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'Ficciones', de Jorge Luis Borges


Por Víctor González (@libresdelectura)
Soy de esos lectores que temen a los libros tachados por el fervor popular de “importantes” y por eso siempre postergo su lectura diciéndome a mí mismo que todavía no estoy preparado. Por desgracia, me dieron a leer El Quijote mucho antes de lo que debería haberlo leído y perdí allí mi oportunidad de valorar como se merece el primer encuentro con un libro de tanta grandeza. Fue una pena con El Quijote pero no lo ha sido con Borges. Es cierto que cabe la posibilidad de que en un futuro – cercano o lejano, no sé – me diga a mí mismo que ese es el momento de haber empezado con Borges, pero ya lo he hecho y, en este caso, no me arrepiento para nada.
Siempre he pensado que los libros llegan en el momento más oportuno, que saben cuándo les necesitamos y se colocan a propósito en ese estante de la librería al que tus ojos van sin razón aparente o que se cuelan en el regalo que te hace un familiar o que caen a tus pies de repente cuando caminas un poco perdido – eso pasa siempre – por una biblioteca. Borges me llegó no hace mucho tiempo cuando mis ojos, tras muchas lecturas de lo que podemos llamar novedades editoriales, empezaban a acostumbrarse a la literatura. Algo inaceptable. Llegó y lo desmoronó todo, me despeinó, me dio esa fuerte sacudida que deben dar los buenos libros.
Me llegó Borges con El Aleph y supo quedarse en mi memoria hasta hoy – y espero que durante mucho tiempo más –. Unos meses más tarde, echando una ojeada a los estantes de una librería de viejo, me encontré con Ficciones, uno de esos libros que lleva mucho tiempo apuntado en mayúsculas en las notas de mi teléfono como lectura pendiente. Lo compré y debo confesar que no sabía si iba a leerlo. He tenido que esperar hasta este nuevo año para hacerlo y, como siempre sucede, creo que ha sido el mejor momento. Me he vuelto a encontrar con esa verborrea inclasificable, con esa cascada de adjetivos tan suya, con la intertextualidad entre relatos, con ese narrador no fiable que siempre está, que a veces sorpresivamente se dirige directamente a ti, esos paréntesis que provocan sonrisas de admiración, el juego de espejos, los laberintos, la entrada y aparición repentina de Borges.
Borges tiene un estilo y su huella siempre aparece en todos sus relatos. A veces se escapa del lector y otras le habla directamente, a veces duda y en pocas ocasiones afirma rotundamente, y la mayoría de las veces consigue introducirnos en un mundo laberíntico donde toda verdad es apariencia y tiene un doble. En Ficciones he conocido por fin a Pierre Menard, he leído relatos que tantas veces me habían recomendado como son los de La lotería en Babilonia o – mi favorito – La biblioteca de Babel. Pero sobre todo he viajado por la mente a medida que lo hacía por unos espacios físicos que describía Borges, ese gran Borges que sigue vivo gracias a libros como este y que nosotros podemos despertar de su sueño eterno cada vez que nos demos a su lectura. Yo ya me he atrevido. Te toca.

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