Juana Cordero: "Desde pequeña no quise hacer otra cosa, sólo quería ser actriz"
Por Yolanda Moreno
Estrena la comedia ‘La madre que me parió’, donde interpreta a Merche, “la juerga de la función, uno de los personajes más locos y divertidos que voy a poder interpretar”
Una novia se casa y sus tres amigas de la infancia acuden al convite acompañadas de sus madres. Sin embargo, la novia se arrepiente del enlace durante la boda y pide a sus amigas que la rescaten. Unas a favor y otras en contra, se desata la locura mientras se aborda con humor la compleja relación entre madres e hijas. La madre que me parió se estrena el 18 de enero en el Teatro Fígaro de Madrid. Una de las actrices es Juana Cordero (Cámara Café, La que se avecina, Balada triste de trompeta, Átame, Delicia, Genes). Charlamos con ella sobre esta nueva comedia en la cartelera madrileña.
La madre que me parió, curioso título. ¿Qué veremos en esta obra?
Trata sobre la relación que con el paso del tiempo tienen las hijas y las madres. A veces cuando eres joven no te identificas tanto con tu madre, pero con el paso de los años te das cuenta de que cada vez te pareces más a ella. Es aceptarlo si te gusta, o modificarlo si no. La acción se desarrolla en una boda, en los baños del lugar donde se está llevando a cabo la celebración, y la novia parece que ha tomado una decisión equivocada. No quiero decir más, porque no quiero destripar el espectáculo. Pero el conflicto empieza ahí, con las amigas y las madres de las amigas.
Tu personaje es Merche, una de esas madres.
Sí, soy la madre de Bea, personaje que interpreta Natalia Hernández. Merche es la juerga de la función. Es una mujer que desde el minuto 1 solo piensa en que está en una boda y que quiere divertirse. Pasa del conflicto que hay. Es más, yo creo que ni se entera, porque va a su rollo, bebe, fuma marihuana… Está un poco off de lo que está pasando. Le cuesta enterarse debido a su grado de desconexión por el alcohol y un poco por fumar. Es un personaje muy divertido, divertidísimo.
¿El objetivo de la obra es el de hacer reír?
Sí, no es una obra que te plantee un conflicto personal, es pura diversión. La verdad es que viene muy bien reírse, y la gente se ríe mucho. No pensábamos que iba a tener tanta aceptación. Además tengo la suerte de tener unos compañeros fenomenales, muy divertidos: Ana Villa, Aurora Sánchez, Diego París, Esperanza Pedreño, Marisol Ayuso, Natalia Hernández y Paula Prendes.
¿Es interesante que se planteen madres e hijas ir a ver juntas el espectáculo?
Sí, perfectamente. En el preestreno en Aranjuez vimos que hay madres que se identifican con los personajes, y hay hijas que identifican a sus madres. El público estaba integrado por todos los roles familiares: madres, hijas, padres… y dijeron que a veces se han visto reflejadas en la relación que planteamos.
¿Y los hombres por qué deberían ir a verla?
Para ser espectadores de los conflictos de las madres y de las hijas, para reconocer a su mujer o a su hija… porque son prototipos de relaciones.
En la obra solo hay un hombre frente a siete mujeres. Entre tanta fémina, ¿él es la víctima?
Puede decirse que acaba siendo una víctima. Se presenta al personaje como alguien que ha ido a esa boda, y que no participa en el conflicto que se ha planteado en esos baños de los salones de celebración. Es un elemento extraño, pero que al final se hace cómplice y también víctima. Es un personaje muy divertido, con el que todos, mujeres y hombres, nos podemos identificar, porque plantea un problema que a todos nos ha pasado.
¿Cómo es trabajar bajo la dirección de Gabriel Olivares?
Trabajé con él en otra función, El extraño viaje, que pusimos en pie en el año 2010. Esta función, que la hizo Fernando Fernán Gómez en película, fue un montaje de vanguardia. Todos aprendemos con el paso de los años, él también, y sobre todo es un hombre muy creativo y muy paciente, porque aguantar a tantas mujeres trabajando debe ser complicado (risas).
¿Qué pensaste cuando te ofrecieron el papel?
Me entregó la obra Ana Rivas (autora de la idea original, y coautora del texto junto a Helena Morales) y enseguida me atrajo, leyéndola vi que tenía un ritmo muy televisivo, un vodevil de puertas que se abren y se cierran… entran personajes, salen… dejan el interrogante en el escenario y se marchan… Y fundamentalmente me encantó mi personaje. Me pareció de los más divertidos que voy a poder interpretar, de los más locos (risas).
¿Crees que te identifican más en el perfil de comedia?
Yo considero que tengo un amplio abanico de interpretación. Aunque parezca que es sencillo, hacer buena comedia no es nada fácil. Un actor que sabe hacer buena comedia es un buen actor de drama o de melodrama. No tienen mucho que ver, pero se me dan bien ambos géneros, aunque está feo que yo lo diga (risas). Pero bueno, creo que la gente me identifica mucho con comedia.
¿Y qué tipo de personajes te gusta interpretar más?
Quizás según el momento de mi vida, o según el proyecto anterior que haya acometido. Si de repente me llega la oportunidad de hacer una comedia, cuando antes he estado interpretando una función más intelectual o más negra, entonces pienso: pues ahora es la comedia en mayúsculas. Si vengo de un drama a lo mejor me apetece una comedia, y si acabo de hacer comedia me gusta probar en drama.
Has hecho mucha televisión, cine, teatro… ¿qué significa para ti este último?
El directo. Son técnicas muy diferentes. Por ejemplo, en cine o en televisión las secuencias son cortas. En el cine puedes pasar de estar haciendo la secuencia 32, y el siguiente plano va a ser la secuencia 2 por localización. Entonces la construcción del personaje es diferente al teatro, que tiene un hilo natural: empieza, tiene un recorrido en el tiempo y acaba. El cine te corta un poco el proceso y te corta la emoción, aunque hay que estar muy concentrado también para saber en qué momento se encuentra ese personaje, ya que no tiene una continuidad cronológica en el tiempo.
¿Qué función crees que debe cumplir hoy en día el teatro?
Varias funciones, pues hay público para todo. Hay personas a las que les apetece mucho que le hagan reflexionar, que le planteen una realidad social, y quizás prefieren un poco más la reflexión en estos momentos que estamos viviendo. Sin embargo, hay otro público que quiere reírse, olvidarse durante una hora y media de lo que es su vida y su realidad, y prefiere ver una comedia que no le plantee ninguna cuestión.
¿Cómo ves el panorama de la interpretación en la actualidad?
Es complicado. En mi oficio hay muchísimo paro desgraciadamente, y sobre todo también se mueve en franjas de edad. Curiosamente, las personas con más experiencia, las que mejor podemos conocer este oficio, tenemos menos oportunidades. Hablo de hombres y mujeres, aunque considero que las mujeres estamos mucho más excluidas de lo que son los proyectos que arrancan. A las mujeres se nos exigen unos patrones que a los hombres no se les exige, y no me quiero poner feminista, pero los hombres son los que hacen los proyectos y los que piensan en masculino. Después están las personas que son ya más mayores, que lo tienen más difícil puesto que ahora la televisión está llena de jovencitos. Creo que hay poca gente con verdadero talento, pero lo digo por la inexperiencia, no quiero juzgarlo desde otro sitio.
De tu dilatada carrera como actriz, ¿qué balance haces?
Que he tenido suerte. He tenido constancia porque yo soy vocacional. Desde pequeña no quise hacer otra cosa, sólo quería ser actriz. Me empeñé, me formé y creo que he tenido suerte viendo mi currículum. Hay gente que ha apostado por mí y que me ha querido en sus proyectos, y que todavía me sigue queriendo. No me puedo quejar.
¿Hay algún otro proyecto en el que te podamos ver?
Este verano terminé un corto magnífico con Gonzaga Manso, Adivina, y estoy muy contenta y muy expectante por ver ese trabajo. Mi personaje (una adivina de un carromato) es de comedia pero con una profunda emoción. Creo que Gonzaga es un hombre que pronto nos va a sorprender. Su corto Hostal Edén está nominado para los Goya de este año. Además de los guiones, su factura cinematográfica es buenísima.
Además de la interpretación, la pintura y la escultura son facetas artísticas que también desarrollas.
Sí, es que soy artista. No sé muy bien por qué, porque en mi familia no hay antecedentes de estas actividades. Fundamentalmente hago escultura en bronce, aunque fundir bronce es caro. Tengo unas piezas de manera permanente en la galería Capa Esculturas, en la calle Claudio Coello de Madrid, y también me organizo mis exposiciones. Soy mejor escultora que pintora. Me desarrollo también en esas disciplinas. En el fondo se trata de la necesidad de intentar comunicarse.
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