Marie Duplessis: la dama de las camelias
Por Silvia Pato (@SilviaP3)
Rose Alphonsine Duplessis (1824-1847), condesa de Perregaux, pasó a la historia con un nombre que no era el suyo, como protagonista de una versión libre sobre su vida escrita por Dumas, uno de sus amantes, y de una ópera que convirtió en un artista inmortal a Verdi. No es para menos. La vida de esta mujer podría resumir todo el Romanticismo francés.
Sus abuelos paternos habían sido un sacerdote y una prostituta; su padre, un alcohólico y violento buhonero; y su madre, Marie-Anne-Michelle, una descendiente de un linaje aristócrata venido a menos, los Du Mesnille D’Argentelles. Después de que esta última los abandonara, para trabajar como ama de llaves, Alphonsine y su hermana Delphine se fueron a vivir con su tía. No volverían a ver a su madre, que fallecería un año después de tuberculosis a orillas del lago Leman.
Sin embargo, Alphonsine fue enviada de nuevo a vivir con su progenitor y este, cuando la joven tenía doce años, comenzó a prostituirla. Ella huyó a París en 1839. Allí, trabajó en varias tiendas hasta que, un día, conquistó al conde Antoine Alfred Agénor de Guiche, quien más tarde sería Ministro de Asuntos Exteriores de Napoleón III. Amante oficial del noble, decidió cambiar su nombre propio, que consideraba vulgar, y empezó a pedir que la llamaran Marie. Fue entonces cuando recibió clases de danza, literatura, música, historia y protocolo.
Después de que su vínculo con el conde terminara, debido a las presiones familiares de este por mantener su buen nombre, tuvo relaciones con otros hombres, como el fotógrafo Olimpio Aguado, hasta que conoció a François-Charles-Edouard Perregaux (1815-1889). Por aquella época, Marie sufrió los primeros síntomas de la tuberculosis. Mientras estaba tomando las aguas termales en Bagnères-de-Luchon, y Perregaux se encontraba ausente atendiendo a sus asuntos financieros, conoció al conde Gustav Ernst von Stackelberg, embajador de Rusia en Francia.
Von Stackelberg se volvió loco por ella, le compraba todo lo que deseaba y alquiló un piso en el Boulevard de la Madeleine que se convertiría en un lugar famoso. Allí, Marie organizaba unas míticas tertulias literarias a las que asistían intelectuales como Alejandro Dumas, Alfred de Musset, Eugène Sue o Charles Dickens. Se convirtió en la cortesana mejor pagada de todo París, lo que valió que la llamaran La Divina Marie. En aquel círculo de escritores y famosos, se gestaría la leyenda de aquella que solía acudir al teatro portando un ramillete de camelias.
Marie y el hijo de Alejandro Dumas se conocieron en 1844. Un año duró su tormentosa relación, la cual terminó con la nota de despedida que el amante le remitió:
Querida Marie:
No soy lo bastante rico para amarte como quisiera ni lo suficiente pobre para ser amado como quisieras tú. Olvidemos todo entonces, tú un nombre que debe serte casi indiferente, yo una felicidad que se me hace imposible. Es inútil decirte cuánto lo siento porque tú sabes bien cuánto te amo. Entonces, adiós. Tienes demasiado corazón como para no entender el motivo de mi carta y demasiada inteligencia como para no perdonarme.
Mil recuerdos.
30 de agosto, a medianoche.
A.D.
Un par de meses después, Marie comenzó un apasionado romance con un emblemático compositor: Franz Liszt (1811-1886). Pero el músico también la dejó, prometiéndole un futuro viaje a Constantinopla que nunca realizaron.
Por esas ironías del destino, ella se casó el 21 de febrero de 1846 con el que había sido su primer protector: el conde de Perregaux. Aquel matrimonio apenas duró un año. Marie falleció el 3 de febrero de 1847, velada por su marido y por el conde Von Stackelberg.
Cuando Liszt tuvo noticias de su fallecimiento, escribió a la condesa Marie d’Agoult lo siguiente:
Marie Duplessis era una excepción. Tenía un buen corazón. (…) Fue sin duda la más absoluta y perfecta encarnación de la Mujer que jamás haya existido. Y ahora está muerta y no sé qué extraño acorde de elegía vibra en mi corazón en recuerdo suyo.
Franz Liszt
Por su parte, Dumas tampoco había vuelto a verla. Después de escribir aquella nota de despedida, se marchó con su padre de viaje por España. Fue un amigo, en Marsella, quien le comunicó la muerte de La Divina Marie. Le dedicó entonces una elegía, con el título de «M.D.», que incluyó en su obra Péchés de Jeunesse (1847). Después, se encerró a escribir La dama de las camelias (1848), biografía novelada, no siempre fiel a la realidad, de la historia que le unió a Marie, a la que llamó Margarita Gautier.
Giuseppe Verdi (1813-1901) compuso cuatro años después, para el libreto de Francesco Maria Piave, basado en la novela, la ópera La Traviata, que se estrenó en Venecia el 6 de marzo de 1853 siendo un completo fracaso. Tuvo que estrenarse la obra en París para que se convirtiera en todo un éxito.
Han pasado dos siglos, pero, desde el día de su entierro hasta el día de hoy, jamás han faltado las camelias en la tumba de Marie Duplessis.
FUENTE: The Telegraph, Persephone Magazine