Hacia una literatura total/Patricio Pron y su manifiesto
Raúl Andrés Cuello
Una nota –más– sobre No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles
Muchas son las cosas que se han dicho de la última novela de Patricio Pron titulada No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles, editada por Random House en España en Febrero y en Argentina en Septiembre. Los que estamos del lado del hemisferio sur tuvimos que soportar más de 70 entrevistas y decenas de críticas acerca del libro sin contar con su soporte físico. Luego de un mes de su advenimiento a esta parte del mundo creemos pertinente decir algunas palabras al respecto del ‘manifiesto’ propuesto por este autor argentino.
Por su carácter formal de reconstrucción de hechos históricos a través de entrevistas se ha familiarizado a NDTL (las siglas de la novela) con Los detectives salvajes de Roberto Bolaño pero, salvando esta similitud, nos parece que la propuesta de Pron resulta más arriesgada y supone una complejidad aún mayor que la del escritor chileno.
En primera instancia se trata del Congreso (ficticio) de escritores fascistas organizados en el Pinerolo, Italia, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, pero esto, llamativamente no es lo más importante -hace muy poco tiempo, en su cuenta de Twitter el mismo autor subió una foto en la cual se explicita que la historia del congreso funciona a la manera del McGuffin hitchcockiano-.
Segundo, la bibliografía revisada por el autor supera las 67 obras que se mencionan en el apartado final del libro y los personajes que aparecen superan la centena, resaltando a 60 de ellos a través de sus obras -ficticias o no- que son en definitiva lo que verdaderamente cuenta.
Tercero: escrito con un estilo y una cadencia que recuerda a sus obras anteriores, y también a la de otros escritores argentinos como Alan Pauls, Pron nos va revelando sus intenciones formales a través de la macroestructura de la novela; como si una obra se inscribiera dentro de la otra. Así, en boca de sus personajes nos hace entender que ‘los escritores somos sólo una denominación de origen, debido a la idea completamente errónea de que nosotros y nuestros libros pueden, y quizá deban, representar un país, una región, una identidad de alguna índole [81]’; o ya hablando de la materia literaria afirma que ‘la literatura crea incluso cuando finge que imita [100]’.
Es claro que esta obra dialoga en clave de ficción con su ensayo El libro tachado aclarando que ‘todo, absolutamente todo, es un plagio, una apropiación, comenzando por las palabras que empleamos, cosa que, aunque no estaba mal, tampoco era muy original [101]’, y en la cosmovisión que tiene acerca del oficio de los escritores afirma que ‘algunos sostienen que existen dos tipos de escritores: los que producen libros distintos, o que pretenden ser distintos, de vez en vez, y aquellos que tratan de escribir siempre el mismo libro; es decir, el mismo libro y, al mismo tiempo, uno mejor, que se acerque más a la visión que desean hacer pública y que permanece íntima hasta que la exhiben: los primeros parten de la concepción errónea de que una sola existencia individual -y más aún, una como la que solemos tener los escritores, que tiende a ser breve y, por lo general, decepcionante- puede producir más de una visión acerca de esa existencia, y que al escritor le resultaría posible cambiar total o parcialmente de ideas, de intereses, de esas bagatelas que llamamos ‘estilo’; los otros parten de la concepción errónea de que en la vida de un escritor habría un repertorio que alojaría un único libro, platónico, que podría ser extraído de él, y que en ese libro no cambiaría con las peripecias de la existencia individual, que tienden a producir, al menos en aquellos que no son escritores, cambios visibles de intereses e ideas [130]’
En el libro abundan referencias teóricas que el mismo Pron ha ido reforzando a lo largo de los años: ideas sobre el plagio, sobre los riesgos de la literatura cuando se acerca al poder -aquello de ‘convertir la literatura en política y después convertir la política en crimen [186, 189]-. Estas son tratadas con seriedad, pero también con humor como cuando describe el ratabigote de Abelardo Castellani (Abelardo Castillo) y su paupérrima obra o cuando hace referencia a algunas construcciones edilicias como el Palazzo Comunale, ‘una enorme vela que alguien hubiese clavado con saña en el pastel de un niño deficiente mental que sólo viese formas cúbicas [59]’, o las concepciones de Marinetti sobre la guerra en la que ésta se ve como ‘un inmenso cuadro futurista […] pero que parecía haber sido pintado por un idiota [91]’.
Son muchas las anotaciones que se pueden de hacer de una obra cuando alcanza la universalidad como bien remarca La Vanguardia, pues esta novela la ha alcanzado, pero queremos dejar algo para el deleite del lector, como las obras teatrales que escribe Luca Borrello (un Pron ficcional) y de cuyas ideas futuristas dialogan con las de Lynch o las de Cronenberg. Y de las referencias a libros y personajes inexistentes que recuerdan al ejercicio de Borges, de Lem, de Wilcock y Schwob, entre otros.
Esperamos que esta nota incite a la lectura atenta de este libro y al deleite que produce, para así y de una vez por todas no tener que derramar más lágrimas por nadie que viva en estas calles.
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