¿Quieres ver la celda donde estuvo encarcelado Oscar Wilde? Ahora puedes visitarla
Por Alejandro Gamero (@alexsisifo)
En 1895, cuando Oscar Wilde se encontraba en la cima de su carrera literaria, fue acusado de sodomía y de grave indecencia y finalmente condenado a dos años de trabajos forzados en la cárcel de Reading. Ese terrible periodo de su vida marcaría a Wilde para siempre. Fue obligado a permanecer en su celda 23 horas al día y se le prohibió cualquier contacto humano durante la única hora que pasaba en el patio. Tras su liberación, el escritor explicó las nefastas condiciones por las que pasó en una carta al Daily Chronicle, incluyendo las repugnantes condiciones sanitarias, que básicamente consistían en una pequeña lata por celda, y el lamentable estado físico y mental de muchos de los presos.
En prisión escribió De Profundis, una larga carta en la que habla del viaje espiritual que experimentó tras los juicios y que se suele considerar como contrapunto a su anterior filosofía hedonista. Tras su liberación terminó la que sería su última obra, La balada de la cárcel de Reading, un poema en el que habla de la dureza de la vida carcelaria. Después de esta experiencia Oscar Wilde nunca volvería a ser el mismo. Perdió el contacto con su mujer y sus hijos, y huyó a París, donde vivió bajo el nombre falso de Sebastián Melmoth y murió en la más absoluta indigencia a los cuarenta y seis años de edad.
Paradójicamente la prisión, que ha continuado en funcionamiento hasta el 2013, ahora organiza un homenaje al escritor al que mantuvo entre rejas durante dos años. Ahora, por primera vez en la historia, el público puede visitar las alas centrales de la prisión y, cómo no, la celda donde estuvo preso Oscar Wilde. El homenaje se centra en una exposición organizada por un grupo de artistas y escritores de fama internacional, entre los que se encuentran Nan Goldin, Marlene Dumas, Ai Weiwei, Steve McQueen y Patti Smith. La visita se inicia en lo más alto de la prisión, desde donde se da paso a los pisos donde se encuentran las distintas celdas. No hay ningún itinerario sugerido: cada visitante decide qué es lo que quiere ver. Algunas celdas están vacías y otras contienen obras de artistas como Marlene Dumas y Richard Hamilton, vídeos de Nan Goldin y auriculares para escuchar lecturas de textos escritos por Jeanette Winterson.
La estrella de la visita es la celda de Oscar Wilde, un diminuto espacio de 3,4 por 2,15 metros que no contiene nada para no distraer la atención de los visitantes. No hay obras de arte de distraer a los visitantes en su interior. En realidad, la única pieza auténtica de la época de Wilde es la puerta de su celda. En una de las celdas cercanas también hay copias de época de los libros que el autor pidió para leer mientras estaba encarcelado ‒desde San Agustín o Pascal hasta la poesía de Wordsworth o Keats‒.
Para mantener un ambiente íntimo solo se admitirán cien visitantes cada hora. Además, la visita transcurrirá en completo silencio, para que la sensación sea la misma que tuvo Wilde cuando pasó por esas paredes. Ese silencio solo se verá interrumpido los domingos, día en el que un artista hará una lectura completa del emblemático De Profundis.
Toda una experiencia para amantes de Wilde que demuestra cómo de veleidosa es la fama. Wilde, al igual que muchos otros escritores y artistas, ha pasado de ser perseguido, vilipendiado y atormentado a convertirse con el paso del tiempo en un icono respetado y admirado por las autoridades y por el gran público en general.
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