Las hipótesis de Nadie
Las hipótesis de Nadie
Juan Manuel Roca
La Vorágine, 2016
Por Alberto García-Teresa
Poeta fundamental en las letras americanas, Juan Manuel Roca (Medellín, 1946) es una voz que ha tenido poca y tardía presencia en las librerías españolas (una antología en 2001 y a partir del Premio Casa de las Américas, en 2009, ya de manera continua), a pesar de una trayectoria que empezó a principios de los setenta. En esta nueva colección de La Vorágine, se recupera el Premio Nacional de Poesía de Colombia de 2004 y uno de sus libros más celebrados.
Juan Manuel Roca ha construido una obra que no descuida ni la dimensión comunicativa ni el vuelo imaginativo en la plasmación metafórica e ininteligible del mundo. Comparte una poesía de registro claro, armada con elementos sencillos, diáfana, sostenida con un particular ritmo sereno, con alcance meditativo, fruto de una atenta observación del alrededor, y cierta preferencia por lo narrativo. De ahí que levante sus poemas con elementos cotidianos (sartenes, abrigos, cuberterías, trenes, calles…).
Aunque aquí se ponga en primer plano desde el mismo título del libro, en toda la obra de Roca es fundamental el concepto de otredad, el lugar del otro (algo que si se ubica desde el lugar y contexto en el que enuncia -Colombia-, se redimensiona). Buena parte de este poemario gira alrededor de los Nadie. Con ese concepto, el autor nos habla de la invisibilización, de la despersonalización precisamente causada por los mecanismos de hiperindividualización. Cualquiera es Nadie porque Nadie somos todos. Habla de los procesos de desaparición, de reescritura de la Historia, de pérdida de identidad y memoria. Ahonda en cómo se conforma el desarraigo a partir de ese borrado de identidades, cómo desaparece literalmente del mapa. El poeta resulta especialmente incisivo en explorar cómo esa anulación se realiza con una perspectiva política y social; una cruel forma de formar nuestra identidad (y nuestra posición social) a base de negar y machacar al otro: “Festejemos a Nadie que nos presumir que somos Alguien”. Asimismo, aborda el autoengaño, la tolerancia consciente del olvido, también como supervivencia y forma de encarar el dolor y la pérdida: “Ahora mismo ignoro, como todos los nativos de mi país, el lugar donde me encuentro”.
De hecho, equilibradamente, aborda todas estas cuestiones políticas y sociales de una forma que no necesita anclar en exceso, sin explicitar, sino que desdibuja también a los propios sujetos o protagonistas de sus poemas. Igualmente, de manera directa, pero sin nombrar, sin explicitar, habla de la situación de su país y sus anhelos de paz.
Roca introduce una pátina de misterio muy destacada, mediante, por un lado, un distanciamiento y una difuminación de las marcas concretas (a pesar de esos elementos cotidianos) y, por otro, el lirismo; del continuo salto que este le permite realizar para nombrar la realidad inmediata. Haciendo uso de todo ello, sabe construir escenas con una extraordinaria capacidad evocadora. Logra, de este modo, atmósferas muy sugestivas, paradójicamente como si las escenas estuvieran fuera del tiempo y de lo concreto aunque están levantadas, como decía, con referentes cotidianos y reconocibles y lenguaje sencillo.
Igualmente, el libro está atravesado por un talante insumiso, antiautoritario. Roca, quien afirmase que “un poeta sin calle está perdido” y que siempre se ha resistido a la poesía programática, se propone desmontar las esferas del Poder. En ese sentido, el humor y la ironía también son constantes como arma para seguir caminando en un entorno tan complejo, duro y dramático como el colombiano. En esa línea, el autor desdibuja certezas en una apuesta también por la celebración de la libertad y de la imaginación.
De este modo, con esa difuminación continua, Juan Manuel Roca plasma la ideología de lo intangible que prima en nuestros días: la desaparición, la anulación, la aniquilación, en suma, de vínculos, identificaciones e identidades -individuales y colectivas-.