“Escuadra hacia la muerte”, de Alfonso Sastre, según Paco Azorín
Por Horacio Otheguy Riveira
Una obra futurista escrita en 1953 por un joven Alfonso Sastre. Se estrenó con Adolfo Marsillach en uno de los personajes más interesantes, pero sólo durante 3 días: un récord en aquellos tiempos de censura y mortandad de posguerra. Escuadra hacia la muerte es un testimonio apocalíptico a través de un grupo de soldados en conflicto con su energúmeno cabo en la tercera guerra mundial. Emotiva, dramática e innovadora al eliminar ya desde el título todo indicio de intriga en torno al rumbo de seis militares ajenos a los intereses políticos que generaron el conflicto. Precisamente en esa falta de interés por la creación de algún tipo de suspense, y en la ausencia de la menor información acerca del contexto social, radica la fuente de energía de esta función que habla de un futuro terrorífico provocado por la deshumanización de los poderosos. De este modo el autor reflexionaba muy afectado por la entonces reciente catástrofe de la segunda guerra mundial, y del triunfo fascista en España tras la cruenta guerra civil.
En el desarrollo de los diálogos, enfrentamientos y camaradería de estos jóvenes enfrentados a un horror que no han elegido, Alfonso Sastre consolida un espacio teatral claustrofóbico en el que intenta exponer conflictos individuales y colectivos: todos los personajes tienen ocasión de expresar sus emociones al margen de las escenas corales, en breves monólogos de impacto emocional. Su exposición evita el melodrama descarnado porque intenta que el espectador se sumerja en el conflicto y a su vez tome distancia, algo que el autor-director de esta versión, Paco Azorín, subraya innecesariamente, desconfiando del poder de la propia obra, añadiendo unos textos de Bertolt Brecht, muy bien dichos por algunos de los actores en una especie de “apartes” que no vienen a cuento, ya que se trata de una selección ajena a la obra y, por otra parte, también ajena al contexto en que Brecht los escribió, de manera que la denuncia del escritor alemán parece devengada en testimonio pacifista, cuando en realidad se refiere a una protesta y un lamento sobre las guerras pergeñadas por los poderosos intereses de las clases dirigentes.
Esta producción ha sido elaborada con una bella y dramáticamente contundente escenografía, iluminada con precisión quirúrgica. Los actores se entregan en la composición de personajes muy alejados de toda vida cotidiana, que indudablemente arrastran el único toque de envejecimiento del texto original: situaciones y diálogos muchas veces representados en el cine con muy variados estilos. Sin embargo, al leer la pieza de Sastre este asunto carece de importancia, se mantiene muy viva, atrapa e interesa, y al volver a leerla después de bastante tiempo, este cronista descubre que resulta mucho más inquietante y sugerente leída que vista.
Paco Azorín se toma excesivas libertades con el texto, y quizás —además de lo innecesario del pegote brechtiano— lo más discutible radique en el propio concepto de su escenografía, un encierro demasiado frío, pues elimina el propio deseo del autor de que todo transcurra en un cálido refugio:
Cuadro Primero
Interior de la casa de un guardabosques. Denso fondo de árboles. Explanada en primer término. Es la única habitación de la casa. Chimenea encendida. En los alrededores de la chimenea, en desorden, los petates de seis soldados. (…)
En el texto, cierta calidez de ambiente se contrapone al ascendente drama que sus habitantes están padeciendo. Un contraste que en este espectáculo no existe. Y en el tramo final todo va a peor, pues donde el autor cierra su obra con un gesto de solidaridad entre dos hombres, con una ternura masculina conmovedora entre dos que van a morir, precisamente dejando atrás para siempre el calor de esa chimenea (un elemento de constante estímulo en la representación “leída”). Aquí y ahora ni fuego simbólico ni hermandad fuera del tiempo y el espacio, abocado a una resolución radical que Sastre no tuvo en cuenta para nada.
A pesar de las buenas interpretaciones y de los aciertos plásticos del espectáculo, esta Escuadra hacia la muerte resulta decepcionante por la extraña tensión creada entre texto y dirección, al optarse por una recreación a mi entender demasiado personal, desaprovechando la pujante riqueza que se tenía entre manos.
Escuadra hacia la muerte
Autor: Alfonso Sastre
Versión y dirección: Paco Azorín
Intérpretes: Jan Cornet, Iván Hermes, Carlos Martos,
Agus Ruiz, Unax Ugalde, Julián Villagrán
Escenografía: Paco Azorín
Iluminación: Pedro Yagüe
Vestuario: Juan Sebastián Domínguez
Espacio sonoro y vídeo: Pedro CHamizo
Movimiento: Carlos Martos
Asesor musical: Isaac M. Pulet
Fotografías: Pedro CHamizo
Coproducción Centro Dramático Nacional y Metaproducciones.
Colabora: Instituto Vasco Etxepare. Teatre-Auditori Sant Cugat
Teatro María Guerrero. Del 7 de octubre al 27 de noviembre de 2016.
ENCUENTRO CON EL PÚBLICO:
Escuadra hacia la muerte, hoy
Con: Paco Azorín, Pedro CHamizo, Juan Sebastián Domínguez y Pedro Yagüe.
Jueves 3 de noviembre, Sala Margarita Xirgu, 19 horas.
Entrada libre, hasta completar aforo.
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