Vladimir Hernández a propósito de su nuevo trabajo, 'Habana réquiem'
«Sus ojos eran de color gris acero, sin asomo de bondad, y solía llevar el cabello, muy negro y tupido, cortado al estilo militar. Durante los eventos que forjaron su carácter en la adolescencia acumuló una furia brutal de la cual no había conseguido librarse y, para desgracia de los criminales, había convertido su trabajo policial en vehículo catártico».
Vladimir Hernández, ganador del Premio L’H Confidencial de novela negra por Indómito, publica ahora su último trabajo, Habana réquiem (Editorial Harper Collins), un thriller policíaco que nos arrastra por las calles de la Habana Vieja con su luz y su oscuridad, con sus colores y sus sombras. Cuba se tensa en medio del panorama de recesión y el Estado intenta maniobrar con un falso aperturismo económico, pero la mentalidad insular ha cambiado y el ciudadano de a pie ya no parece tan dócil como ha sido durante el último medio siglo.
«Lo detuvo un golpe en el plexo solar que lo envió contra la viga de madera que apuntalaba el techo en miedo de la sala. Otro crujido; quizás una costilla del hombre, quizás un quejido de la viga. Eddy sonrió, pero su expresión era torcida, como si sus labios nunca hubieran aprendido a sonreír».
La marginalidad amenaza con desbordar al sistema. En la Mazmorra, unidad de policía del hacinado distrito de Habana Vieja, los oficiales de la Policía Nacional Revolucionaria, la famosa PNR, intentan enfrentarse al naufragio social, pero los propios agentes de la Ley, precarios diques de contención, actúan lastrados por sus miserias humanas. Un presunto suicidio, un violador en serie, y el cadáver de un joven negro relacionado con drogas de diseño y tribus urbanas, son los puntos de partida… Tres tenientes de la Mazmorra –el veterano Puyol, la arribista Ana Rosa y el impulsivo Eddy– son los encargados de llevar esas investigaciones a buen destino y contrarreloj. Cada uno de ellos emplea métodos diferentes, pero todos comparten una máxima: «ser un buen poli implica a veces ensuciarse las manos».
Vladimir Hernández (La Habana, 1966), ha dedicado toda su energía profesional a la escritura. Publicó su primer libro de relatos, Nova de cuarzo, en 1999, y su primera antología, Horizontes probables, en México ese mismo año. En 2000, tras quedar finalista del Premio UPC de género fantástico, consiguió viajar a España y decidió quedarse a vivir en Barcelona. Ha obtenido premios de relato y novela corta –Manuel de Pedrolo, Alberto Magno–, y recientemente su primera novela de género negro, Indómito, ha sido galardonada con el prestigioso Premio L’H Confidencial.
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Respuesta: Habana réquiem surge por necesidad; en mi humilde opinión, la novela negra es una asignatura narrativa pendiente de actualización en la literatura cubana. También, es importante apuntar, me urgía recrear en clave genérica noir uno de los entornos urbanos más hacinados y mestizos de la capital cubana: la Habana Vieja.
Una novela policíaca con tres protagonistas muy distintos y otros tantos casos diferentes ¿Por qué una novela tan coral?
R: En su momento de génesis consideré que el enfoque coral de la obra sería una buena apuesta de formato argumental; varios personajes, policías todos, acarreando lastres humanos, enfrentados a situaciones poco comunes (el crimen, las drogas, las traiciones, la angustia del ciudadano, el shock de un país al borde del cambio, etc.) en un contexto cubano elemental, pleno de contradicciones.
El título de la novela, Habana réquiem, ya nos da una clave: la ciudad de la Habana ¿es la cuarta protagonista de esta novela?
R: Más que protagonista, La Habana es el alma de la historia, es el piloto del narrador omnisciente; sus espacios urbanos, sus conflictos, la picaresca de sus personajes, los pequeños y grandes dramas que se desarrollan a lo largo de la novela buscan un diálogo con el lector de cualquier idioma y cultura.
Cómo cubano afincado en España ¿qué similitudes y diferencias encuentra entre las policías de ambos países?
R: Es una pregunta complicada. ¿Similitudes?: la humanidad, sin duda, el obvio vínculo de identidades culturales entre España y Cuba. ¿Diferencias? La forma en que actúan los agentes de la ley al interpretar, obedecer o sortear los derechos del ciudadano. En algunos sitios, las constituciones valen menos que el papel mojado.
¿Qué diferencias ‘criminales’ hay entre la Cuba actual y la de los años más duros de la Guerra Fría?
R: En la novela se exploran esos asuntos, es una de las buenas razones para leerla, pero puedo decir que durante los años más duros de la Guerra Fría la criminalidad casi se anuló; la garra y el perfil furibundo del Estado se encargaron de ello, y la política nacional de plaza sitiada ayudó mucho. Ahora, tras el trauma social provocado por la crisis económica de los años 90 y los actuales vientos de presunto aperturismo, marginalidad y criminalidad disponen de un contexto relativamente favorable.
¿Cuáles son tus influencias como escritor de novela negra? ¿Cuáles son tus autores fundamentales, tanto clásicos como contemporáneos?
R: Mis cuatro pilares básicos, fundamentales son Raymond Chandler, Donald Westlake, Elmore Leonard y James Ellroy. También tengo especial afinidad por las obras del norteamericano Michael Connelly, el español Manuel Vázquez Montalbán, los ingleses Philip Kerr y Lee Child, los escoceses Ian Rankin y John Connolly y el sueco Jens Lapidus.
¿Puede considerarse la novela negra un género consagrado en Cuba?
R: No. Hay autores de novela negra (algunos muy buenos), pero la novela negra en sí no es un género realmente consagrado, en tanto que no complace al oficialismo. La narrativa, como muchas otras cosas en Cuba, pasa por un filtro oficial que en general no suele promover las formas pop de literatura y evita las obras que no sean complacientes. Y, sin duda, el género negro nunca debe ser complaciente; su misión es perturbar nuestra tranquilidad, nuestro asumido sentido del equilibrio y orden social.
¿Qué lugar ocupa la crítica política y social de la Cuba contemporánea entre tus intenciones al escribir la novela? ¿Y el sentido del humor?
R: Mi intención primaria al escribir una novela es contar una historia sobre la gente, una historia que entretenga, emocione e inspire un marco de reflexión sobre lo que somos. La política y el comentario social están en el subtexto de lo narrado, disponible para el lector inquieto. Y el sentido del humor, claro, lo permea todo. En Habana réquiem hay situaciones dramáticas, pero el sentido del humor (revestido de cinismo en ocasiones) y los personajes pintorescos son parte de la semiótica (y el charm) del argumento.
¿Sin destripar la novela cuáles son las claves centrales, los temas que mueven Habana réquiem?
R: Los resortes argumentales de Habana réquiem son varios: uso y abuso de poder, ética laboral, la violencia, el panorama social de la Cuba actual con su marginalidad y criminalidad, pero me gustaría creer que la pasión y los claroscuros del alma humana son las claves centrales de esta novela.
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Habana réquiem. Vladimir Hernández. Editorial Harper Collins, 2017. 320 páginas. 18,90 €
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