El extraño caso de la mujer que comenzó a escribir poemas compulsivamente
Poetry is an echo, asking a shadow to dance.
Carl Sandburg
La poesía es un ser extraño, un instrumento rampante y a la vez sublime (el aire que queda entre cada garra, y que jamás podrá ser cogido). Se trata de un lenguaje que ha acompañado a la humanidad desde tiempos inmemorables y que, como decía Taylor Coleridge, corresponde tal vez al máximo refinamiento de nuestra naturaleza literaria: “las mejores palabras acomodadas según el mejor orden”.
La poesía es un oasis, y no sólo por su capacidad de transmitirnos lo paradisíaco; también porque sus accesos reverberan de manera ilusoria, jugando con la posibilidad de que alguien entre o quede afuera (y no se trata de una selectividad pedante sino de una aleatoriedad intuitiva). En todo caso, este jardín recibe con frecuencia visitantes inesperados, tanto creaciones quiméricas que fueron animadas entre las líneas de un poeta como figuras que de pronto simplemente despiertan ahí, tendidas sobre un confuso campo de flores que se experimenta delicioso al contacto.
Recién se reportó el caso de una mujer de 76 años que, tras cinco años de padecer episodios en los que registraba una pérdida de la memoria, fue diagnósticada con amnesia epiléptica transitoria. Unos cuantos meses después de comenzar su tratamiento, utilizando Lamotrigine, un popular medicamento para combatir los ataques epilépticos, de pronto la paciente fue acariciada por los vientos líricos. A pesar de que la poesía jamás se había incluido entre sus intereses, repentinamente la mujer comenzó a escribir cuantiosos versos, que terminan agrupados en 10 o 15 poemas breves escritos diariamente. Los tópicos de sus composiciones rondaban sus actividades cotidianas o algunos eran autorreferenciales, alusivos a la propia versificación de su vida.
Durante seis meses la mujer estuvo poseída por Apollo, Minerva y otras deidades de la lírica, y a lo largo de ese periodo dedicó una buena cantidad de horas cada día a escribir poesía –y si alguien la interrumpía, ella se irritaba. Curiosamente, jamás escribió prosa o utilizó cualquier otro canal expresivo; simplemente se entregaba a un estado de trance de escritura poética. Al medio año la versificación se diluyó provocando la misma sorpresa, ahora inversa, que cuando llegó.
My poems roams,
They has no homes
Yours’, also, tours,
And never moors.
Why tie them up to pier or quay?
Better far, share them with me.
Prose – now, that’s a different matter.
Rather more than just a natter.
Prose is earnest, prose is serious
Prose is lordly and imperious
Prose tells you, loud, clear, that
Life – life is dear.
En algunos casos de epilepsia se presenta un fenómeno conocido como hipergrafía, en el que el paciente se entrega obsesivamente a escribir. Sin embargo, el caso de esta mujer ha despertado particular interés en los hombres de ciencia ya que su exclusividad poética no se había registrado anteriormente.