Literatura Violeta: Isabel de Villena, la religiosa que contrarió a la Iglesia con su pluma
Por Pilar Martínez Manzanares. @pilar_manza
La escritura siempre ha encontrado en la religión una temática importante con la que alumbrar el universo de la literatura. Isabel de Villena podría simbolizar la conjunción perfecta de ambos mundos. Fe y literatura unidos bajo el hábito y la pluma de una de las escritoras más talentosas de la historia.
Muchas personas podrían pensar que realizar un resumen de la vida de Isabel de Villena podría ser sencillo, pero nada más lejos de la realidad. Mujer de fe, religiosa, pasó la mayor parte de su vida en el convento de la Santísima Trinidad de las Clarisas de Valencia. Sus historias, ideas y valores plasmados en sus escritos permitió descubrir a una mujer diferente, complicada de entender en algunas ocasiones, pero sobre todo fuerte y aguerrida en la época que pudo disfrutar de su presencia.
Hija bastarda del marqués Enrique de Villena y Vega, Isabel nació en 1430 creció bajo la protección de la reina María de Castilla, quien la acogió tras la muerte de su padre cuando Isabel solo tenía cuatro años de edad. A pesar de condición de bastarda, impedimento durante aquella época para ser considerado un noble real, tuvo gran apoyo y amistad por parte de la corte, así como una amplia educación y formación.
A los 15 años de edad, Isabel ingresó por voluntad propia en el convento de la Santísima Trinidad de las Clarisas de Valencia. Encontró en la espiritualidad y la fe su camino, la expresión de sus valores, y sin saberlo, la inspiración de sus obras.
A pesar de su reclusión en convento Isabel, convertida en Sor Isabel de Villena, siguió manteniendo una excelente relación la reina María, quien tras muchos intentos no pudo tener descendencia. Tanto fue el cariño que las unión, que la monarca pidió que se le reservara un espacio privado para poder pasar algunos ratos en el convento.
Años más tarde, desde el puesto de abadesa de la congregación. Isabel de Villena se dedicó en cuerpo y alma a defender la riqueza espiritual y la piedad con el ser humano por medio de sus escritos. Encontró en sus propio valores y en los de la congregación la trama principal sobre la que se erigirían sus textos.
Isabel es reconocida como la primera escritora de las letras valencianas por su obra Vita Christi. El texto cosechó una importante fama y consiguió el reconocimiento de algunos escritores coetáneos, algo extraño para una época donde los textos escritos por mujeres eran fuertemente infravaloradas y solo algunos de ellos se conservaban.
Vita Christi, nació como un libro de doctrina que pasó a ser considerado un fundamental en lo que fue llamado el Siglo de Oro Valenciano. Martí de Riquer señaló que nos encontramos frente a “un libro biográfico y de contemplación al mismo tiempo, y si no tenemos en cuenta estos dos aspectos, fundamentales en la intención de la autora, corremos el peligro de no entenderlo, aunque eso no quiere decir que el lector moderno encuentre más interés en la vida de Cristo y en los episodios del más allá”.
Su publicación generó ciertas críticas por parte de la Iglesias, ya que en sus páginas Isabel de Villena muestra una historia mucho más terrenal de las escrituras sagradas. Dejando a un lado la vida de Cristo y centrándose en las mujeres que rodearon su vida, Santa Ana, la virgen María y María Magdalena. Libro biográfico que nos habla de las mujeres en relación directa con Dios y la religión.
Esta obra fundamental en la literatura universal fue publicada de manera póstuma. Fue la sucesora de Isabel en el convento, Aldonça de Montsoriu, quien mostró las reflexiones y valores de su compañera al mundo entero. Vita Christi era publicado en 1497 , siete años después de la muerte de Isabel de Villena tras una terrible epidemia de peste.
Fervorosa defensora de una iglesia pura, piadosa y solidaria. Isabel de Villena vivió para amar y sentir la escritura en carnes propias. Sus visión del mundo quedó plasmada en una obra que generación tras generación encandiló al público y se ganó su admiración. Hizo tambalear los cimientos de una institución de la que ella misma formaba parte, y no es para menos, pues su espíritu de lucha fue su bandera hasta el final de sus días.
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