El "Último tren a Treblinka": espectadores entre personajes del gueto de Varsovia
Por Horacio Otheguy Riveira
Ana Pimenta y Fernando Bernués han moldeado teatralmente el material existente sobre la experiencia de un hombre justo, volcado en la modernización de la educación en los años 30, que ayudó cuanto pudo en el gueto de Varsovia, dirigiendo un orfanato. El tan transitado espectáculo del horror del holocausto provocado por los nazis adquiere un vigor inusitado al convertir a los espectadores en activos observadores que ríen y sufren junto a los personajes. Se acabaron las butacas. Todos somos polacos y judíos, todos pereceremos juntos bajo el dominio de quienes nos desprecian sin otro sentido que la destrucción como aliada del robo y el salvajismo: excusas para dominar el mundo a su antojo.
La obra Último tren a Treblinka representa parte de la historia de Janusz Kòrczak (1878-1942) que, junto con su inseparable colaboradora Stefania Wilczynska, regentaba un orfanato con doscientos niños en un gueto de Varsovia, creando una verdadera república infantil.
Fue un médico, escritor y sobre todo pedagogo volcado en la innovación de la educación y el trato con los niños y jóvenes, convencido de la importancia de una sólida alianza con los adultos, quienes debían dejar de mirarles desde la atalaya siniestra del censor que todo lo sabe. Al respecto escribió varias obras, siempre uniendo teoría y práctica. Precursor de la lucha en favor de los derechos y la igualdad de los niños a tal punto que como director del orfanato creó un tribunal compuesto donde los propios niños examinaban situaciones peliagudas por ellos mismos llevadas a juicio, casos difíciles de conducta insolidaria y agresiva de compañeros. Pero el tribunal tenía, además, una peculiaridad excepcional en la historia de la educación: los mismos menores también podían juzgar a sus educadores. Siempre reivindicó que era judío y polaco, adscrito a las corrientes liberales más modernas y revolucionarias del judaísmo, contemporáneo de Sigmund Freud.
Los espectadores se podrán sentir como uno de esos doscientos niños. Como meros espectadores desde el propio escenario, los asistentes vivirán de primera mano desde sus camas-literas o sus mesas sus rutinas, su organización interna, sus miedos, sus alegrías y cómo crearon su propia Constitución y su Código Penal. Y también serán testigos del momento en el que les comunican que deben abandonar el orfanato y dirigirse al tren que les conducirá a las cámaras de gas construidas en el campo de concentración de Treblinka, donde los nazis habían exterminado ya a miles de seres humanos.
La obra narra la historia de Janusz Kòrczak, doctor y pedagogo judío, que, junto con su inseparable colaboradora Stefania Wilczynska, regentaba un orfanato con doscientos niños en un gueto de Varsovia, creando una verdadera república infantil.
En Último tren a Treblinka los espectadores se podrán sentir como uno de los doscientos niños en peligro. Compartiendo escenario, los asistentes vivirán de primera mano desde sus camas-literas o sus mesas su peculiar vida cotidiana, su organización interna, sus miedos, sus alegrías y cómo crearon su propia Constitución y su Código Penal. Y también serán testigos del momento en el que les comunican que deben abandonar el orfanato y dirigirse al tren que les conducirá a las cámaras de gas construidas en el campo de concentración de Treblinka, donde los nazis habían exterminado ya a miles de seres humanos.
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