Paterson (2016), de Jim Jarmusch
Por Jordi Campeny.
Existe el cine de aliento lírico (Malick, Wong Kar Wai), existen adaptaciones cinematográficas en verso (Macbeth, Justin Kurzel; El perro del hortelano, Pilar Miró), existen cinematografías que tienden a la abstracción poética (Kim Ki-Duk). Punto y aparte merecería el gran poeta –escultor del tiempo– de la historia del cine: Andrei Tarkovski, junto a su discípulo, Aleksandr Sokurov. Está la lírica surrealista de Buñuel. Y la postpoesía lynchiana. También hay filmografías desnudas que hallan leves, bellísimos fogonazos poéticos en la más anodina cotidianidad (Yasujiro Ozu, Hirokazu Kore-eda, Mia Hansen-Løve). Luego está Jim Jarmusch, este poeta y célebre director independiente americano, con su último trabajo: Paterson. Una isla; un leve y bello poema hecho película.
La carta de presentación de Jarmusch fue Permanent Vacation (1980), su proyecto universitario, en el que se nos mostraban los erráticos pasos de un joven excluido de la sociedad por una extraña, esquiva y magnética Nueva York. Toda una declaración de principios. Personajes en los márgenes; cine en los márgenes. A partir de ahí fue mostrando otros pasos de otros personajes; siempre distintos, siempre parecidos –bajo la apariencia de road movie muchas veces, ofreciendo la cara menos amable pero extrañamente poética de los rincones de su tierra, movimientos circulares de seres radicalmente situados en los márgenes de lo convencional, etc.–. Desde su exquisita pieza de culto ochentera Extraños en el paraíso (1984) a la insomne fábula vampírica Sólo los amantes sobreviven (2013), pasando por el drama carcelario Bajo el peso de la ley (1986), la particular visión del western que ofrece Dead Man (1995) o los cinco célebres recorridos en taxi por distintas ciudades de Noche en la tierra (1991), todo su cine, intuitivo y con variaciones temáticas, tiene unos mismos denominadores comunes: los recorridos circulares, la vida –y el cine– en los márgenes, la poesía que emana de lo pequeño o anodino, la cara B de nuestro mundo, las referencias a la generación beat. La obra de Jim Jarmusch, uno de los últimos poetas del cine, es pura coherencia.
También Paterson es innegociablemente jarmuschiana; quizás más que nunca. Es también un periplo circular; son seres y es cine en los márgenes de lo convencional y la poesía emana como nunca de lo más pequeño e inane –una caja de cerillas, por ejemplo–. La no historia es mínima: un conductor de autobuses y poeta aficionado sobre las pequeñas cosas llamado Paterson realiza trayectos en el bus, escucha las conversaciones de los pasajeros, vive con su pareja, pasea a su perro, toma cervezas en un bar y escribe poemas en la ciudad de Paterson, New Jersey.
Dividida en siete partes –siete días, siete estrofas–, la película nos muestra las rutinas de su protagonista (Adam Driver); el acontecer de sus días, todos iguales y todos distintos. Cada secuencia de Paterson es un verso libre con rima asonante. Uno se imagina perfectamente a Jarmusch junto a una hoja en blanco, escribiendo sus secuencias, una debajo de la otra, hasta completar un poema entero. Al lado de cada secuencia, su rima (ABBC, ACDE, ABCE…). Muy probablemente quedaríamos asombrados ante el resultado final de estas rimas, precisas y perfectas. Paterson funciona por su poética, por su tenacidad de orfebre, por su precisión de reloj suizo.
Con el tempo y el acontecer precisos que marca la rutina y el tedio existencial, con esta mirada privilegiada que sabe encontrar poesía en lo más pequeño y anodino y con una desarmante sencillez narrativa, Jim Jarmusch construye/escribe una desconcertante película/poesía no apta para todos los paladares; con secuencias que se repiten pero que nunca son iguales, con sus rimas –los gemelos, las cervezas en el bar, el buzón torcido en la puerta, los planos detalle de los zapatos en el bus, el puente de Paterson–, con su belleza decadente –esos personajes solitarios en el bar, que parecen sacados de una pintura de Hopper–, con su comicidad –el perro, la novia soñadora–.
Paterson nos invita a aceptar la vida que tenemos, por tediosa o insustancial que nos parezca; en ella siempre hay cosas hermosas, si sabemos dónde y cómo mirar. Paterson es como los versos que inventa Paterson: fugaz, sutil y leve, como palabras escritas en el agua.
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Estaba esperando una crítica del filme -y esta es de alto vuelo-. Gracias Jordi
Bien visto y bien contado. Sólo una pequeña nota pejiguera, pero acaso necesaria por la exactitud exigible a un texto que pondera la poesía: si las rimas son, como dice en asonante, y en general lo son -salvo quizá en lo tocante a los gemelos, sobre todo si son univitelinos-, la expresión abreviada de su estructura estrófica debería hacerse en minúscula: abbc, adde, abce… Minúscula apreciación, ya digo.
Bien visto y bien contado. Sólo una pequeña nota pejiguera, pero acaso necesaria por la exactitud exigible a un texto que pondera la poesía: si las rimas son, como dice, en asonante, y en general lo son -salvo quizá en lo tocante a los gemelos, sobre todo si son univitelinos-, la expresión abreviada de su estructura estrófica debería hacerse en minúscula: abbc, adde, abce… Minúscula apreciación, ya digo.
(Reedito y reitero texto para corregir error de puntuación).