‘Sueños en tiempos de guerra’, de Ngugi Wa Thiongo

Por Ricardo Martínez Llorca

Sueños en tiempos de guerra

Ngugi Wa Thiongo

Traducción de Rita da Costa

Rayo Verde

Barcelona, 2016

265 páginas

 

Memorias de infancia. El sueño de cambiar el destino de un país colonizado inmerso en una guerra genocida.

portada-suenos-en-tiempos-de-guerra_altaA nadie le gustaría que le robaran esa certeza de que la memoria es un sueño dorado. Si cualquier tiempo pasado fue mejor no se debe, como la gente cree, a una infancia feliz. Si no a que la maldad que no debería figurar en ninguna infancia la hemos echado al olvido. Se trata de una estrategia de supervivencia que hasta el cristianismo ha heredado en forma de divinización: o uno retorna a ser el que era en la infancia, o no entrará en la vida eterna. Lo contrario a la promesa del reino de los cielos es, por tanto, la muerte. ¿Para qué hace falta el infierno si la muerte es ya bastante castigo? Así pues, lo contrario a la muerte es la infancia.

Y ahora el eterno candidato al premio Nobel, Ngugi Wa Thiongo, comienza a publicar sus memorias en una de esas pequeñas y muy respetables editoriales: Rayo Verde rara vez se equivoca a la hora de elegir un texto. Este Sueños en tiempos de guerra se corresponde a la infancia del escrito keniata. La redacción de las memorias es un tanto convencional por momentos. Al igual que la descripción del país que le ha tocado vivir. Sin embargo, hay varios asuntos que destacan en la obra y que la convierten en algo más que interesante. En primer lugar, comprobar de dónde viene Thiongo: una familia patriarcal autoritaria, en la que él era uno de cientos en la tribu que formaba con sus hermanos y hermanastros. Apenas una comida al día y la costumbre de esconderse del padre maltratador, son dos de las formas de tiranía que sufre. Para ese niño, la escuela es una liberación. Donde convive con otros niños es donde convive con la inocencia. Y el valor literario de la inocencia está muy minusvalorado entre tanto lector solemne ejerciendo de crítico literario.

La fascinación de descubrir mundo será lo que le empuje a la resiliencia que no se muestra en momentos duros que se superan uno tras otro, sino a lo largo del texto. La superación personal sucede de a poco. Las humillaciones de las que tiene que levantarse no siempre son de alto grado. Y seguirá siendo la fascinación lo que le lleve a descubrir la otra Kenia, la occidental, la del Antiguo Testamento. Pero, ¿de qué Kenia estamos tratando? El momento que atraviesa el país es convulso. El subtítulo de El sueño de cambiar el destino de un país colonizado inmerso en una guerra genocida no es gratuito. Thiongo parte de una tradición que venera al tiempo que le provoca escepticismo. Pero lo que va conociendo, atravesado por el colonialismo en retirada, es un mestizaje desordenado. Mientras que a él se le expulsa del paraíso de la casa materna, el país está enzarzado en tiempos de guerra. Thiongo se mantiene en la periferia de la guerra. En caso de guerra, todos lo sabemos, lo mejor es no arrimarse al frente de batalla. Pero la trasformación, a pesar de la distancia, es inevitable. Comprobar cómo afecta a la identidad y a la construcción cultural de un país, a través de los seres que rodean a un niño que crece más deprisa de lo que nos da tiempo a reconocer a causa de su pasión por el estudio, es otra de las experiencias que hacen de este libro una lectura que nos sorprende. Es cierto que con mucha convulsión, se refleja en el libro la formación del estado. Pero el acierto de separar la política grande de la afectación en los que forman la polis, es un planteamiento novedoso. Ellos serán el país, y eso es lo que queremos leer. En cuanto al estado, todos sabemos que desde Montesquieu para acá, apenas existe un estado moderno que no sea un estado fallido, o al menos un ente insensible. Thiongo puede tener muchos defectos como escritor. La insensibilidad no es uno de ellos.

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