Los libros de la isla desierta: Cuentos completos, de Jorge Luis Borges
Por Óscar Hernández Campano.
CUENTOS COMPLETOS. Jorge Luis Borges (Ed. Lumen)
Si existiera un listado de autores sin premio Nobel que lo merecieron, probablemente lo encabezaría Jorge Luis Borges. El escritor, poeta, ensayista y erudito bonairense (1899-1986) legó a la Humanidad una obra que tiene difícil parangón. Este tomo que ha editado Lumen recoge todos sus relatos en un libro que es ya un miembro destacado de la biblioteca de la isla desierta y de cualquiera que se precie.
La narrativa de Borges es apabullante a la par que estimulante. Su erudición abruma, y su imaginación extasía. Los relatos de Borges son un muestrario de la razón humana en la que conviven con sus personajes -sean estos reales, imaginarios, alter ego, remedos o simulación de ficción- autores de todo el orbe y de todos los tiempos. Leer los cuentos del argentino es leer o releer a Homero, a Shakespeare, a Cervantes, a Whitman, a Stevenson, etc., etc.
Todo en los cuentos remite a otro, a un pasado, a un presente o a un futuro -ahora ya nuestro pasado-. Los lugares comunes de Borges se revisitan de cuento en cuento: desde Las mil y una noches, la Ilíada, la Odisea y la Eneida, pasando por la filosofía de Schopenhauer, hasta los textos sagrados de las principales religiones. Borges es como un gran chef que en su cocina usa cientos de ingredientes que pueblan su memoria. Sus libros, sus miles de lecturas se abren paso en sus relatos, los versos de los grandes se entrelazan con los lugares de su niñez, con su barrio de la infancia llamado Palermo, con la Suiza de su edad adulta, con la cultura anglosajona que fue la mitad de su herencia, con las gestas de sus antepasados en la independencia de los estados sudamericanos, con sus inquietudes filosóficas y más íntimas…
La fantasía desborda unos relatos que hacen releer algunos párrafos y paladear frases que son ya parte y herencia de la Literatura. Títulos como El Aleph -quizá el más famoso aunque en mi opinión no el mejor de todos-, Las ruinas circulares, El jardín de senderos que se bifurcan, El inmortal, Agosto 25, 1983, El libro de arena, o Tigres azules, entre otros muchos, dejan una impronta en la mente del lector que obliga a cerrar el libro y reflexionar.
Borges fue un hombre sabio y esa sabiduría supura en cada una de sus historias. La originalidad de sus planteamientos es hoy caldo del que beben (bebemos) los narradores, y su astucia narrativa es envidiable para aquellos que nos esforzamos en inventar historias. El autor juega con el lector mezclando realidad y ficción, inventando textos que conjuga con libros reales, yendo de una fuente apócrifa a otra cierta y, en definitiva, envolviendo al lector en el manto de eso que llamamos Literatura.
Esta edición nos permite tener en un solo volumen todos los cuentos de Borges y repasarlos, releerlos y acompañar al genio que aparece en sus propios relatos, que se disfraza, que crea alter ego y realidades paralelas donde él es protagonista; él, Borges, con su propio nombre. Los sueños son uno de los lugares comunes del escritor. La delgada línea entre la realidad y el reino onírico es cruzada en sus textos sin que nunca sepamos a ciencia cierta dónde nos encontramos. Esto es así porque el autor quiere, porque quiso arrastrar al lector a su mundo, un reino donde el tiempo y el espacio se doblan, retuercen y se conectan para que el destino sea algo tan trivial como un grano de arena en el desierto.
La Historia de la Literatura tiene una deuda con Jorge Luis Borges. Una deuda que no se le podrá pagar en méritos a su obra (el Nobel le fue negado durante treinta años). Obtuvo el Cervantes y otros muchos a lo largo y ancho del mundo. Aunque su premio es el de la legión de lectores que en todo el planeta se descubren ante el maestro. Ese es el verdadero premio para un escritor: que su obra sea leída y admirada, que su obra lo sobreviva, que se estudie, que inspire y que ocupe un lugar privilegiado en los anaqueles de las casas y en las bibliotecas de escuelas, institutos y pueblos del mundo. Igual que Borges viajó y escribió sobre el mundo, este lo admirará ad aeternum.
Y en la isla desierta lo releeré, como Borges hizo con sus autores de cabecera, con los grandes, con los clásicos.