“Perdí a mi familia. Me separé, eso me produce un profundo dolor”
Entrevista a Fabián Casas, por Raúl Andrés Cuello
Luego de concluir la lectura de “Trayendo a casa todo de nuevo”, último libro de Fabián Casas que recopila todos sus ensayos hasta la fecha, se me ocurrió hacerle unas preguntas; creo que después de recorrer la línea de su pensamiento –con bifurcaciones, trampas y repeticiones por supuesto- llegué a la conclusión de que Casas, al igual que el Lord Jim de Joseph Conrad, es uno de los nuestros.
Activé los motores de búsqueda y me encontré con que Casas había estado por mis pagos hace no mucho tiempo presentado en la feria del libro La supremacía Tolstoi, uno de los que compone la tétrada de Trayendo a casa… El que operaba como presentador e intermediario era el escritor mendocino Leonardo Martí. Da la casualidad de que a Leonardo lo tengo de contacto en Facebook, así que le pedí el mail de Casas y Martí con gusto y rapidez me lo facilitó. Luego de eso restaba escribirle para ver si quería acceder a unas pocas preguntas sobre su reciente libro, y por qué no, de otros temas.
En el mail le decía que antes no había leído casi nada suyo, lo cual para algún escritor que tenga el síndrome del palco del Diego puede resultarle inadmisible. Casas no tuvo problema en responder pese a estar pasando un momento delicado. Siempre voy a agradecer su gran gesto.
Sin más que decir aquí van las preguntas:
R. Leyendo tu último libro, “Trayendo a casa todo de nuevo” me topé con una serie de reflexiones que lejos de parecer ensayos -en la estructura clásica del essay– más bien parecen enseñanzas de la vida cotidiana en las que la literatura lo atraviesa todo. ¿Vos cómo los ves?
F.C. Sí, algo de eso hay, aunque yo invertiría la secuencia, diría que hay ciertas cosas que pueden parecer literarias pero son atravesadas por la vida. Para mí una técnica que te sirve para escribir te tiene que servir también para vivir, si no, no me interesa.
R. Algo que se detecta de inmediato en tus escritos es que no concedés lugar al amiguismo, o a la charada de ‘no hay que meterse con los grandes’. Te da lo mismo decir, por ejemplo, que Marcelo Cohen por momentos escribe mucho, pero dice poco, o que Juan José Saer sobre el final de su carrera se subía al palco del Diego. ¿Por qué pensás que ese tipo de crítica, con nombre y apellido digamos, no se ejerce?
F.C. No lo sé, yo trato de relacionarme en mi vida con la gente real, no la gente ideal. Y la gente real tiene cosas buenas y malas.
R. ¿Creés que cambió algo en tu cosmovisión literaria en el transcurso de tiempo que va desde 2007, cuando se publica Ensayos bonsái hasta la fecha? ¿Qué ganaste en este tiempo y qué sentís que has perdido?
F.C. Perdí a mi familia. Me separé, eso me produce un profundo dolor.
R. Saliéndonos un poco del libro y hablando de tu historia personal ¿qué fue lo que te llevó a la escritura concretamente?
F.C. Me llevó leer mucho, siempre, me gusta mucho más leer que escribir. Ahora mismo, en momentos malos, sigo leyendo, pero no escribo. Si no leyera, las cosas se pondrían realmente mal.
R. Suponé que viene un pibe de 17 años y te pregunta ¿Qué libro de Fabián Casas tendría que leer primero y por qué?
F.C. El que le salga al encuentro sin necesidad de que se lo recomienden.
R. Y con respecto a Fabián Casas y su ejercicio lector, ¿qué es lo que estás leyendo hoy, qué hay de nuevo en la literatura que, como decís vos, te rompa la cabeza?
F.C. Me gusta mucho la escena cordobesa: Federico Falco, Luciano Lamberti. También hay una gran poeta que se llama Elena Anníbali y su libro ‘La casa de la niebla’.
R. Hay un ensayo –Los libros de la buena memoria– en el que sostenés que en la era de lo digital ‘lo que estamos perdiendo es experiencia’. Entiendo que vos lo circunscribís al libro, pero antes en Odio contra la máquina I y II, lo hacés con los celulares: ¿Cómo es tu relación con lo digital en esta era que hace parecer a la Matrix un videojuego para niños de preescolar?
F. C. Tengo una relación precaria. Casi inexistente.
R. En Rita y Bertoni mencionás algunos libros como La Carta a la Dictadura Militar, de Rodolfo Walsh, El prólogo de Gombrowicz a la edición argentina de Ferdydurke, El prólogo a Los lanzallamas, de Roberto Arlt, y El escritor argentino y la tradición, de Borges, como tu kata literario. ¿Ese kata ha crecido en estos años o se mantiene firme el que propusiste en ese momento?
F. C. Elegí ese kata pero podrían se miles de katas, en karate hay muchos katas.
R. ¿Qué es más valioso para vos, los escritores o sus obras? ¿Qué pensás acerca de la presencia de obras sin un autor material y mediático como es el caso del enigmático J. P. Zooey o la bestselling Elena Ferrante, de los que se desconoce su verdadera identidad?
F. C. No pienso nada.
R. Para concluir: ¿si tuvieras que elegir entre “escribir”, “leer”, “escuchar música” o “ver a San Lorenzo de Almagro”, con cuál te quedás?
F. C. No puedo elegir una, me gustan todas por igual.
Muchas gracias
R.