A Chess dispute de Duchamp en la Fundació Miró
Por Carlos Toribo
Belleza efímera. Estrategia. Conceptos que nos transportan al final de una partida expositiva que ha comisariado Manuel Segade para la Fundació Miró, bajo el título de “Fin de partida. Duchamp, el ajedrez y las vanguardias”.
Marcel Duchamp (1887-1968) es la figura clave de este tablero de juego donde el ajedrez se presenta como un leitmotiv continuo de las vanguardias que, metafóricamente, permite comprender desde una óptica innovadora y lúdica la historia del arte moderno. A parte del artista de Blainville-Crevon (“el ajedrez es más puro que el arte. Todos los que juegan son artistas” llego a decir en Nueva York durante el banquete del State Chess de 1952), entrando como piezas clave de la partida, encontraremos a Man Ray, Klee, Kandinsky o Yoko Ono; una selección de ochenta obras que abarca un extenso periodo que va desde 1910 a 1972.
Duchamp es el artista clave de la vanguardia y actor que da el giro conceptual dentro del arte contemporáneo. En la exposición de la Miró sobresale con cuatro ready-mades, entre ellos la Boîte-en-valise, que unos meses antes se había podido contemplar en la Fundació Tàpies de Barcelona. Aquí en cambio, comienza con la pieza La partida de ajedrez de 1910 donde representa a sus hermanos absolutamente concentrados sobre un tablero de juego, momento donde el artista francés escribiría su primer manifiesto artístico. El ajedrez para el artista era una válvula de escape y lo acercaba a una afición popular opuesta a la práctica especulativa del comercio del arte, que odiaba con todas sus fuerzas.
No hay olvidar que murió un 2 de octubre de 1968, y el diario francés Le Figaro publicó su obituario en la sección de ajedrez. Hasta este punto nos tenemos que dirigir por esta afición. La muestra alterna obras propias del artista, con otras de grandes creadores, que bajo su influjo más o menos evidente, también se aliaron con el imaginario del ajedrez para facturar una obra de vanguardia. Así se mostrarán sobre un tablero, partidas de estética cubista, de líneas constructivistas, de un rojo comunista, de imágenes psicoanalíticas, de carga psicológica surrealista o de sonetos del realismo de Borges o de Octavio Paz. La exposición cuenta, además, con múltiples fotografías en las que todos estos artistas están relacionados personalmente con el juego, además de ofrecer un material fílmico de gran calidad, comenzando con la cómica A chess dispute de 1903, obra de Robert W. Paul.
El recorrido expositivo creado por Segade (con gran ayuda de Arantxa Romero en la parte documental) se articula en seis ámbitos o movimientos, comenzando por “Del ocio familiar al cuadro como idea”, pasando por el ajedrez y arte para el pueblo.
Sobresale en gran medida las diferentes obras que se crearon a partir del tablero de juego, dando inicio con L’Échiquier de Michel Aubry, pieza que se conjunta o contrapone, dependiendo de la mirada, con Zaschita Luzhina de Nabokob. Los siguientes son de Hartwig, Ernst, Calder, Man Ray o el Wehrschach Tak-Tik de 1938, momento expositivo que repasa cómo durante la segunda Guerra Mundial el juego de ajedrez se convirtió en elemento clave de propaganda nacional y metáfora del triunfo en la batalla. En Tak-Tik las figuras habituales se sustituyeron por elementos de guerra del ejército nazi.
Se concluye con obras de arte conceptual inspiradas en el juego de Takako Saito y Georges Maciunas, o de Yoko Ono, con su White Chess Set de 1966, como grito en contra de la guerra del Vietnam.
Juego, universo creativo, arte y sobre todo Duchamp, es la narración que encontraremos en la Fundació Miró de Barcelona, que se complementa con un excepcional catálogo, repleto de imágenes de gran calidad, con textos explicativos que finaliza con el jaque mate del Ajedrecista surrealista de Man Ray de Adina Kamien-Kazhdan.
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