‘New York, New York’, de Javier Reverte

New York, New York

Javier Reverte

Plaza y Janés

Barcelona, 2016

377 páginas

 

new-york-new-york-javier-reverteSi existe un autor en España al que no se le pueda tildar de rácano, ese es Javier Reverte. Constantemente está dando fe de sus viajes, con la sencilla intención de compartirlos con el léctor. No es un literato que pretenda deslumbrar ni un tipo intrépido hasta besar el peligro. Es uno de nosotros. Y ese es un valor que debería estar en alza. Ahora se acerca a Nueva York para encontrarse de primera mano con sus mitos. El gran libro de Luc Santé, Bajos fondos (Libros del K.O.), los describía mejor que lo que pueda hacer Reverte. Pero aquello era un ensayo histórico, una mitología que se adentraba en los callejones. Reverte se entrega a la música de Sinatra o a las leyendas de Wall Street, al tiempo que se tropieza con este o aquél individuo sobre el que se podría construir un relato casi inaudito. Porque Nueva York, como demuestra Reverte, está lleno a conciencia de esa gente, supervivientes en un entorno de unas dimensiones no humanas.

La megalópolis de nuestros días, la ciudad de las ciudades, la ciudad que nunca duerme, Nueva York, es el hogar del nuevo libro de Javier Reverte. Después de una estancia en la urbe de varios meses ininterrumpidos, en los que el autor dedicó todo su tiempo tan solo a escribir y pasear las calles neoyorquinas, este texto va contándonos el día a día de una metrópoli fascinante y cargada de energía, que al habitarla nos ofrece casi siempre una visión llena de vitalidad.

En su inimitable estilo, Reverte nos cuenta la historia de la ciudad, nos describe sus barrios –Harlem, el Village, el Midtown, Hell’s Kitchen, Chinatown, Broadway…-, se asoma a sus rincones menos conocidos, pinta sus dos ríos, habla de los escritores que han trabajado sobre ella, camina Manhattan de arriba abajo y de lado a lado, y nos retrata otros barrios cercanos, como Brooklyn y la isla de Roosevelt. Es un libro escrito con amenidad, humor, ternura y al que invade un aroma de extravagancia y un sonido sutil de trompeta de jazz.

«La naturaleza intima de Nueva York se expresa mejor que nada a través del jazz, una música tan dislocada y cargada de energía como la ciudad, tan sinsentido en su apariencia, de tan rara armonía como esos rascacielos que crecen los unos junto a los otros como extraños entre ellos. Y sin embargo, es esa naturaleza disparatada y caótica, exenta de uniformidad, la que acaba por dar un sentido a la música y al propio Nueva York: el orden del caos, el orden del desorden. Es una forma inconsciente de expresar la libertad. Y Nueva York, igual que el jazz, es sobre todo libertad. Quizás sea esa una de las razones por las que esta urbe nos hace sentirnos felices.»

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