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Dos plagios literarios, de entre tantos

Por Sonia Rico.

espiandoSi buscamos en internet sobre plagios encontramos nombres de muchos literatos como Alfredo Bryce Echenique, Camilo José cela, Carlos Fuentes, José Saramago, Vázquez Montalbán y hasta el de Ana Rosa Quintana que han sido acusados y juzgados por ello.

Dice la RAE, que plagiar es copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias. Y yo creo que esto es lo peor de lo que le pueden acusar a un autor.

Os muestro dos casos, de entre tantos…

Lucía Etxebarría, escritora valenciana, publicó en 2005 “Ya no sufro por amor”. Por dicha obra la autora fue denunciada por plagio por el psicólogo Jorge Castelló ya que la obra contenía párrafos enteros del artículo Dependencia emocional y violencia doméstica escritos por él mismo. Ella reconoció públicamente que se trataba de un montaje para aumentar las ventas de su libro y finalmente  lanzó un comunicado en el que reconocía el plagio y llegó a un acuerdo económico con Jorge, el psicólogo autor de dicho artículo.

No olvidemos que antes, en 2001, la revista Interviú acusó a la escritora de haber plagiado versos del poeta Antonio Colinas en su obra “Estación del infierno” y que además también había frases literales de “Nación Prozac” (de la periodista y escritora estadounidense Elizabeth Wurtzel). Tampoco en esta ocasión los tribunales le dieron la razón a Lucía.

¿Falta de inspiración? ¿Qué les lleva a copiar literalmente frases completas? No sé si tanto disgusto merece la pena.

El segundo caso es más curioso. Se trata el El Quijote de Avellaneda. Publicado en 1614, un año antes de que Cervantes publicara la segunda parte del Quijote. Se cree que el es Alonso Fernández de Avellaneda, natural de Tordesillas.

La obra es de escasa calidad y está claro que la única intención que tenía era la de dañar a Cervantes. Se sospecha que podría ser el mismo Lope de Vega quien se ocultase detrás de tal fechoría. Ya sabemos que los antes amigos, Cervantes y Lope, acabaron siendo rivales y que Cervantes luchaba por un reconocimiento serio de su obra. Sin embargo, hay otra hipótesis avalada por el profesor Martín de Riquer, especialista del Quijote. El sugiere que tras Avellaneda se oculta Ginés de Pasamonte, personaje del Quijote, que es uno de los liberados por don Quijote, pero que fue también un personaje real.

Hay quien defiende la lectura de este “falso” Quijote y lo que no podemos negarle es que supuso un golpe para que Cervantes acelerase la escritura de esa segunda parte del Quijote en la que entran a Cataluña y, en un capítulo, se narra que el Quijote se encuentra ese “falso libro Quijote” ( el de Avellaneda ) y Cervantes en un derroche de inteligencia aprovecha la circunstancia para, con extremo ingenio narrativo, señalar que la obra “ falsa” está llena de errores, al mismo tiempo que se alaba a él mismo en su propia obra.

¿No es magistral darle la vuelta  a la situación de esa manera?

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