Es posible que las fronteras entre ficción y realidad sean más porosas de lo que estamos habituados a suponer. Usualmente creemos que ambos son territorios claramente diferenciados entre sí, apartados, adscritos a su propia lógica; sin embargo, como han planteado algunos teóricos y pensadores contemporáneos (entre ellos Slavoj Zizek y Jean Baudrillard, por ejemplo), un elemento característico de nuestra época parece ser más bien que eso que consideramos ficción ha tomado en ciertos casos el lugar de la realidad, pues ésta es aprehensible sólo mediante los mecanismos, la forma y la expresión de la fantasía.Un ejemplo un tanto excéntrico de esta inquietante propuesta conceptual es el “jediismo” (jediism), un movimiento de corte religioso que, como su nombre indica, está inspirado en esa figura ficticia del universo Star Wars conocida como la “Orden Jedi”. Los fanáticos de esta saga sabrán que los Jedi son una orden de caballeros un tanto parecidos a aquellos que pueblan los romances, cantares de gesta y libros de caballería de la Europa medieval y renacentista. Como aquéllos, los caballeros Jedi también son célibes y diestros en el manejo de la espada, honorables y honestos, de corazón puro y valentía sin límites.
Y también como en el caso de los de la Tabla Redonda o los Doce Pares, los Jedi se inscribieron como un motivo de inspiración en nuestra yoda-star-wars-an-american-religionmitología moderna, animando ese culto que comenzó a llamar la atención sólo hasta 2001, cuando no se sabe si como broma, coincidencia o forma de protesta, en distintos censos realizado en Inglaterra, Gales, Nueva Zelanda y Australia un número considerable de personas declararon “Jedi” como su creencia religiosa. En el caso de Inglaterra y Gales, la suma de estas respuestas alcanzó para considerar al jediismo como la cuarta religión más importante, mientras que en Nueva Zelanda alcanzó una proporción de 1.5% del país y en Australia de poco más de 70 mil personas (0.37% del total de habitantes).
Con esos fieles, la religión de los caballeros Jedi tuvo en dichas regiones más adeptos que otras confesiones históricamente más antiguas (es decir, reales) como el budismo o el judaísmo. Lo cual, por otro lado y aun tratándose de una broma, quizá no es del todo incomprensible. Para la configuración de su mundo fantástico y de este elemento en particular, George Lucas incorporó elementos de innegable contenido religioso. Antes mencionamos a los caballeros medievales (al estilo de Roldán o Lancelot), inseparables del credo cristiano y de valores como la pureza o la bondad. Asimismo, en los Jedi también hay alguna filiación hacia el budismo y su doctrina del desapego. Y eso sin mencionar también el gran acierto de Lucas de insertar su historia en la lógica del mito del héroe según lo explicó Joseph Campbell, un arquetipo también con un cariz religioso que además está inscrito de lleno en el código genético de prácticamente todas las culturas del mundo. De esta manera, no parece casual que miles de personas hayan sentido la fascinación por hacer del código de los Jedi un sistema religioso de creencias con tanta validez como cualquier otro.
Con el paso de los años, sin embargo, este fervor ha menguado significativamente. Casi como si se tratase de un reflejo de los hechos fantásticos de la saga (en la cual un punto narrativo importante implica la supresión casi total de la Orden Jedi y el consecuente debilitamiento de la fe en la Fuerza), los Jedi del mundo real también han ido desapareciendo poco a poco, según revelan censos más recientes.
¿Pero volverán? No es posible saberlo. Quizá sí y, aun con su origen ficticio y de alguna manera fuera de este tiempo, den a nuestro mundo un poco de ese heroísmo que de cuando en cuando aparece en la historia para empujar grandes hazañas.