Irene Escolar abraza a Federico, Leyendo Lorca
Por Horacio Otheguy Riveira
Llega con su largo traje que la hace mucho más alta, con sus hombros y brazos desnudos y cada tanto con asomo parcial de una pierna o de otra por los vaivenes de la tela. Es la niña de nuestros ojos, ya mujer crecida y entera, que con 21 años interpretaba a una chica de 15, bombón de promiscuo pedófilo en Agosto, 2009, después su frágil figura se fue moldeando en papeles diversos como aquella ninfa que en Días mejores se masturbaba en escena con un arte que encantaba, fascinaba y excitaba, como excitó a Aitana Sánchez Gijón en la miserable taberna ideada por Vargas Llosa para La Chunga, o trastornó por completo a José Coronado en la mejor versión que yo recuerde de Yllana, de David Mamet, o la antipática y asexual criatura de El cojo de Inishmaan, o sea que fuimos descubriendo que la pequeña también tenía una vertiente perversa, un carácter y una inteligencia impresionantes que nada tenían que ver con su apariencia de cristal, de joven que va a romperse, de eso nada, su sensibilidad no hace más que fortalecerla, por eso llora sin tapujos cuando terminan las funciones que le encantan, como sucedió, por ejemplo, con la última función De ratones y hombres, excepcional versión de Miguel del Arco de la novela de Steinbeck: la única mujer en un mundo de hombres salvajes, de rojo vestida, tan apetecible, con una sexualidad dulcemente revestida de inocencia y por eso mismo asesinada.
Aquí y allá, la muchacha que a los 5 años repetía las escenas que le veía representar a su abuela Irene Gutiérrez Caba, cuyos tíos abuelos Julia y Emilio la van a ver al teatro con una ilusión enorme, de espectadores principiantes, y en realidad lo son, porque pocas veces no están trabajando como para permitirse ver a Irene Escolar, apellido del abuelo Gregorio, actor con vena cómica y poseedor de infatigables anécdotas, hija de José Luis Escolar, un hombre de cine que empezó muy joven en el teatro, luego abocado al cine, siempre en tareas de producción, a caballo entre la industria nacional y la internacional. Por todas partes, arte, el mismo que ahora desempeña en una travesía muy personal de homenaje vibrante y sencillo, sin ostentación, de amor profundo por el teatro y por su querido homenajeado, de quien aprovecha el 8o aniversario de su muerte para declararle su amor incondicional.
Y de puro amor es su recital, amasado con los recursos aprehendidos en años de estudio y práctica escénica, adorada por sus directores y querida por sus compañeros —marca indeleble de la Casa Gutiérrez Caba-Escolar—, pero también bajo la decidida influencia de su doble vida, esa otra Irene Escolar entrañable, la chica bilingüe que estudió dos años de periodismo pero luego se sumergió de pleno en la Filología Inglesa.
Escribió Luis Alegre, periodista y profesor de la Universidad de Zaragoza:
Irene es una esponja. Lo absorbe todo y no para de hacer preguntas. Sabe mucho de arte, de historia, de cine, de teatro, de danza, de literatura y de la gente, sobre todo, de la gente. Su profesión de actriz le ha permitido ponerse en la piel de un buen número de mujeres y profundizar en la condición humana. Se me olvida preguntarle cuántas matrículas de honor ha sacado en su vida pero me huele que serán unas cuantas. Sin embargo, es menos pedante que Chiquito de la Calzada. Más que de lo que sabe, habla de lo que quiere aprender, con naturalidad y alegría.
Es de todo este bagaje impulsado por su avidez de conocimiento de donde surge este recital peculiar en el que evita los textos más conocidos del poeta y le rinde un homenaje de una calidez extraordinaria. Llora la bella actriz en los momentos dramáticos y llora más al recibir los aplausos, un llanto bastante contenido, sin altivez, con la sencillez de quien no se avergüenza de sus sentimientos a flor de piel, pero tampoco le interesa abusar de ellos: su relación con la literatura y con el teatro es de tal magnitud que todo lo que mueve en su interior y a su alrededor le permite lograr lo imposible: un encuentro con Federico humillado y malherido en su última noche, la cabeza sobre los muslos de la actriz que no le reza al borde del último suspiro, sino que le recita algo de Poeta en Nueva York, de la Novia y la Madre de Bodas de sangre, de aquí y de allá de su cosecha, y Si mis manos pudieran, de Sonetos del amor oscuro… Y así su voz que contiene la llorera para no lastimarle más aún, le ayuda a entrar en gloria eterna al grandísimo escritor. Le ayuda a partir con la firme promesa de que 80 años después el mundo entero le recordará y reconocerá su inmenso talento:
Yo pronuncio tu nombre
en las noches oscuras,
cuando vienen los astros
a beber en la luna
y duermen los ramajes
de las frondas ocultas.
Y yo me siento hueco
de pasión y de música.
Loco reloj que canta
muertas horas antiguas.
Yo pronuncio tu nombre,
en esta noche oscura,
y tu nombre me suena
más lejano que nunca.
Más lejano que todas las estrellas
y más doliente que la mansa lluvia.
Irene Escolar crea, con extrema sencillez, una ceremonia de amor fraguada con talento e inteligencia, tan emocionante como interesante hasta en los declives, pues aborda con mucha dificultad personajes de mayor edad y experiencia para los que no está preparada. En un repertorio con más excelencias que fallos, cuando no le alcanza la voz o se pierde por caminos en sombras, tiene la capacidad de convencernos de que pronto podrá con lo más difícil, y nos deja con unos momentazos inolvidables, y un epílogo inesperado: una carta que el poeta escribió a sus padres desde la Residencia de estudiantes.
Leyendo Lorca.
Selección de textos, interpretación y dirección: Irene Escolar.
Producción y distribución: Buxman Producciones.
Con el apoyo del Festival de Otoño en Primavera de la Comunidad de Madrid.
Tres únicas funciones en Madrid. Lunes 21 de noviembre a las 19 horas. Martes 6 de diciembre a las 20 horas. Martes 13 de diciembre a las 20 horas. PRORROGADO CON TRES FUNCIONES EN ENERO 2017. Teatro Pavón Kamikaze.
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