La pasión de escribir
Por Fco. Javier Clavero Champsaur. Fco.
“Mejor pasar audaz al otro mundo en el apogeo de una pasión que marchitarse consumido funestamente por la vida”. James Joyce
Cuando uno siente la pasión por escribir hay algo, difícil de definir con palabras –¿Curioso, no?— que lo empuja a entregarse en cuerpo, mente y alma a eso que le motiva: Escribir. Cuando alguien se entrega a sus ideales se convierte en una parte de ellos, así ocurre cuando fluyes escribiendo, en realidad no eres tú y lo que escribes, lo escrito está en ti y tú en la escritura, forma parte de un todo cuyo resultado es un texto que te ha salido de las entrañas. Luego necesitará más o menos corrección y tendrá que ser pasado por el tamiz de las normas y el sentido común, pero en origen ha nacido vivo porque eres tú en estado puro.
Así como las mejores ideas y proyectos nacen, no en quien cree que ya sabe mucho y desea volcar lo que sabe en lo que escribe, sino en quien se mantiene de forma permanente en “estatus” de aprendizaje, cuando tienes todas las alertas puestas para aprender, es cuando se producen las mejores ideas, textos y libros. La curiosidad de aprender nos mantiene vivos y es, dicen, la que nos acerca a la sabiduría, la que conjuga conocimientos con experiencias. Esa curiosidad, incluso necesidad de saber nuevas cosas, es la que enciende la llama de la pasión por escribir y la mantiene en el tiempo. Y cada nuevo conocimiento aprendido y experiencia integrada nos permiten tener una imaginación viva y siempre dispuesta para comenzar a escribir, ya sea en papel o en la pantalla.
Para que la pasión sea un bien tangible a rentabilizar, y que además nos lleve a sacar lo mejor que tenemos en nuestro interior tenemos que conseguir centrarnos en escribir… tan solo en escribir, obviando incluso si lo hacemos bien o mal, tan solo, repito, concentrándonos en escribir y no en lo que escribimos –que sería la diana—. Al igual que el arquero Zen, no se centra en la diana, su misión es realizar el disparo perfecto, si este lo es, la consecuencia es dar en la diana. Esa es la idea hallar ese momento “perfecto” donde surge y es plasmado lo que queremos, casi podríamos decir de manera espontánea. Es ese instante en el que alguien nos dice: — Oye, era como si yo no escribiera, algo o alguien me dictaba y yo simplemente transcribía…
Nunca dejes de tener expectativas, cuando estas son fundadas –por grandes que puedan ser— nos llevan a un estado de felicidad, véase pasión, que nos empuja e impulsa a escribir como si los mejores textos jamás escritos fueran a ser plasmados por nuestra mano –luego la realidad dirá si lo son o no—. Si lo hacemos al revés y las expectativas son malas, me temo que nulo será el resultado. Imagina que alguien tiene que saltar de un edificio a otro porque hay un incendio, y su vida depende de ello, si ya lo hace sin expectativas de éxito, el resultado será caput, y si lo hace con esperanzas de conseguirlo, pondrá todo de su parte y llegará o no, pero lo habrá intentado con toda la intensidad de que era capaz. Pues lo mismo ocurre con la escritura, todas las frases, textos merecen nuestro máximo cariño, atención y respeto; como si fueran a pasar a la historia, a la posteridad.
Al hilo de lo anterior, la pasión el entusiasmo hacen que nuestros talentos desarrollados se conviertan en habilidades y a estas cuando se las imprime carácter pasional brillan, y como llegan a brillar, tanto, que todo el mundo puede apreciarlas sin necesidad de que nadie lo exprese con palabras. Y para que nuestros escritos lleguen al gran público es natural que estén bien y pulcramente escritos, sobre todo sean textos vivos que hagan emocionar y sentir a quien nos lee; sin embargo también se necesitan capacidades para la venta de vendernos a nosotros mismos, que es más importante de lo que parece, los creadores en general nos debemos al público y desarrollar una personalidad agradable también debe ser una de nuestras tareas.
Y por último, no sé si cierto o no, dicen que la mayoría de escritores que triunfan lo hacen entre su cuarto y séptimo libro. Luego entonces no nos preocupemos de que nuestro primer o segundo libro vaya a ser de premio o no, vamos a ocuparnos de escribir lo dando lo mejor de nosotros, y ya veremos el resultado e independientemente de la llegada de ese reconocimiento y éxito, lo que no nos podrá quitar nadie es el placer de haber escrito decenas, tal vez cientos de textos en los que habremos disfrutado de principio a fin.
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