Imprescindibles «Cartas de amor» con dos intérpretes extraordinarios

Por Horacio Otheguy Riveira

 

Una representación que consagra la potencia de la palabra en el mismo altar donde se rinde culto a la capacidad de los actores para transmitir emociones: una historia de amor con su baño de alegrías, frustraciones y melancolía en un contexto escénico fuera de lo común, a cargo de Julia Gutiérrez Caba y Miguel Rellán, cuyo reconocido talento alcanza tal riqueza de matices que toda la representación se convierte en una clase magistral por donde campean todos los estados de ánimo hasta un final de estremecedora belleza.

 

 

¿Una obra escrita para ser leída? ¿Nunca dejan de leer sentados? ¿Cartas a lo largo de la vida? ¿Y eso es teatro y además muy bueno? A todas las preguntas, una sola respuesta: la grandeza del teatro alcanza dimensiones tan excepcionales como la aquí conseguida donde con muy pocos elementos se alcanza la dimensión poética de una creación artística trascendente.

Un hombre y una mujer leen su correspondencia en soledad, aislados del mundo, más bien escondidos de todos los demás, pero lo hacen en voz alta para hacer partícipes de sus experiencias a los anónimos espectadores. Sin moverse de su butaca nos trasladan a una historia de amor con tantas vivencias que durante el tiempo reglamentario de una función teatral les «vemos» en sus numerosas peripecias, nos embriagamos con sus alegrías y les abrazamos en su dolor.

Julia Gutiérrez Caba y Miguel Rellán fueron vestidos por Mónica Boromello con trajes en los que la elegancia propia de sus personajes va unida a una notable comodidad para que cuando muevan sus brazos, sus piernas, su cintura, resulten tan prodigiosamente expresivos como sus rostros y su voz. A su vez, Ion Aníbal López diseñó una iluminación que ambienta de tal manera que podemos percibir lo que no existe: un extraño jardín habitado por ciudades, exóticos parajes y habitaciones donde suceden agonías y a veces llega la felicidad, siempre sin que los actores se despeguen de sus asientos: vestuario, luz, y dirección susurrada por David Serrano, vivamente emocionado ante esta oportunidad de representar una historia de amor desde el propio amor. La palabra tan manoseada desde los spots publicitarios a los mil y un reclamos consumistas, hace aquí un acto de presencia humilde y sutil, para dar cuenta de un recorrido vital que nos deja con una sonrisa placentera y un nudo en la garganta.

Por la izquierda llega Rellán (Andrew Makepeace) con una caja cargada de cartas, se sienta, empieza a leer. Por la derecha entra Julia Gutiérrez Caba (Melissa Gardner) con una carta en las manos, pizpireta y principesca según la energía de una adolescente de familia muy rica. Chico pobre, chica adinerada, ambos estadounidenses, en el vaivén de páginas escritas por donde las palabras intentaban llegar a lo más recóndito del otro, contándose secretos, audacias y temores mientras él evoluciona hasta convertirse en un hombre plenamente adaptado al sistema, bregando entre los demócratas con firmes intereses políticos, y ella deambula cada vez más rica y más conflictiva, pintora en constante búsqueda de sí misma, entre la lucidez y la desolación.

Es impresionante el seguimiento que podemos hacer de sus aventuras porque después de los primeros diez minutos de impacto al verles leer sin levantarse, empezamos a ver la película de su existencia con una claridad absoluta: allí están con sus primeros coqueteos, sus bravíos juegos de hockey o de esquí, sus experiencias amorosas, su cariño creciente pero que sin embargo no siempre está a la altura de las expectativas.

Crecen los personajes a nuestros ojos, tan humanos, tan a nuestro alcance que las diferencias de sus personalidades les hacen más atractivos aún. No sólo no son de una sola pieza, sino que sus contradicciones y angustias les permiten navegar por la densidad del gran teatro psicológico, del melodrama más austero y del drama operístico más profundo, el que se alcanza sin música ni canciones, rompiendo convenciones, ahondando en los sentimientos.

Una representación óptima, sin fisuras, que recibe con los abrazos abiertos el inmenso talento de Julia Gutiérrez Caba, muchos años alejada del teatro: cada uno de sus movimientos —ligero o muy significativo— es bendecido por una voz prodigiosa para asumir las veleidades y honduras de un personaje mucho más complejo que el de su compañero («sólo soy buena cuesta abajo»), un Miguel Rellán que consigue estabilizar las difíciles emociones de un muchacho, luego un hombre, con los pies en la tierra, loco por alcanzar la infinita belleza de su chica preferida.

Haber conocido a Miguel Rellán es una de las cosas más hermosas que me han sucedido en la vida y con esta obra por fin he conseguido cumplir uno de mis sueños profesionales: dirigir a Miguel en una función. Pero, puestos a soñar, ¿por qué no intentar que se nos uniera una de las mejores actrices de la historia de nuestro país? Así que le mandamos la función a Julia Gutiérrez Caba  y, como a veces la vida te sonríe, nos dijo que sí. Ensayar con ella, conocerla y escucharla leer estas cartas con esa voz mágica e irrepetible es algo que nunca podré olvidar. Algún día les podré decir a mis nietos que tuve la inmensa fortuna de trabajar con una de las actrices españolas más grandes de todos los tiempos. [David Serrano, Más de cien mentiras, La venus de las pieles, Lluvia constante].

CARTAS DE AMOR