EscenaViajen al fondo

Suzie Birchwood o cuando la distonía se pone a danzar

Por Eloy V. Palazón

dsc04577Se podría decir que la danza es el arte de la exhibición de los cuerpos sanos y atléticos. Los cuerpos que, sobre todo desde el Barroco y con más claridad desde el ballet romántico, se dedicaban al baile debían cumplir una serie de características físicas que los hicieran capaces de acometer los movimientos más difíciles sobre el escenario. La danza compartía la importancia del físico perfecto, ideal, con el ámbito militar, del que tanto bebió durante mucho tiempo. Por ejemplo, un grand jeté, un salto en el que las piernas crean una línea horizontal en paralelo al suelo, no es un salto que pueda ser llevado a cabo con éxito por cualquier tipo de cuerpo.

El lenguaje de la danza fue, poco a poco, creándose conforme a un canon de cuerpo que exige de sus artistas la mayor de sus capacidades. Con ello, también se podría decir lo mismo sobre la edad, deben ser jóvenes y de ciertas características físicas (las mujeres poco pesadas para poder ser levantadas con facilidad por hombres esbeltos) que constriñen demasiado la carrera profesional de los bailarines, muchos de los cuales acaban siendo profesores o coreógrafos después de esa corta vida profesional.

Pero durante el siglo XX la danza sufrió una gran crítica interna y muchos de los presupuestos básicos fueron cuestionados por grandes coreógrafos que llevaron hasta los límites la definición de ballet. De esta forma, por poner un ejemplo claro y conocido, Merce Cunningham, siguiendo algunos preceptos desarrollados por su pareja John Cage en el ámbito sonoro, desvinculó el movimiento de la música, los hizo independientes. De igual forma, Anna Halprin usó la danza como forma casi espiritual de aliviar el dolor de enfermos de cáncer y sida. En los años 80, durante la grave crisis de esta última enfermedad la danza dio un giro completo sobre la idea de los cuerpos de la escena. Destacados bailarines y coreógrafos pasaron por el síndrome y muchos de ellos pusieron en escena sus cuerpos afectados, como el caso de Bill T. Jones y su pareja Arnie Zane. Fue poco antes de esta época también en la que cuerpos mutilados o discapacitados se empoderaron y crearon compañías y coreografías. Un caso muy célebre, y que visitó el Sadler’s Wells de Londres recientemente es el de la compañía Candoco Dance Theatre, pero más allá de estas grandes compañías, que se han asentado ya en el panorama internacional de la danza (no tanto en España que siguen sin ser muy visibles este tipo de producciones, desgraciadamente), hay casos concretos que van visibilizando cómo se comportan los cuerpos cuando sufren diversas enfermedades o accidentes.

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El caso de Suzie Birchwood, que visitó el Lilian Baylis Studio del Sadler’s Wells el 19 de octubre, puso en escena su visión personal  del cuerpo danzante al padecer distonía. La distonía es un trastorno del movimiento que causa contracciones involuntarias de los músculos. Estas contracciones dan como resultado torsiones y movimientos repetitivos, algunas veces dolorosos. La distonía puede afectar solamente a  un músculo, un grupo de músculos o todos los músculos. Los síntomas pueden incluir temblores, problemas en la voz o arrastrar un pie. Además, Birchwood estaba embarazada, lo que hacía de ella un caso muy especial, puesto que alguno de los efectos del embarazo con la distonía era la mitigación de los espasmos.dsc04071

Fue ciertamente interesante comprobar la historia personal de una persona que ha trabajado con su cuerpo de una manera muy precisa, marcada por la disciplina de la clase de danza, que, con una enfermedad, tiene que enfrentarse a otra clase de relación con su propio cuerpo, y que esta relación en muchas de las ocasiones es aprendida  completamente de forma autodidacta.

En España aún hay más camino que recorrer en este aspecto y los programadores tienen que concienciarse de estas creaciones artísticas, que en muchos casos no son nada nuevos y llevan de forma exitosa varias décadas dentro del complejo panorama dancístico internacional.

 

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