leyó en la crónica roja del Diario de la Tarde, para que seamos testigos, del material sobre el cual investigará más adelante en el relato. Esto hace que este primer momento de la estructura interna, sea el único que esté narrado en tercera persona, porque la voz, es la reproducción de la del periódico, por ejemplo “Procuraremos tener a nuestros lectores al corriente de cuanto se sepa a propósito de este misterioso hecho”.
Los hechos contados en la noticia son anteriores al desarrollo de la acción del relato, ya que el narrador-personaje lee la noticia el día después. La crónica roja comienza con la palabra “anoche” y en el segundo párrafo, se dice “esta mañana”. El informe en concreto hace referencia a las declaraciones de Ramírez, quien dijo haber sido víctima de una golpiza por parte de unos individuos, después de haberles pedido un cigarrillo. El incidente tuvo lugar entre las calles Escobedo y García y luego se condujo al herido a la policía. En el segundo párrafo de este primer momento, donde ya se habla de un Ramírez difunto, se encuentra el enunciado más importante del relato, ya que de la lectura del mismo es que el personaje narrador comenzará la investigación: “Lo único que pudo saberse, por un dato accidental, es que el difunto era vicioso”.
El interés del narrador-personaje en esclarecer los hechos, se ve en el seguimiento que hace de la prensa en busca de información de la noticia. No decide comenzar la investigación inmediatamente, sino cuando ya han pasado diez días de los acontecimientos. A partir de este segundo momento, el tiempo de la acción del relato va a coincidir con el de la narración. Se pasa a utilizar definitivamente la primera persona del singular, quien toma la voz narrativa es el personaje-narrador, un narrador homodiegético (cuenta la historia desde dentro), y también autodiegético (es un personaje). Se propone averiguar, desde su casa, las razones que movieron a unos individuos a atacar a otro a puntapiés. El hecho de que ría a satisfacción y que le parezca graciosa la muerte de una persona en esas circunstancias, es muestra, que este personaje-narrador, presenta una complejidad psicológica bastante particular. Dice haber querido realizar un estudio experimental del hecho y luego haber descartado esa posibilidad, por parecerle más interesante estudiar las razones que llevaron a unos individuos a actuar de la manera que lo hicieron. Una vez resuelto ese punto, al mejor estilo Arthur Conan Doyle, encenderá su pipa, la que será un leitmotiv en la narración, y comenzará a investigar. Así pasamos al tercer momento de la estructura interna del relato, que se centrará en la metodología a utilizar en la investigación. El personaje-narrador se inclina por el método inductivo, que parte de lo menos conocido a lo más conocido, porque en realidad conoce poco del hecho a investigar, como para comenzar a deducir.
Decidido a investigar, incluso con la metodología elegida, el personaje-narrador se queda por un momento paralizado sin saber qué hacer. En la relectura del Diario de la Tarde, del día 13 de enero, reparará en el dato fundamental: “Lo único que pudo saberse, por un dato accidental, es que el difunto era vicioso”. La interpretación de este dato, que al final de este cuarto momento el personaje investigador ya parece haber resuelto de forma intuitiva, es la que desencadenará las acciones siguientes de la narración.
El quinto momento de la estructura interna está centrado en la búsqueda de la verdad y es aquí donde aparecen las dos fotografías, que serán, junto al dato de que Ramírez era vicioso, los únicos elementos con que contará el personaje-narrador para llevar adelante la investigación. Hay un cambio de escenario, la acción transcurre en la Comisaría 6ª, pero el comisario, aparte de facilitar las fotos, no ayuda demasiado con la investigación, porque no da respuestas concretas sobre las características del difunto.
En el sexto momento asistimos a un nuevo cambio de escenario, la acción regresa a la casa del personaje-narrador. Allí, este se encerrará en el estudio, volverá a encender la pipa y se centrará en el análisis de las fotografías. A partir del repaso reiterado de las dos imágenes, realiza un dibujo del difunto Ramírez que tiene características femeninas, y es a partir de ahí, que confirma cual era el vicio de Ramírez. Esto lo lleva a ensañarse con el difunto, lo que vuelve a mostrar la complejidad psicológica de este personaje. Este momento se cierra con las palabras del protagonista, repitiendo la interrogante central de la investigación: Yo trataba… trataba de saber por qué lo mataron; sí, por qué lo mataron…”.
Inmediatamente después de que el personaje-narrador se repita esa interrogante, el relato da un viraje un tanto radical y asistimos a las conclusiones a las que llega, que serán, el centro de interés del séptimo momento. Está convencido de que Ramírez mintió, porque es ilógico que a alguien lo agredan de esa forma por el simple hecho de pedir un cigarrillo. Ramírez seguramente había mentido porque no podía decir la verdad y esto seguramente estaba relacionado con su vicio. A partir de esa certeza, el personaje-narrador se irá planteando y desechando diferentes suposiciones. Luego, a partir de algunos elementos verdaderos y otros posibles, va a reconstruir la personalidad de Ramírez.
En el octavo y último momento de la estructura interna, que se centra en la reconstrucción de los hechos sucedidos, se retoma nuevamente el tono periodístico del comienzo de la narración, con la diferencia de que los datos que se manejan en este momento son supuestos. El personaje-narrador hace referencia al lugar donde vivía Ramírez, luego nos lo muestra deseoso, necesitado, alterado por sus pasiones, hasta que llega al lugar donde sucederá el ataque. Ramírez, víctima de esa necesidad, después de coquetear con algunos hombres con los que se cruza fortuitamente, busca satisfacer sus deseos con un joven de 14 años. Este, al sentirse tomado por Ramírez, grita buscando la ayuda de su padre, y es cuando vuelve a aparecer un obrero de grandes dimensiones, que el narrador-personaje se había tomado el trabajo de describir, haciendo notar, los tacos anchos de sus zapatos. Después de interrogar con un insulto a Ramírez, el obrero le propina los tres puntapiés que terminarán resultando fatales. La psicología compleja del personaje-narrador, que cuando leyó la noticia le pareció graciosa, que se ensañó con Ramírez cuando descubrió cuál era su vicio, se pone en este último momento del lado del agresor y disfruta del cruel ataque, que a la postre, lleva a la muerte de Octavio Ramírez.
A modo de conclusión
En sucesivos pasajes del relato hice referencia a la complejidad psicológica del personaje-narrador, complejidad que podríamos vincular con la de una personalidad enfermiza. El resultado al que llega este personaje, que dice interesarse por la justicia, es uno de los tantos posibles, ya que su investigación estuvo basada fundamentalmente en conjeturas, especulaciones y suposiciones. La noticia en sí, reproducida en el primer momento de la estructura interna, no es clara, deja lugar a la especulación, y de eso se sirvió el personaje-narrador, poniendo como motor de su investigación debelar el “vicio” de Ramírez.
La genialidad de Pablo Palacio en este relato, además de crear ese personaje-narrador tan complejo y particular, radica en que supo transmitirnos los deseos, las pasiones y los tormentos de Ramírez, el temor del muchacho de 14 años y la rabia de su padre, el obrero quiteño.
Para terminar, y como conclusión, creo que la lectura, hoy, de “Un hombre muerto a puntapiés”, un relato que está próximo a cumplir 90 años, nos debería llevar al menos a la siguiente pregunta:
¿hemos avanzado como humanidad en la integración social de personas con opciones sexuales diferentes?
Evidentemente que desde la fecha de publicación del relato al día de hoy se ha avanzado mucho, pero aún falta, para que personas como Ramírez no vivan la tragedia de ser condenados por aquellos que, por sus prejuicios, temen, marginan o rechazan, todo lo que resulta diferente a lo socialmente aceptado como válido.
Este artículo forma parte del libro El cuento latinoamericano en el siglo XX, del mismo autor.
[1] Blog del autor: PALABRA ESCRITA
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Muy bueno la historia?