PensamientoReseñas

"Poesía reunida y aforismos", de Ramón Andrés

Por Daniel Fernández López.

Existen palabras que vienen con nosotros desde antiguo, unas que dan la impresión de pertenecer a la humanidad desde sus primeras generaciones y que nos permiten sabernos integrantes de una realidad longeva: labrar, olivo, esparto, orilla, canto o senda aluden a las remotas esencias de nuestra especie. Hay otras, en cambio, que se han ido incorporando en el proceso, fruto de la necesidad de referir lo nuevo; podríamos pensar, por ejemplo, en los neologismos relacionados con la tecnología, en los argots juveniles o en las jergas de los saberes especializados.

Ensayo, verso o aforismo, las palabras de Ramón Andrés resultan un regreso a lo fundamental, a lo que nos es inherente y que ha permanecido hasta hoy: «Llevamos en el alma todo lo que desde un principio ha vivido en las almas humanas», se lee en Demian. Porque el entorno es cambio; pero los seres humanos somos, piénsese el tiempo y lugar que se piense, los mismos: el miedo asaltó por igual a Sócrates y a Jesús de Nazaret, los espíritus de Bach y de Tarkovski se expresaron con idéntica pureza, y la lucha fue la misma en Tolstoi y en Unamuno. Lo primordial en el hombre es una hebra de seda, fina pero resistente, que vibra con el movimiento preciso: el lamento por la pérdida, los relatos y los bailes al calor de la hoguera, la comunión con el ser amado.

«Escúchalo: hay un silencio en todo lo que nace», escribe el autor navarro en Poesía reunida y aforismos. ¿A qué época pertenecen sus palabras sino a todas, las que nos precedieron y las que habrán de llegar, además de a la nuestra? «Siempre génesis», nos responderá. Así, justamente, ha titulado su nuevo libro de poemas, recogido junto a los precedentes en un solo volumen, impecable, editado por Andreu Jaume.

Fruto de su interés por lo elemental, Ramón Andrés alienta y cumple con el precepto que Hugo de San Víctor eligió para inaugurar su Didascalicon: «De todas las cosas que se han de buscar, la primera es la sabiduría». Andrés, sabio, mira nuestros días con la pulcritud primera, un filtro que le permite reconocer máculas y vicios: el exceso de identidad, la pérdida de los lenguajes, el predominio del olvido, el rechazo de lo irracional y la negación de nuestro propio fin.

Sabedor de que habitamos una realidad que, con toda probabilidad, no alcanzaremos a entender en su plenitud, nuestro autor nos reconoce en tal posición y nos llama a interiorizarla con humildad, a retirar nuestras resistencias. Porque, en última instancia, ¿no es vivir aprender a vencernos, a entregarnos? Alejado de las explicaciones asertivas que pretenden fijar la realidad, él vive con valentía en la tesitura del que se sabe irremisiblemente limitado: «La ciencia, la religión, el progreso, el arte, la filosofía, son gradaciones del consuelo», afirma.

Enseñar es una facultad genuina del que estudia, de ahí que quien lea a Ramón Andrés, allá donde abra una de sus páginas, aprende, incorpora, ve. Un logro al que se añade la recompensa de entregarse a la escritura con amor: el entusiasmo de luz y verdad experimentado por quienes se aproximan a sus escritos; un lector, una lectora, que se verá interpelado en los espacios íntimos que habitan en él, en ella, desde el primero de nuestra especie. El silencio ya se guardaba junto al olivo en el día uno.

«Nadie es desde su origen, nadie empieza en el nacimiento. El comienzo está cuando te das la vuelta y vas a por ti». Siempre génesis.


Poesía reunida y aforismos
Ramón Andrés
Lumen, 2016
352 pp., 23.90 €

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